 Tras dos décadas en que las franquicias de Superman y Batman venían dominando incontestablemente el género de adaptaciones superheroicas, en 1998 y 2000 sendas películas basadas en personajes Marvel, Blade y X Men, consiguieron los dos primeros éxitos cinematográficos de la Casa de las Ideas. Aún hoy se discute cual de las dos dio efectivamente origen al nuevo ciclo, se pone en duda la carta de naturaleza de la primera cinta. Hoy dedicamos a nuestro Cineclub a la repercusión de nuestro «dampiro» favorito.
Tras dos décadas en que las franquicias de Superman y Batman venían dominando incontestablemente el género de adaptaciones superheroicas, en 1998 y 2000 sendas películas basadas en personajes Marvel, Blade y X Men, consiguieron los dos primeros éxitos cinematográficos de la Casa de las Ideas. Aún hoy se discute cual de las dos dio efectivamente origen al nuevo ciclo, se pone en duda la carta de naturaleza de la primera cinta. Hoy dedicamos a nuestro Cineclub a la repercusión de nuestro «dampiro» favorito.
Afilen sus colmillos…
 como Panini o la juguetera Toy Biz. Con la Batmanía arrasando en todo el mundo, estaba claro que toda la estrategia pasaba por reforzar la participación de Marvel en el negocio televisivo y cinematográfico. Perleman creó Marvel Studios en 1993 y colocó a su frente al copropietario de Toy Biz, Avi Arad, que ya aparece como productor ejecutivo de las versiones animadas televisivas de los personajes Marvel de los 90. En el convulso panorama editorial de aquella década, el estallido de la burbuja especulativa comiquera acabó desinflando el globo de Perelman, y Marvel se declaró en bancarrota en 1996. Arad emergió como nueva fuerza dominante tras el complejo proceso subsiguiente, a costa de deshacerse de las adquisiciones de su predecesor, pero fue capaz de readquirir los derechos cinematográficos de personajes como Spiderman, que resultarían claves para reflotar la empresa.
como Panini o la juguetera Toy Biz. Con la Batmanía arrasando en todo el mundo, estaba claro que toda la estrategia pasaba por reforzar la participación de Marvel en el negocio televisivo y cinematográfico. Perleman creó Marvel Studios en 1993 y colocó a su frente al copropietario de Toy Biz, Avi Arad, que ya aparece como productor ejecutivo de las versiones animadas televisivas de los personajes Marvel de los 90. En el convulso panorama editorial de aquella década, el estallido de la burbuja especulativa comiquera acabó desinflando el globo de Perelman, y Marvel se declaró en bancarrota en 1996. Arad emergió como nueva fuerza dominante tras el complejo proceso subsiguiente, a costa de deshacerse de las adquisiciones de su predecesor, pero fue capaz de readquirir los derechos cinematográficos de personajes como Spiderman, que resultarían claves para reflotar la empresa. Pese a las polémicas que vienen acompañando la segunda mitad de su mandato, se ha alabado a Joe Quesada (inicialmente junto a Bill Jemas) como el editor que logró remontar aquella crisis, pero la realidad es que las ventas globales no sólo no han recuperado las cifras previas al inicio de aquella burbuja sino que siguen bajando. Sin menospreciar el mérito de estabilizar aquel peligroso panorama, si Marvel lidera hoy día el mercado superheroico es simplemente porque sus competidores han perdido aún más lectores que ella. Y sin embargo, sus cuentas arrojan simultáneamente beneficios históricos. Simplemente, el modelo de negocio ha cambiado, y financieramente hablando los cómics son ahora poco más que una manera de mantener unas licencias vivas, reconocibles y explotables desde la maquinaria de Hollywood. En este contexto, y al margen de que fuera mayor la influencia estilística posterior de los X Men de Brian Singer en el resto del género superheroico (que no en el cine de acción del momento), no cabe duda de que a nivel empresarial el punto de inflexión fue el estreno de Blade.
