Cineclub Marvel: Daredevil (2003)

posterEl taquillazo de «Spiderman» en 2002 dejó claro que los éxitos de «X-Men» y las dos primeras partes de «Blade»  no eran casos aislados, sino que habían dado paso a un cambio de ciclo de enormes consecuencias para la propia Marvel y que aún perdura. El nuevo auge del género era ya obvio para cuando Daredevil se estrenó en 2003; no sólo rompió la cadencia bianual de sus predecesoras, sino que ese mismo año le siguieron además «Hulk » y «X-Men 2«, algo inimaginable sólo unos años antes.

Sorprende sin embargo que la punta de lanza de esta segunda ola superheroica no fuera un icono tan universalmente conocido como los restantes personajes adaptados, excluyendo a Blade y Howard que se apoyaban en otros géneros. Puede que elecciones más obvias, como el Capitán América o Los 4 Fantásticos, se resintieran aún de sus frustradas adaptaciones noventeras, pero lo cierto es que «Daredevil» fue el primer superhéroe en llegar a los cines sin una larga tradición televisiva previa.

No por nada le llaman el hombre sin miedo

Por supuesto, no fue una apuesta casual. Los ejecutivos de Hollywood debieron percatarse de que, aún siendo un personaje de «clase media», goza de una sólida base intergeneracional de lectores de la que pocos personajes, aún más populares, pueden presumir. Suele estar lejos de la primera fila comercial y mediática, pero no ha sufrido ninguna cancelación en los 45 años de historia del Universo Marvel, en cuya fundación participó de la mano nada menos que de Stan Lee y Bill Everett. De hecho, aunque sea meramente anecdótico, ya había sido uno de los primeros héroes Marvel en dar el salto a la imagen real en el telefilm «El juicio del increible Hulk«, que continuaba la mítica serie de televisión de Bill Bixby. Más relevante, la mera fama no garantiza el éxito de una adaptación, como demostraba por ejemplo la fallida primera adaptación de El Castigador que acabo saliendo directamente a vídeo en 1991, cuando mantenía hasta 3 títulos simultáneamente en los kioscos.

daredevil_quesadaonsetLa primera productora en hacerse con los derechos cinematográficos de Daredevil fue la 20th Century Fox en 1997, que puso a Chris Columbus al frente del proyecto. Pero aún tendría que pasar por varias manos antes de llegar a las salas. Como de costumbre, el acuerdo de licencia condicionaba el mantenimiento de estos derechos a su ejercicio, y la Fox los perdió cuando decidió cancelar la película a la vista de la bancarrota de Marvel. Disney negoció entonces su adquisición, pero fue a parar finalmente a Columbia Pictures en 1999, recién adquirida por Sony, como parte del acuerdo para la adaptación de Spiderman. Partiendo del guión de Columbus, Sony contrató a Mark Steven Johnson para dirigirla, que al igual que Sam Raimi en el caso del trepamuros es un gran aficionado al personaje. Este segundo intento tampoco cuajó por la falta de entendimiento con Marvel sobre la titularidad de los derechos en Internet, de modo que la Casa de las Ideas volvió a vender por tercera vez los derechos del personaje a la productora New Regency, que firmó un acuerdo con la Fox para su distribución, que llegó por fin a buen puerto en 2003. Johnson se mantuvo como director al frente de una producción de similar escala a la primera X-Men de Singer,  también de la Fox.

