Cineclub Marvel: El Vengador (1989)

portada-castigadorEl descalabro comercial del primer personaje Marvel que pasó por taquilla, «Howard, un nuevo héroe”, mantuvo a la Casa de las Ideas lejos de los cines durante 12 años, concretamente hasta el estreno de “Blade” en 1998. Pero eso no significa que no se hiciera ninguna adaptación, ya que ésa fue precisamente la época dorada del videoclub. Mientras la Distinguida Competencia arrasaba en en la gran pantalla con la Batmanía, Marvel logró al menos colocar en las estanterías dos cintas mucho más modestas en 1989 y 1991.

Ya hemos dedicado una sesión del cineclub a la adaptación del Capitán América, y este mes nos centramos en la otra: “El Vengador”.

Vale, haberla titulado «El Vengador» en lugar de «El Castigador» o el original «The Punisher» es algo anecdótico porque fue cosa de la distribuidora española, pero empezaremos por ello porque ha marcado mi recuerdo de la película. Perdonad si me pongo nostálgico, pero la vi siendo un niño, sin sospechar que se tratara de una adaptación. Aluciné al leer «Marvel Comics» y «Stan Lee» en los créditos de inicio (una verdadera delicia retro por cierto), pero creí que se trataba de «Los Vengadores«, sin sospechar que se trataba de un problema de traducción. Evidentemente, no pude encajar nada de lo que estaba viendo: ¿dónde estaban el Capi y el Hombre de Hierro? ¿Mafiosos? ¿Y quién era el protagonista? Y eso que el Castigador ya me sonaba de la saga «Juego de niños» del Daredevil de Miller… pero es que ¡¡ni siquiera lleva la calavera en el pecho!!

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Efectivamente, la película prescinde del signo más distintivo del personaje que adapta. La Calavera fue una aportación nada menos que del gran John Romita Sr., director artístico de Marvel en 1974, cuando Gerry Conway y Ross Andru le presentaron al personaje como un nuevo villano para la colección de Spiderman. La propuesta inicial ya incluía un cráneo en su pecho aunque mucho menor que la que conocemos todos, porque Romita aumentó su tamaño hasta incorporar la canana de municiones que forman sus dientes, resaltando sobre un sencillo mono negro. Con el tiempo, Punisher ha cambiado frecuentemente la licra superheroica por un estilo más acorde a su carácter, al igual que en la película, pero incluso en sus encarnaciones más extravagantes, desde el Purgatorio hasta el 2099, el Castigador ha sido siempre reconocible por su inconfundible insignia. Excepto en esta película. 

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Alguien debió pensar que una calavera era un símbolo demasiado agresivo como para que el público empatizara con el personaje, así que decidieron eliminarla de su atuendo, aunque paradójicamente la luzca en la empuñadura de las armas que emplea. No deja de ser incoherente, máxime cuando la película no rehúye luego de su violencia extrema y aristas morales. Al contrario, el catálogo de mutilaciones y asesinatos exhibido, 91 muertes individuales (más de una por minuto de metraje sin contar los fallecidos en explosiones masivas), le valió numerosas restricciones legales de edad mínima para su visionado, concretamente 18 años en el caso de España y una clasificación «R» en los Estados Unidos; más importante, no se pretende justificar moralmente sus acciones, quedando perfectamente clara su condición de antihéroe. El castigador es de esos personajes que se sienten más cómodos en la serie B, sin necesitar dirigirse a un público tan masivo que le constriña lo políticamente correcto.

thumb_punisher4Es revelador también que el grado de violencia de la cinta me haya llamado más la atención al recuperarla que lo que recordaba de aquel primer visionado. Los tiempos han cambiado, y no hay que olvidar que Conway se basó para idear al Castigador en las películas de justicieros armados tipo Charles Bronson o Clint Eastwood tan de moda en la década de los 70, por lo que no deja de ser apropiado que fuera asimismo uno de los primeros personajes Marvel en ser traspasados al celuloide. Este origen se pone también de manifiesto en el tratamiento del sexo, un paso más allá de lo habitual en el cine de superhéroes pero al nivel de sus referentes fílmicos (como el propio Howard o el Hombre-Cosa), sin llegar por ello a renegar de la casa de las Ideas, como testimonia el pijama arácnido de las hijas del protagonista.