Pese a las polémicas que vienen acompañando la segunda mitad de su mandato, se ha alabado a Joe Quesada (inicialmente junto a Bill Jemas) como el editor que logró remontar aquella crisis, pero la realidad es que las ventas globales no sólo no han recuperado las cifras previas al inicio de aquella burbuja sino que siguen bajando. Sin menospreciar el mérito de estabilizar aquel peligroso panorama, si Marvel lidera hoy día el mercado superheroico es simplemente porque sus competidores han perdido aún más lectores que ella. Y sin embargo, sus cuentas arrojan simultáneamente beneficios históricos. Simplemente, el modelo de negocio ha cambiado, y financieramente hablando los cómics son ahora poco más que una manera de mantener unas licencias vivas, reconocibles y explotables desde la maquinaria de Hollywood. En este contexto, y al margen de que fuera mayor la influencia estilística posterior de los X Men de Brian Singer en el resto del género superheroico (que no en el cine de acción del momento), no cabe duda de que a nivel empresarial el punto de inflexión fue el estreno de Blade.
Es probable que Avi Arad prefiriera empezar por un personaje claramente secundario antes que por los principales referentes de la editorial porque era menos identificable que aquellos. No hemos de olvidar que el proyecto se gestó en plena bancarrota de Marvel, ni que en el anterior intento, apenas hacía unos años, habían tenido que renunciar a estrenar cinematográficamente la película del Capitán América. Arad probablemente calculó que era una apuesta desde la que desarrollar su proyecto empresarial si funcionaba, pero que de haber fracasado no hubiera lastrado todo el plan para reflotar Marvel. De hecho, Blade no se promocionó como una película de superhéroes sino que se apoyó en las tendencias tanto del cine de acción como del subgénero vampírico, que aún disfrutaba de su particular boom desde el «Drácula de Bram Stroker» y «Entrevista con el vampiro», ya que el personaje ofrecía la posibilidad de cruzar la moda de la estética y el ritmo del cine de acción y artes marciales made-in-Hongkong, con la relectura posmoderna, desacralizada y glamurosa del mito vampírico de Anne Rice. Hasta tal punto se obvió la conexión con Marvel que no debieron de ser pocos los que, ya en 2006, se sorprendieran al ver el logotipo de Marvel encabezar los créditos de Blade Trinity.
Y sin embargo, el personaje llevaba ya un cuarto de siglo compartiendo universo con Spiderman o los 4 Fantásticos. Ante la recesión que padeció el comic book americano en los años 70, el entonces editor en jefe de Marvel, Roy Thomas, decidió diversificar su oferta, experimentando con nuevos contenidos y formatos, para adaptarse a las nuevas modas juveniles de la época: la fantasía heróica con «Conan», la ciencia ficción con «Killraven», las artes marciales con «Sang Chi: Master og Kung-Fu»… y el terror con «Tomb of Dracula» y «Adventure into Fear». Blade debutó en 1973, concretamente en el número 10 de la Tumba de Drácula, de la mano de Marv Wolfman y Gene Colan. El origen es en esencia el mismo que el de la película: su madre fue mordida por un vampiro, Deakon Frost, cuando estaba embarazada de Blade.
Pero los cambios son también sustanciales: a consecuencia de las encimas vampíricas que recibió en el seno materno, Blade posee capacidades regenerativa y de detección de criaturas sobrenaturales, pero a diferencia de la película no es un semivampiro sino un humano inmune al vampirismo (tanto a la mordedura como a la hipnosis), careciendo tanto de la velocidad y fuerza vampíricas así como de toda necesidad de alimentarse de sangre humana, aunque sí envejezca retardadamente. En uno de los más claros casos de influencia bilateral entre las adaptaciones cinematográficas y las propias obras adaptadas, apenas pasaron unos meses desde el estreno de la película para que Blade se convirtiera en «dampiro» (un vampiro inmune a la luz del sol) al ser mordido por Morbius. Sus encimas reaccionaron de una manera sorprendente a su tipo único de vampirismo inducido científicamente, adquiriendo ahora sí la fuerza, agilidad y sentidos vampíricos, pero no sus debilidades con excepción el ansia de sangre, pasando a ser conocido también en el cómic como «el que ha visto el sol».