Para entonces, el proyecto contaba además con otra ventaja más coyuntural, que probablemente ya se planteara en el proyecto de Sony: su estilo urbano le permitía aprovechar la sinergia de «Spiderman» y reciclar gran parte de sus efectos especiales y ambientación. Además, su estreno debía anticiparse al de las más épicas «Hulk» y «X-Men 2«, cuyo tono más grandilocuente podría haber dificultado el trasvase de espectadores arácnidos. Parece lógico por tanto que el responsable de la apariencia del Diablo Guardián fuera el mismo encargado de vestuario de la adaptación del trepamuros, el oscarizado Jim Acheson, aunque en este caso su trabajo nos convence algo menos. Es obvio que la licra del original era descartable, pero el cuero granate, las correas, los músculos superpuestos y la media máscara no acaban de encajar con una apariencia superheroica, dándole una connotación ligeramente turbia. Tal vez el problema sea más bien que sus oponentes, aún estrafalarios, no van realmente disfrazados, ni los personajes tienen superpoderes ni se dedican a actividades estrictamente superheroicas o villanescas. Se queda a medio camino, y se hace demasiado visible que hay algo raro en que un abogado se vista con un mono de cuero y una máscara y salga a correr y pelearse por las azoteas en un entorno demasiado realista, ni se comprende porque Elektra y Bullseye prescinden de sus uniformes pero no Daredevil. Eso sí, ha de remarcarse que la marca de la frente de Bullseye, aunque extrañara en su momento, se ha acabado transplantado después a los propios cómics, del mismo modo que el vestuario negro de Elektra ha sido adoptado por la línea Ultimate. El cambio de color muestra el luto por el asesinato de su padre, y tiene bordados caracteres japoneses que significan Justicia, Victoria y Fortaleza.

vestuario

Su cercanía con Spiderman ha sido siempre un arma de doble filo para Daredevil, hasta el punto de ser uno de los personajes clásicos de Marvel a los que más le costó encontrar una voz propia, como le ocurre a la propia adaptación. La colección original se pasó sus dos primeras décadas en la cuerda floja, a menudo al borde la cancelación, por no acabar de despegar su faceta heroica de la del Hombre Araña, con quien compartía ambientación y enemigos, mientras que los lectores no llegaban a identificarse con la entonces plana identidad civil del modélico abogado invidente Matt Murdock como sí hacían con el mucho más cercano Peter Parker. spider_devilTodo cambió cuando un primerizo Frank Miller aterrizó en el título en 1979, primero como dibujante y más adelante como autor completo, y no es casualidad que la adaptación de Mark Steven Johnson parta precisamente de su etapa. Durante casi 3 años ambos evolucionaron como autor y personaje, y juntos hicieron pequeña historia del género, abriendo el camino para la gran revolución de la segunda mitad de los 80, en que participaría el propio Miller  y a la que tanto debe el actual auge del cine superheroico. Este aura de personaje de culto le ha brindado desde entonces la pluma de algunos de los principales autores del medio, pero le ha convertido al mismo tiempo en uno de los personajes más complicados de trasladar a la pantalla, porque su molde no encaja cómodamente en muchos de los tópicos del género.

En primer lugar, su propia concepción conlleva obvias dificultades formales, comenzando por el desafío de plasmar la percepción única de un invidente dotado de un particular sentido del radar. Johnson consigue transformar su mayor dificultad en su mayor logro, reivindicándose como director, y acierta al separarse sutilmente de la versión original para adaptarla al lenguaje cinematográfico. El inicio de la película bebe muy directamente de la miniserie «El hombre sin miedo», en la que Frank Miller y John Romita Jr. replantearon el origen del personaje, de la que  no  en vano se dice que traslada a viñetas un primer intento de guión cinematográfico del propio Miller. El sentido radar era allí descrito de un modo ambiguo, casi místico, y como una habilidad desarrollada en un momento posterior al accidente que cegó a Matt Murdock e hiperdesarrolló sus restantes sentidos. En la película se opta en cambio por ligarlo directamente a su agudizado oído, que como un radar en sentido estricto, es capaz de ubicar la forma y situación de los objetos a partir de las ondas sónicas que rebotan sobre ellos, mostradas infográficamente a través un efecto bautizado como «mundo de las sombras«. Se logran plásticos hallazgos visuales como el despertar del sentido tras el accidente, o muy especialmente cuando Matt descubre el rostro de Elektra a través de los ecos de las gotas de lluvia, o cuando ésta se lo oculta muy significativamente bajo la sombra de su paraguas en el funeral. En algún momento concreto, como en la secuencia de la fiesta, el radar parece apoyarse también en los restantes sentidos, plasmando la estela de olor y temperatura del humo y el aire caliente que dejan las velas o los cigarros tras de sí, pero hay que reconocer que el esfuerzo en plasmar visualmente el sonido acaba repercutiendo en detrimento del rico entorno multisensorial en que Matt se desenvuelve.

