Clásicos Marvel: Marvels, de Kurt Busiek y Alex Ross

Marvels, en la edición española de Comics Forum

Es 2014, el día comienza a amanecer y la amargura del café me llena la boca. Ella duerme, agradecida imagino, al tener toda la cama para esparcirse. Apuro otro sorbo y me mareo en recuerdos de otro tiempo, de otros años, de otras vidas. Y mientras sueño despierto, las palabras salen sólas.
Nostalgia. Maldita nostalgia.

Es 1994 y Busiek intenta no dejar de creer. En una industria en la que el hoy caduca casi antes de que acabe el día y el mañana es lo único que importa, él mira al ayer y se aferra a sus recuerdos de niñez. Alex Ross pinta viejas diapositivas de tiempos más felices. Aún no sabe que su nombre se vinculará por siempre al retrato de unos mitos que ya existían mucho antes de que naciera. Busiek aporrea tambores de nostalgia y Ross dibuja a Phil Sheldon frente a una ventana. La mirada de Phil se pierde en el infinito, nuestro ayer, nuestros recuerdos de miles de páginas leídas, de cientos de batallas ganadas y perdidas. Tantas, tantas horas…
Nostalgia.

Es 1966 y Stan Lee y Jack Kirby cantan una vieja canción. Stan, verborreico narrador de cuentos, escupe ideas tan deprisa que apenas da tiempo a seguirle. Jack escucha en silencio, su cabeza está repartiendo viñetas, moviendo figuras, moldeando expresiones. «Que se enfrenten a Dios», dice el charlatán, y antes de que termine la frase el Rey ya ha empezado a componer su sinfonía. Ignoran que algún día la opinión pública tendrá que elegir entre uno u otro. Temas desagradables, juicios, derechos de autor, reparto de méritos. Pero ajenos a ello, símplemente crean arte, tejen historias y fabrican sueños. Y mientras la música suena, millones de personas aprenderán a creer.
Maldita, maldita nostalgia.

Es 1994 y ya no creo. Todo ha pasado tan rápido que no me he dado ni cuenta. Un día decides que se acabó y ya está. Fin. Salgo con los amigos, pateo balones, descubro a las chicas. Mis héroes dejan de llevar mallas, escudos y garras, y pasan a empuñar guitarras, bajos y baquetas. Los sábados ya no se leen y se sueñan, sino que se sudan y se beben. De vez en cuando paso por delante del kiosco donde solía aprovisionarme de todo lo que era capaz de pagar, y miro las nueva portadas como quien ve de pasada a un antiguo amigo que le ha decepcionado. Recuerdas, a veces sonríes, pero evitas el saludo. Posiblemente me cruzaré con algo diferente, con una obra que hablará de ti y de mí, de nuestros recuerdos, de nuestras victorias y nuestras derrotas, y de un periodista tuerto al que comprenderemos como nunca hemos comprendido antes. Pero pasaré de largo.
Yo gano, maldita nostalgia.

Marvels, en la edición española de Panini Comics

Es 1994 y aún somos niños. Aún faltan muchos años para que la conozca. Aún no la he besado, ni la he amado. No ha visto la maldita nostalgia en mis ojos al pasar por delante de una tienda y pararme a mirar un tebeo que no recordaba ni que existía. Aún no ha decidido que por mi cumpleaños me devolverá a mis sueños, a mis fantasías de victorias y derrotas, que me regalará mis recuerdos.

Es 1994 y Phil Sheldon se cruza con La Antorcha Humana. Y cuando todos temen, él comienza a creer.

Es 2014 y apuro otro sorbo del café. Sueño, recuerdo, y en mi cabeza se amontonan viejas diapositivas propias y ajenas de tiempos más felices. Ella duerme sin saber que un día decidió regalarme mi nostalgia olvidada. Mi memoria baila miles de páginas leídas y cientos de batallas ganadas y perdidas. Aporreo el teclado lo más deprisa que puedo, casi con violencia, intentando que no se pierda ninguna por el camino. El heraldo aparece en el horizonte anunciando el fin de todo. En Tokio, el hombre vence al animal. Dos titanes tiñen el cielo en una batalla eterna. En la Luna cae un soldado. Los héroes más poderosos de la Tierra dan una rueda de prensa mientras un niño es atacado por ser mutante. Illyana vende su alma por una espada y un dios se transforma en rana. La asesina más letal se arrastra por las calles, frágil, dejando un rastro de muerte. Alguien lo hizo hace treinta y cinco minutos. En los pantanos de Louisiana dos amantes se funden en uno sólo. Creo que no eres real. Phil Sheldon saca una foto en una boda. Las pantallas muestran el mayor temor de un padre. Alguien tira a la basura mi retapado y lloro. Hijos del átomo, odiados y temidos. El Regreso del Señor de la Noche. Vengadores reuníos. Amigo o amenaza.

Nostalgia.

Maldita nostalgia.

Bendita nostalgia.

Excelsior, joder.

Excelsior.

(Fundido a negro. Pausa dramática. Falso final. Escena post-créditos)

Es 1973 y el cuello de Gwen se rompe. En su casa, alguien llora. Horas después escribirá una carta de indignación y jurará que no volverá a creer nunca más.

Es 1994 y Phil Sheldon contempla el cuerpo inerte de Gwen. Algo dentro de él se rompe y decide que ha dejado de creer.

Es 2014 y hace apenas una hora he vuelto a ver morir a Gwen. Y he recordado su sonrisa, su mirada, la que tantas veces he visto en ella, que aún duerme. Y mientras termino un café amargo y ya frío, me juro a mí mismo que nunca más volveré a dejar de creer.

Nostalgia.

Marvels.

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