Aparte de su nombre y su relación con Blade, el Deacon Frost de la película conserva poco del original. El giro más sorprendente respecto al cómic es que la madre de Blade resulta no haber muerto tras el ataque de Deacon Frost, como él creía, sino que resucitó para convertirse en la concubina vampírica de éste. El cambio persigue dotar de connotaciones paternofiliales al enfrentamiento de ambos antagonistas, pero esto al final apenas se desarrolla, e incluso Blade liquida a su madre prácticamente como si se tratara de otro vampiro más. Curiosamente su madre es el único personaje que se dirige en toda la película a Blade por su nombre real, Eric, aunque no sea del todo lógico cuando precisamente carecen de ninguna relación posterior al parto.
De hecho, el Blade de la Blaxploitation estuvo cerca de ser adaptado al cine en los años 80, con nada menos que Richard Roundtree, el mismo actor que había encarnado a Shaft, como protagonista. O no, porque aquella era una época en la que los rumores de proyectos cinematográficos Marvel estaban a la orden del día y la única realidad era… Howard el Pato. Como fuese, el proyecto siguió pasando de mano en mano, y antes que de Snipes se habló de Denzel Washington y Lawrence Fishburne para protagonizarla, e igualmente se barajó el nombre de David Fincher antes del definitivo Stephen Norrington, de quien ya dice bastante que no se sepa nada desde otra adaptación, La Liga de los Hombres Extraordinarios, de 2003. Paradójicamente, dada la simpleza en el desarrollo de personajes y la predictibilidad de su argumento, la figura más emergente de la ficha artística de la película ha resultado ser su guionista, David S. Goyer, gracias a haber escrito junto a Christopher Nolan el guión de sus dos celebradas partes de Batman. Sin embargo, más allá del Caballero Oscuro, en su filmografía, siempre unida al mundo del cómic desde una perspectiva cínica y urbana, hay pocos guiones brillantes. En Marvel dejó el intento de adaptación televisisva de Nick Furia y se espera el de X Men Orígenes: Magneto, además de escribir las restantes partes de Blade, e incluso dirigir la tercera, así que ya volveremos sobre él en futuros artículos.
El guión deja así su desarrollo prácticamente a los efectos especiales, que vistos con la distancia no chirrían en exceso: maquetas y esculturas evocadoras, mucha pintura roja efectista y una coreografía de luchas con estética de manga japonés que ya anunciaba la estética de la trilogía de Matrix y de muchas de las cintas de acción que la seguirían, lo que dota a Blade de una trascendencia mucho mayor de lo que cabría esperar. No en vano, fue la primera película del género que se atrevió a abandonar la licra por el cuero negro, tendencia que también se ha traspasado a gran parte de la producción comiquera de la presente década. En este sentido, confirmó además que la renovación del género superheroico en el cine vendría de los efectos digitales, como ya anticipó unos años antes la por lo demás infame adaptación de Spawn.

El resto del reparto se limita a explotar su fotogenia, porque ninguno de los personajes tiene el más mínimo desarrollo, incluido el propio Blade, que casi consigue ser más expresivo con las gafas de sol puestas que sin ella. Tanto encorsetamiento encaja bien con la frialdad que se le presupone al personaje y consigue no caer, aunque por poco, en el ridículo. Kris Kristofersson encarna el compañero fiel que le proporciona las armas y el suero salvador que mantiene dormida su sed asesina, es decir, el Alfred de turno y como tal podría haber sido intercambiable por casi cualquier actor de su generación, pero tampoco molesta. Y de los demás, incluida la chica de la peli, no consigo recordar ni los nombres, pero en general están todo lo serios y trascendentales que la ocasión requiere, echándose muy en falta mayores dosis de ironía, pero resultan al menos suficientemente creíbles.

Para terminar, una muestra más de la influencia de vuelta desde la pantalla al papel. Al final de la película, Blade se enfrenta con el mismo dilema al que hace no mucho sometió el Doctor Muerte en su propia colección: una cura a su condición a costa de perder sus poderes. En ambos casos la respuesta es la misma: no sacrificar su misión mientras quede un solo vampiro vivo. Paradójicamente, será él mismo.
Sigue viajando…
Descubre las grandes y las pequeñas historias detrás de las películas Marvel en nuestro libro “El viaje del superhéroe. La historia secreta de Marvel en el cine”.
 
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