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stickUnir el despertar del radar y el accidente comprime el guión y ahorra espacio para la trama, pero a costa de otra aportación de Miller que luego se echa mucho de menos durante la película: el entrenamiento de Stick, jefe de una arcana orden de guerreros, la Casta, y mentor de Matt en el manejo de sus sentidos y el propio radar como en las artes del combate. La película lo sustituye por un par de planos del Matt niño, de capacidades atléticas supuestamente ordinarias, entrenando en una azotea, lo que no justifica que luego exhiba habilidades físicas sobrehumanas en su vida adulta, como si los poderes vinieran con la máscara. Ni los del resto de personajes, por aparente extensión. Es evidente que dicho exceso obedece al cánon Matrix de acción palomitera que imperaba entonces, y a que se pretendía satisfacer las expectativas del espectador de «Spiderman«. Es cierto que hay poca diferencia entre una viñeta de ambos personajes, pero al eliminar el entrenamiento de Stick se viola el pacto de credibilidad propuesto al espectador porque la cinta es incoherente consigo misma. Intenta además justificarse con las dolencias que padece un Murdock lleno de cicatrices y que va perdiendo dientes en cada pelea, aunque tienda luego a recuperarse mágicamente por exigencias del guión, como cuando cae medio muerto a la iglesia tras ser atravesado por Elektra para recuperarse sin problemas de cara a los enfrentamientos consecutivos con Bullseye y Kingpin, vaya nochecita. Tampoco ayuda que el presupuesto no de para igualar el nivel de la superproducción de Sam Raimi, recurriendo a un montaje confuso de las escenas de acción, con ambientaciones forzadamente oscuras donde resulta demasiado evidente el uso de cables de sujeción, y apoyándose en CGIs de acabado ligeramente artificial. Pero la película es al dd176menos honesta en sus pretensiones formales, y da tanta cal como arena, con lo que el espectador acepta las limitaciones de producción a cambio de algunas escenas perfectamente resueltas, como por ejemplo toda la secuencia pugilística que lleva al asesinato de Jack Murdock. Pero Stick fue además mentor también de Elektra. Tanto ella como Matt serían rechazados por la Casta, pese a lo que acabarían fatalmente envueltos en el conflicto entre la Casta y otra orden rival, la Mano. La película prescinde de dicho contexto, y concentra también su relación sentimental y enfrentamiento, justificándo el segundo por el manido atajo del malentendido. Con todo ello,  se desvirtúa  uno de los pequeños grandes hitos de la historia del cómic de superhéroes, por no hablar de sus repercusiones sobre el subsiguiente spin-off de Elektra.

El problema de fondo es argumental, y es que Johnson no puede (a la vista de su versión extendida) o no sabe (a la vista de su posterior «Motorista Fantasma«) conciliar el espíritu comercial de la película y las asperezas morales del personaje. Tal vez debiera haberse contentado con presentar al Daredevil clásico y dejar su desarrollo, una vez asentado, para las obviamente pretendidas secuelas, pero peca de ambicioso y aspira a abarcar toda la etapa Miller en una única película, incluido «El Hombre sin miedo» -hasta se atreve a plantar semillas de «Elektra lives again» y «Born again» para la segunda parte. El propio Miller hizo algo parecido al compactar y reordenar toda su primera estancia en la colección en los 4 densos números elektra_sagadobles de su «Elektra Saga«, eliminando todo lo no estrictamente relacionado con la asesina griega, marcando la pauta de la futura adaptación, que vuelve a decantarla para eliminar también el periodo universitario y el trasfondo del conflicto entre La Mano y La Casta. Pero Johnson no es Miller, y si la Saga de aquél resulta autosuficiente, las distintas partes de la película en cambio no tienen espacio para respirar. Paradójicamente, un guión en el que se estorban tantas líneas argumentales acaba resultando esquemático, ofreciendo unos secundarios planos y estereotipados y un protagonista indefinido y poco atractivo. Hay que reconocer no obstante que la versión que llegó a los cines mutiló buena parte del esfuerzo de Johnson, que acabó supervisando su propio montaje alternativo, disponible en DVD. Además de alargar algunas secuencias, especialmente las peleas, se añade una segunda trama judicial protagonizada por el rapero Coolio, y una visita muy significativa de cierta monja a Matt en el hospital. Así se desarrolla al Murdock abogado (más allá de amenazar al acusado en el juicio inicial como vimos en la primera versión) y permite efectivamente que la trama fluya más naturalmente, con lo que se mejora el atropellado ritmo de la película original pese a añadirle casi media hora de metraje y se perfila algo más definidamente a algunos secundarios. Y sobre todo acierta a rectificar los puntos más problemáticos del protagonista.

