Nuevo tomo recopilatorio de The Amazing Spider-Man y nuevo equipo creativo. Tras la impresionante etapa realizada por Roger Stern y John Romita Jr., toma el relevo quizás uno los equipos de autores más estables de los 80, no en vano repetirían en otros títulos de la casa en sendas etapas. Me refiero al guionista Tom DeFalco y al dibujante Ron Frenz.
Si el anterior volumen cerraba con la imagen de Spiderman entrando en el portal de camino a las Secret Wars, esta nueva entrega abre justamente con el arácnido reapareciendo en el mismo punto, de regreso de la aventura relatada en la maxiserie. Sin embargo, para sorpresa de propios y extraños, no se nos aparece la imagen del Spiderman que conocíamos puesto que en esta ocasión viste un novedoso traje negro. Un uniforme del que absolutamente nada sabíamos en el momento en el que fue publicado este primer número, porque el origen del traje no nos sería revelado hasta ocho meses más tarde precisamente en Secret Wars.
De este modo, con esta potente imagen tiene inicio la etapa DeFalco-Frenz. Aunque, en realidad, la primera imagen del Spiderman negro con la que nos encontrábamos los lectores era la de la portada del citado comic-book. Una portada que rinde un bonito homenaje a la del mítico Amazing Fantasy 15, precisamente la primera imagen de Spiderman de toda su historia en salir a la luz.
También podemos comprobar como Spiderman regresa con el Doctor Connors bajo el brazo, circunstancia fruto de la participación del Lagarto en las Secret Wars.
Este primer número con el que tiene inicio este nuevo volumen todavía arrastra la participación de Roger Stern, que se ocupa del argumento. Por supuesto, DeFalco escribe el guion y Frenz dibuja, pero también hay que decir que el equipo rompe la estabilidad creativa en varias ocasiones a lo largo del tomo. De hecho, tras este primer episodio Rick Leonardi se ocupa de la parte gráfica en dos números consecutivos.
Centrándonos en este primer número, pronto descubrimos como el flamante traje es, en realidad, una especie de compuesto orgánico de origen alienígena que responde a los deseos de Peter Parker. El uniforme modifica su forma con tan sólo un pensamiento de su portador, incluso atendiendo a su subconsciente. De hecho, puede transformarse en cualquier tipo de ropa, librando así a Peter del engorroso ritual de tener que vestirse y desvestirse cada vez que necesita cambiar de identidad. Nuestro hombre ni siquiera debe ya preocuparse por recargar sus lanzarredes puesto que las telarañas surgen de manera natural del propio traje.
Todo ello en un bonito episodio inicial lleno de optimismo que también es un canto de amor a la ciudad Nueva York.
El regreso del Duende.
Los dos episodios dibujados por Rick Leonardi, si bien no aparentan tener ninguna relación entre ellos, son en realidad parte de la primera gran saga de esta etapa, la del regreso del Duende.
En el primero, se presenta un siniestro personaje enmascarado que responde al nombre de la Rosa, un capo del crimen en el campo de la coacción en el amaño de las apuestas deportivas. En el segundo, vemos como Jack O’Lantern le birla el furgón de guerra del Duende a las autoridades, un furgón que justo habían logrado extraer de las profundidades del Hudson.
Números interesantes, aunque cuentan con el Leonardi que menos me gusta, especialmente en el plano anatómico. Nada que ver con lo realizado por el dibujante en Capa y Puñal.
Ya con Ron Frenz como dibujante estable –más la suma de Joe Rubinstein como entintador en la mayoría de episodios–, el turno es ahora para un relato autoconclusivo que significa el regreso del Fantasma Rojo, el clásico villano de los Cuatro Fantásticos, y sus supersimios. Un número aceptable, sin más, que también representa la primera aparición del Zorro Negro, un ladronzuelo veterano al que coacciona el Fantasma Rojo para que le haga un trabajito.