thumb_comic-azoteaPuede sorprender que se adaptara antes al Castigador que a otros iconos más representativos de la casa de las Ideas, pero hay que tener en cuenta que en 1989 se encontraba en la cima de su popularidad. No es casualidad que ese mismo año la Distinguida Competencia reventara las taquillas con el Batman de Burton: el cómic de superhéroes acababa de cambiar para siempre con la irrupción de Watchmen y El Caballero Oscuro, y la industria pretendió clonar la fórmula (quedándose a menudo en la mera exposición de la violencia, no todos pueden ser Moore ni Miller), y el Castigador era el personaje más adecuado para ello dentro del catálogo Marvel. La propia película del castigador hace un curioso guiño al respecto, cuando un mafioso pregunta a Castle «¿Quién te envía?» y éste responde -antes de golpearle: «Batman«.

thumb_bornPor otra parte, la calavera no es el único cambio de esta adaptación. La familia de Frank Castle ya no muere accidentalmente en un tiroteo entre mafiosos en Central Park, sino por la explosión de una bomba de la mafia dirigida contra él, que resulta ser un policía en vez de ex-marine. De hecho, Frank Castle parece destinado a transmutarse en policía en cada nueva encarnación, como por ejemplo en el Universo Ultimate o en la línea 2099. La explicación es un mero atajo de guión: como en casi todas las películas de superhéroes, se tiende a vincular las génesis del héroe y su contrincante. Lamentablemente, con ello se pierde gran parte de la psicología y capacidades que fundamentan el mito del Castigador, que funciona mucho mejor como un soldado que lleva la guerra a los bajos fondos que como un policía que decide superar los límites que la ley le impone.

Al menos, el cambio de profesión de Castle permite dos hallazgos que el guión no es sin embargo capaz de explorar sino superficialmente: en primer lugar, mientras que en los cómics el Castigador emprende una venganza abstracta contra el crimen organizado, la película le da sin embargo la oportunidad de individualizar al responsable de la muerte de su familia, Dino Moretti (un caricaturesco Bryan Marshall), el capo de la familia mafiosa Franco que ordenó el fatal atentado. No es casualidad que la película comience precisamente cuando Moretti resulta absuelto por falta de pruebas del caso por la muerte de la familia Castle, pues es la plasmación de que la sociedad no castiga a los culpables.

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La trama no se acomoda como era predecible en conducir al castigo de Moretti, sino que el «Vengador» lo elimina sorprendentemente a los 5 minutos. Sin embargo, el guión pierde la oportunidad de afrontar por qué extiende su venganza a todo el crimen organizado una vez ha hecho «justicia» a su familia, sino que se produce un funcional giro que le hace continuar su cruzada, sin plantearse siquiera que no podrá consumarla nunca: un nuevo clan, la yakuza japonesa, pretende aprovecharse del éxito del «Vengador» y secuestra a los hijos de los principales capos italianos, que por supuesto apelan al «Vengador» para rescatarlos, ya que éste sólo lleva 5 años exterminándolos. La imagen de unas víctimas infantiles, impropia del tono del filme hasta ese momento, es demasiado blanca para permitir ningún tono de gris, con lo que lamentablemente no se profundiza en las connotaciones de aliarse con quienes mataron a su familia. No hace falta haber leído un solo cómic del Castigador para predecir el destino de sus nuevos socios una vez rescatados los niños.

louis_gosset_jrUno de los puntos más interesantes del personaje es que, además de perseguir al crimen, él mismo es un criminal perseguido por la policía. Algunas de sus mejores historias han explorado las recíprocas simpatía y rechazo entre el justiciero y los agentes de la ley, especialmente cuando ha acabado entre rejas (o más bien los criminales han acabado encerrados con él). Por tanto, la segunda ventaja de convertirle en policía es que así sus perseguidores son además sus antiguos compañeros. Éste es el rol del agente Jake Berkowitz, encarnado algo sobreactuadamente por Louis Gosset Jr., conocido en la época por su papel de sargento en «Oficial y caballero«. Berkowitz lidera la investigación sobre el «Vengador» aunque sospecha de su verdadera identidad. Cuando por fin lo apresan, enfrenta además la desequilibrada moral de Castle con su vida anterior, aunque una vez más el guión se queda pobre en este aspecto.