Adicionalmente, la versión alternativa elimina 2 escenas: la confesión y la escena de cama entre Matt y Elektra. La primera es especialmente sorprendente, porque es una escena relevante y dramáticamente satisfactoria, que deriva directamente de los cómics, y en la que se explicitan tanto las raíces católicas del protagonista como el punto central de la película, el dilema entre justicia y venganza. Es posible que Johnson lo considerara reiterativo, o más probablemente, que temiera que el contexto religioso pudiera legitimar la búsqueda de venganza, cuando su mensaje es claramente el contrario. Con la segunda autocensura en cambio no podemos estar más de acuerdo. Primero por razones estéticas, ya que era difícil hacer algo más soso con dos de los mayores sex-symbol del momento, que además se supone que comenzaron su relación en este rodaje, y acaba arruinando la química lograda entre ambos amantes en el inmediatamente anterior y precioso momento de la lluvia de la azotea, vaciando consecuentemente su tragedia; y también por razones de fondo: el beso de la azotea es interrumpido por un grito de socorro que sólo los sentidos aumentados de Murdock perciben, y mientras que en la versión oficial decide ignorarla y pasar la noche con Elektra, en la alternativa, sí acude al rescate. Y no es que el Murdock de los cómics no se haya metido en peores líos de faldas, sino que tal y como se narra la historia de amor en la película resulta una nota excesivamente disonante y descontextualizada, que carece además de ninguna repercusión ni moraleja. De hecho, también en el montaje del director llega a ignorar una llamada de auxilio, pero ésta es al menos la que luego dará lugar a toda la trama judicial secundaria, con lo que sí llega a enmendar su falta, y será precisamente el camino de la redención el que le ponga finalmente sobre la pista de Kingpin.

stanfilmQue el director haya decidido prescindir de 2 elementos tan fundamentales para la definición del protagonista es la mejor prueba de que su Murdock resulta errático, más impulsado por las forzadísimas casualidades que articulan el guión (¿cuántas veces coinciden los personajes en medio de Nueva York?) que por una dirección propia. Pero más allá del guión, algo de culpa también tendrá el actor que lo interpreta.  El habitual rictus inexpresivo de Ben Affleck no alcanza siquiera para mantener el carisma que el joven Scott Terra aporta al Murdock adolescente en el tramo del origen. Cabe al menos reconocerles a ambos su adecuada preparación, más allá del mero entrenamiento físico. Gracias al asesoramiento del actor ciego Tom Sullivan, resultan creíbles al interpretar a un personaje invidente.  La película está llena de pequeños detalles al respecto, como que los títulos de crédito están correctamente transcritos en sistema Braille, y de hecho, las lentillas que lucen Affleck y Terra les impedía completamente la visión. Affleck es además un fan declarado del personaje, como había reconocido él mismo en el prólogo al recopilatorio de la etapa de su amigo Kevin Smith en la colección de Daredevil. Más aún, el actual editor en jefe de Marvel y dibujante de dichos cómics, Joe Quesada, ha reconocido que se había basado en el rostro de Affleck para su diseño del personaje.