A lo largo de esta etapa, DeFalco pone un especial interés en el apartado cotidiano, en ocuparse del entorno de Spiderman. Si en el anterior volumen de esta colección vivíamos el regreso de Mary Jane Watson a la vida de Peter Parker, a lo largo de esta nueva entrega el protagonismo de la joven irá en aumento en detrimento del de la Gata Negra, actual interés sentimental de Spidey. Como era presumible, la relación de Peter con Felicia Hardy pronto se va deteriorando, y la principal causa es la confesión por parte de ella de sus nuevos poderes proporcionados por el mismísimo Kingpin. Unos poderes, que provocan mala suerte en sus rivales, que la Gata pone en práctica en algunas luchas salteadas contra villanos al lado de su amado arácnido.
Como digo, Mary Jane pronto toma la delantera en lo que se intuye como una apuesta de largo alcance por parte de DeFalco. Pero claro, el punto de inflexión en este sentido es la inesperada escena en la que la pelirroja suelta la bomba a Peter: Mary Jane conoce su secreto como Spiderman desde hace mucho tiempo. Concretamente, esa fue la razón de su distanciamiento y de su marcha de Nueva York, el no poder aceptar que su novio se jugaba la vida a diario enfrentándose a mortales supervillanos. DeFalco deja sin habla a todo dios con un planteamiento que no se puede negar que tiene sentido, pero también es cierto que este tipo de decisiones que remueven el pasado acostumbran a dejarte el cuerpo extraño.
El caso es que la situación es la que es y el cambio de rumbo en la vida de Peter Parker parece inevitable. DeFalco dedica casi un número entero a justificar el giro argumental, algo así como un relato de origen de Mary Jane, que le cuenta a Peter su difícil pasado. Un pasado que incluye a un padre maltratador y un distanciamiento con su hermana Gayle. Desde luego, la clásica imagen de la Mary Jane alegre y fiestera se nos cae de repente. Y es que el baile y la diversión tan sólo eran una fachada, un mecanismo de evasión de su angustiosa vida.
En lo que se refiere a la caracterización de Peter Parker, el guionista recupera al Parker más distanciado de sus seres queridos a causa de su realidad como Spiderman. La Tía May es la gran perjudicada en este sentido, cuando ve con decepción como su sobrino la deja colgada reiteradamente. Pero también Nathan Lubensky se suma al grupo de desencantados con Peter considerando el daño que le está haciendo a May.
Pero si hay algo que condiciona esta primera parte del tomo es el traje negro de Spiderman. Un traje alienígena, como tal, que Spidey tan sólo viste durante 7 números. El hecho es que pronto empezamos a descubrir que el extraño uniforme posee vida propia, hasta el punto de aventurarse a salir de noche llevando a Peter dormido en su interior. La visita de Peter a los Cuatro Fantásticos y posterior análisis de Reed Richards determinan que el traje es en realidad un simbionte que se ha adaptado a Peter física y mentalmente. Un ser vivo que, no sin dificultad, logran extraer del cuerpo de Parker y encerrar en una cámara de seguridad. La circunstancia da para un episodio de humor cuando Peter, sin traje que ponerse, se ve obligado a pasearse por la ciudad vestido con un uniforme de los 4F y una bolsa de la compra como máscara. Sea como fuere, la consecuencia de todo ello no es otra que el regreso del traje clásico de Spiderman. Su querido uniforme rojo y azul y sus lanzarredes, aunque necesitados de una puesta a punto tras meses sin ser usados. Y bueno, el simbionte, como era previsible, poco tarda en escaparse de su prisión, pero eso es algo que ya queda para próximos volúmenes.
Entrando ya de lleno en la nueva saga del Duende, la Rosa vuelve a cruzarse en la vida de nuestro héroe con intención de quitar de en medio al molesto arácnido. La receta del nuevo villano es contratar a un sicario para que le haga el trabajo, lo que significa la presentación del Puma, una especie de Kraven a la caza del trepamuros, en un par de números de mucha acción.
Mientras descubrimos que la Rosa trabaja para Kingpin, irrumpe al fin el Duende para hacerse con el protagonismo. De momento, el misterioso villano trae bajo el brazo un pacto de mutuo beneficio al ambicioso la Rosa para arrebatar a Kingpin el control sobre los capos del negocio de las apuestas ilegales. De este modo, DeFalco insiste en lo propuesto por su predecesor, Roger Stern, un nuevo capítulo en la lucha por el liderazgo del crimen de Nueva York, en esta ocasión entre el Duende y Kingpin. Un clásico de la colección al que es necesario recurrir de tanto en tanto.