El actor más famoso del reparto es lógicamente su protagonista, Dolph Lundgren, estrella del cine de acción a caballo entre los ochenta y noventa, cuya carrera venía no obstante declinando desde otra adaptación, «Masters de Universo«. Sorprende ver al actor sueco teñido de moreno, un look muy alejado de sus principales éxitos, los míticos Ivan Drago y Andrew Scott en «Rocky IV» y «Soldado Universal», aunque mantiene inalterable la economía interpretativa de dichos papeles. En esta ocasión, a sus ya conocidos registros de rabia y pena añade uno nuevo para las escenas de meditación y recuerdos familiares: rabia y pena; no pude impedir pasarme media película intentando averiguar si su inconstante barba de 3 días estaba o no pintada. Bromas aparte, hace un Castle correcto, capaz de reflejar su desequilibrio bajo la superficie del héroe de acción. Incluso escribió los monólogos del personaje. Aunque su nombre pueda sonarnos ya a lejos, los nostálgicos de aquel cine podrá volver a verle dentro de unos meses en «The expendables«,  junto a Mickey Rourke, Jet Li y Sylvester Stallone, quien además escribe y dirige; sólo faltan Jean Claude y Arnold para el repóker.

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El resto del reparto no puede escapar a los respectivos clichés con que están trazados sus personajes. Lejos de pretender lo contrario, la película se regodea especialmente en los tópicos de la mafia italiana y la yakuza japonesa, haciendo que unos y otros se rodeen de esculturas romanas o se pasen el día practicando artes marciales. Para qué negarlo, exactamente igual que en los cómics que adapta. Destacan si acaso las dos mujeres al frente de la Yakuza, la gélida y sin escrúpulos Kim Miyori, que se queda con todos los planos en que aparece, y su misteriosa acompañante occidental (Zoshka Mizak), que amaga con ser una adaptación encubierta de Elektra de cara al enfrentamiento final, aunque acaba dejando un cadáver más al paso de Lundgren.

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Al igual que la adaptación del Capitán América, también «El Vengador» fue inicialmente planteada para su estreno cinematográfico, acabando frustrado por la bancarrota de su productora, la australiana New World Pictures. Sólo el circuito de alquiler y televisivo le salvaron de ser un fracaso absoluto. No eran tiempos fáciles para Marvel en el cine, que veía como DC se daba a sí misma el testigo de «Superman» con «Batman«, mientras que susproyectos se veían relegados a los videoclubes o ni siquiera veían la luz. Pero asumiendo su naturaleza de serie B, «El Vengador» no ha envejecido tan mal como otras de sus compañeras de generación. El mérito debe atribuírsele a la pericia técnica de su director, Mark Goldblatt, todo un artesano del género que ha trabajado como editor de James Cameron, Paul Verhoeven o Michael Bay, o de nuevo con personajes Marvel en la tercera parte de «X-Men«. No consiguió evitar que la película fuera una plana sucesión de secuencias de acción, pero al menos suficientemente bien realizadas dentro de sus límites presupuestarios para seguir manteniendo el tipo. El propio Quentin Tarantino homenajeó en «Kill Bill» a la señora Tanaka y sus yakuza, recuperando incluso el efecto de la luz roja.

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Al contrario que Howard, los discretos resultados de su adaptación no perjudicaron la trayectoria editorial del Castigador. A las dos series regulares que el personaje ya tenía en el mercado, «El Castigador«, y «El castigador: Diario de Guerra«, se les añadió poco después de su estreno una revista para adultos en blanco y negro, «El arsenal del Castigador«, aunque sólo llegó al décimo número. Tres años después llegaría incluso una tercera serie, «El Castigador: Zona de Guerra«, del mismo modo que a esta adaptación le han seguido otras dos, en 2004 y 2008. Toda una franquicia de la que muy pocos personajes en solitario pueden presumir.

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Jata y Promethea

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