kingpin-bulleyeRespecto al resto del elenco, nos encontramos con el Bullseye de un Colin Farrell arrogante y desfasado, chaqueta de cocodrilo y poses excéntricas, que en la versión inglesa conserva su acento irlandés, ajeno al personaje original, sin que aporte nada más sobre su origen, lo que no parece justificar su exagerada personalidad. Jon Favreau, curiosamente luego director de Iron Man, interpreta aquí a Foggy Nelson, el inseparable compañero de fatigas judiciales de Matt Murdock, que en la versión del director adquiere más protagonismo, un acierto que aporta más humanidad e historia personal al propio Matt. Curiosamente, el Ben Urich interpretado con cierto exceso de personalidad por Joe Pantoliano protagoniza una trama antológica del personaje, su decisión de no publicar la identidad de Daredevil, pero no extraída de los guiones de Miller sino de su predecesor Roger McKenzie. El intento de modernizar su apariencia es un despropósito que ya ha quedado desfasado, mucho más rupturista que el haber cambiado el color de piel del Kingpin de Michael Clarke Duncan. Éste se preparó físicamente a conciencia para dar la talla de un enorme y amenazador Kingpin, que mantiene además su característico traje cruzado de tres piezas, como los ganstéres del cine en las películas cláscias. Sin embargo, su interpretación y el decepcionante final de la película no llegan a transmitir la ominosidad del personaje original, ni por el contrario se llega tampoco a traslucir el trágico trasfondo de su matrimnio con Vanessa, dejando la sensación de que el director no ha sabido aprovechar todo el potencial de este enorme -no solo físicamente- actor. Por último, la Elektra del filme -una elección acertada la de Jennifer Garner que en aquel momento estaba triunfando con la televisiva Alias- se queda en el cliché de chica guerrera, sin que llegue siquiera a explicarse realmente su dominio de las artes marciales. Se queda demasiado lejos de la fría asesina y cazarrecompensas original, que no duda en arrojar a su antiguo amante por una ventana.

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En este sentido es revelador que el final de la película prescinda de mostrarnos que Elektra sigue viva con su epifánica visión en blanco inmaculado en la cima de la montaña desde la que Miller despidió su etapa, para limitarse a dejar su colgante en la azotea para que Matt lo encuentre. El arquetipo de la muerte del héroe milleriano suele implicar su posterior renacer purificado (no es casual el pararelismo explícito de la caída a los infiernos de Matt en «Born again» con la Pasión); la Elektra de la película, sencillamente, no tiene nada que purificar.

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Una vez presentados el origen de los poderes de Matt y la muerte de su padre durante su adolescencia (pese a que en la historia original ambos acontecimientos estuvieran separados por varios años), se recurre a una elipsis para presentar directamente la doble vida adulta de abogado y justiciero, eludiendo mostrar el inicio de su carrera heroica. Había que ahorrar espacio, y al fin y al cabo la motivación inmediata por la que se disfrazó de diablo, vengar a su padre, ya se reserva para el desenlace de la película, y basta con mostrar al Matt niño con la bata atrezzada de su padre boxeador. Porque sí, una vez más se recurre al tópico atajo de guión de vincular los orígenes de héroe y villano, y al igual que en el Batman de Burton es el futuro Jóker quien disparó a los Wayne, aquí es Fisk quien asesina a Batallador Murdock (y lo firma convenientemente para facilitar que sea finalmente descubierto). La presentación de Daredevil en acción constituye una verdadera declaración de intenciones: acosa hasta la muerte a «Quesada», un acusado contra el que como abogado no ha podido conseguir una sentencia condenatoria pero al que sabe culpable. daredevil_011La secuencia trae al público lector ecos de tres escenas míticas del cómic, que contrastan sobremanera con el contenido real de la secuencia. Primero, en vez de esperar a que su objetivo esté solo, le aborda temerariamente en un tugurio de los bajos fondos, que no duda en destrozar e incendiar. Esto remite a las recurrentes incursiones de Daredevil en el bar de Josey’s  para recabar información de los soplones y matones que lo frecuentan, donde acaba siempre  rompiendo el escaparate, pero la diferencia de tono es notable: lejos del habitual recurso cómico de la historia en papel, la escena del filme recuerda a la desequilibrada orgía de violencia a la que se abandona un desquiciado Murdock  en «Born Again«, con la diferencia de que aquí carece de ninguna significación para el espectador medio. En segundo lugar, la caída de «Quesada» por las escaleras del Metro al intentar huir sí es un guiño adecuado a la presentación original del primer disfraz de Daredevil, cuando acosó a los matones que mataron a su padre, con la diferencia de que éste no fallece de un ataque al corazón ante la visión del «diablo», sino que será el propio Daredevil quien lo arroje a las vías. Lo que a su vez se relaciona con una tercera escena del cómic, de desenlace significativamente opuesto: si en su segundo número como autor completo, Miller presentó la misma situación entre Daredevil y Bullseye para demostrar su carácter heroico cuando lo rescata en el último momento para entregarlo a la policía, Johnson mantiene en cambio al Daredevil de la película observando impasible como el tren arrolla a su víctima.

dd170«¿¿Daredevil mata??» debió preguntarse sorprendido en ese momento cualquier espectador que se enfrentara al visionado con el único bagaje del blandito Peter Parker de Tobey Maguire. La verdad es que sí, en varias ocasionas lo ha hecho, o más frecuentemente ha dejado morir a sus enemigos o se ha mostrado dispuesto a hacerlo. Pero eso no quiere decir que comparta la moral del Castigador, siempre ha ocurrido en situaciones extremas, y la normalidad con que se refleja la escena está fuera de tono. A través de este asesinato nos presentan más a un justiciero que a un superhéroe, pero al final acaba perdonándole la vida nada menos que a Kingpin, asesino de su padre y responsable de la muerte de Elektra.  En el montaje del director, Urich y Nelson consiguen al menos incriminar legalmente a Fisk través de la nueva trama judicial, y llega a aparecer encarcelado (es adecuado que Daredevil derrote a Kingpin y los amigos de Matt a Fisk), pero en la versión cinematográfica parece claro que sus abogados lograrán su absolución, con lo que el desenlace resulta aún más forzado, máxime cuando la evolución de Murdock entre ambas escenas, «yo no soy el malo«, se ha desarrollado torpemente.

En nuestra opinión de lectores, lo más grave es que, adaptándose una etapa concreta del personaje, por mucho que se contara con el beneplácito del propio Miller que incluso realiza un cameo en la versión extendida, dicha evolución sea diametralmente opuesta a la de la obra original. Miller partía de un héroe puro que rescataba a su enemigo de una muerte segura, para deconstruirlo metódicamente hasta llegar a dejar caer a ese mismo enemigo, como venganza por el asesinato de Elektra, desde una azotea, y ser finalmente ayudado por Kingpin. Más aún, Miller se despidió de la serie con un Daredevil desquiciado, visitando en el hospital a su rival, parapléjico tras la caída, para someterle a una sádica partida de ruleta rusa.

daredevil-movieDespués de Miller, Daredevil es un personaje más oscuro, más cercano al género negro que al superheroico, un hombre torturado por sus contradicciones: el abogado que se toma la justicia por su mano, el católico que se disfraza de diablo, el justiciero que en el fondo persigue venganza, que mantiene en un precario equilibrio al límite de la cordura. El propio registro cómico de Miller, que también lo tiene, se va helando progresivamente, hasta llegar a ser Turk quien «mate» a Murdock, disfrazado de Papá Noel, en «Born Again«. Johnson lo sabe, e intenta reflejarlo, insistiendo en el conflicto interno de Murdock, pero sólo es capaz de reflejarlo superficialmente. Naufraga sin encontrar un tono concreto entre el género negro y el superheroico, saltando sin concierto del drama a la aventura comercial, de la comedia romántica a la tragedia, fracasando finalmente porque no concreta el retrato de sus personajes. El epítome de este quiero y no puedo es la indescriptible escena de la pelea/flirteo/presentación/baile que se marcan Elektra y Matt en los columpios. Me hizo recordar a la mítica pelea de las gafas de «¡Están vivos!«, con la diferencia de que John Carpenter sabía que se estaba riendo de sí mismo, y aquí sólo se ríe el público.

Para ser justos, es muy difícil cogerle el punto justo a Daredevil. Ya hemos contado cómo se corre el riesgo de «spidermanizarlo», y del mismo modo, el propio Miller cuenta que cuando él lo guionizaba, su editora Jo Duffy  solía descartarle muchas escenas por considerarlas más apropiadas para Batman. Lo mismo le pasa a Johnson, que en un intento de impactar al espectador con su Daredevil pretende hacerlo tan ominoso que pierde su elegancia. Aparte de la ya citada escena del metro, directamente atribuible a El Castigador, la adaptación se pasa de largo por ejemplo al hacerle caminar sobre los billares en llamas, dejar su firma en fuego para la policía, o acosar al atracador con su sombra, momentos que encajarían perfectamente en cualquier película del hombre-murciélago.

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La indefinición alcanza a la misma banda sonora, del compositor de «El Cuervo» Graeme Revell , cinta con la que ésta guarda no pocas semejanzas. Revell es capaz de ofrecer cierta calidez a los momentos más tranquilos, pero no termina de cuajar con un poderoso tema central reconocible como el de «X-Men» o «Spiderman«, siendo un género tan proclive a las fanfarrias orquestales como el superheroico. Su partitura es finalmente aplastada bajo un montón de canciones de moda destacando el protagonismo de temas vocales del grupo Evanescence.

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Por último, se nota que la película está hecha por un fan, quizá excesivamente preocupado por contentar al lector,  al que dedica numerosos guiños que aportan poco a la película. Se agradece la presencia de planos literales como la muerte de Elektra, o la aparición – algo menos fugaz en el montaje del director- de Karen, la aún tímida secretaria del bufete de Nelson y Murdock (interpretada por la entonces desconocida Ellen Pompeo, después protagonista muerte_elektrade «Anatomía de Grey«). Tampoco podía faltar el cameo de Stan Lee, a quien en esta ocasión acompañan Frank Miller y Kevin Smith. Éste último acapara en nuestra opinión un protagonismo quizá desproporcionado en relación a la importancia de su etapa en la colección, pues al considerable peso de su aparición hay que añadir que la cinta abre y cierra con sendas reconstrucciones casi literales de las dos primeras portadas de su Marvel Knights. Tal vez resulte también excesivo que la mayoría de las referencias sean más metaliterarias que referidas al propio universo del personaje, como los numerosos nombres de autores que reciben los personajes secundarios.

El final de la película queda claramente abierto a una supuesta secuela, que de hecho llegó a ser anunciada por Avi Arad en 2004. Sin embargo, la Fox decidió rodar antes un spin-off de Elektra, que sólo hizo patente la necesidad de revisar profundamente el curso de la saga antes de continuarla. Tras años de rumores, y el evidente descrédito de Mark Steven Johnson tras su infumable «Motorista fantasma«, Frank Miller se postuló él mismo para dirigir la segunda parte, pero finalmente acaba de anunciarse el futuro reinicio de la franquicia desde cero. En nuestra opinión, esta primera adaptación reunía sin embargo suficientes méritos, y sobre todo esfuerzo y cariño, como para haber merecido la oportunidad de enmendar sus evidentes fallos en una posible continuación. Desde luego sobraba material literario para ello, y la futura película lo va a tener complicado para que sus potenciales virtudes no suenen a ya vistas. Al contrario, a juzgar por el único nombre oficialmente asociado al proyecto, el guionista del absurdo remake  de «Ultimátum a la tierra» David Scarpa, no parece haber garantías de que se vayan a evitar repetir los defectos de la primera.

momentos

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Jata y Promethea

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