Pero claro, entre los planes del Duende también está el de vengarse de Spiderman, a lo que se suma la búsqueda del diario de Norman Osborn, donde se supone que guardaba todos los secretos referentes al Duende Verde. Una secuencia en la que entran en juego Harry y Liz, y que nos lleva al acto final de la saga.
Un intenso enfrentamiento final entre Spiderman y el Duende en la base de este último que, sumado al papel jugado por los tres amigos retenidos por el villano, completan un final de saga lleno de tensión. Tenemos a un valiente Harry Osborn haciendo frente al Duende, a Liz Allen a punto de dar a luz al hijo de ambos y a Mary Jane con su particular sufrimiento al saber que Spiderman es Peter Parker. Un acto final apasionante que completa otra magnífica saga del Duende, a la altura de lo que cabía esperar.
El dibujo de Ron Frenz, por cierto, cumple perfectamente el cometido. Frenz, sin ser uno de los grandes, siempre acostumbra a realizar un trabajo notable, y lo hecho en este título no es excepción.
A todo esto, la identidad del Duende seguimos sin conocerla, pero DeFalco ya aprovecha para jugar al despiste con varios nombres. Ya de entrada resulta sospechosa la intervención de Jack O’Lantern, un villano de evidente parecido con el Duende, pero es más adelante cuando el guionista mete, disimuladamente, los nombres de los ausentes Lance Bannon y Ned Leeds en sendas escenas aisladas.
Una larga transición.
Tras la estupenda saga, curiosamente DeFalco y Frenz ceden su puesto a otros artistas en un considerable tramo de la colección, limitando su participación a números salteados. Una serie de episodios, casi todos autoconclusivos, de carácter más modesto, pero no necesariamente flojos.
El anual número 18 de la colección sí que cuenta con el trabajo de DeFalco y Frenz, aunque el primero se limita a escribir el argumento, dejando el guion para la gran estrella invitada del episodio: ni más ni menos que Stan Lee, que realiza así su primer trabajo escrito para Marvel en 12 años.
Desde luego, estamos ante un número muy especial que rinde homenaje a una gloriosa época. No solo por la participación de Stan Lee, que deja su particular sello en los diálogos, sino también por el trabajo de Ron Frenz en las escenas de acción emulando cuidadosamente el estilo de Steve Ditko, en un bonito detalle por parte del dibujante.
Estamos claramente ante un anual a la antigua usanza, cuando estos números especiales servían de excusa para contarnos un acontecimiento feliz. Para la ocasión, ese acontecimiento es la celebración de las nupcias entre J. Jonah Jameson y Marla Madison. Un Jonah que se erige en el gran protagonista de un episodio que suma un capítulo más en el escabroso asunto de la creación del Escorpión.
Efectivamente, el clásico villano insiste en vengarse del dueño del Bugle y para ello utiliza a sus seres más queridos, Marla y su hijo John, como cebo. Un episodio encantador, notable que, además, nos presenta a un Jameson heroico que no duda en jugarse el pellejo por las personas que ama.
El turno es ahora para un episodio realizado por Bob Layton por completo. Peter tiene la mala suerte de ser sorprendido, mientras se cambiaba a Spiderman, por un mala pieza que logra sacarle una foto a cara descubierta ya enfundado en el traje. El episodio consiste en la persecución de Spiderman al tipo, que pretende hacerse de oro vendiendo la foto al hampa de la ciudad. Curioso número, cuanto menos. No está mal.
De nuevo en el título mensual, DeFalco y Frenz se ocupan del regreso de Ollie Osnick, aquel crío fan incondicional del Doctor Octopus que ahora se presenta vestido de Spidey. Efectivamente, Ollie ha cambiado de ídolo y ahora se dedica a patrullar las calles como superhéroe bajo la identidad de Spiderkid, eso sí, conservando los brazos mecánicos al estilo Octopus que el geniecillo logro construirse.
Por supuesto, Spiderkid acaba metiéndose en problemas y tiene que venir Spiderman a salvarle el culo. Un episodio agradable y lleno de optimismo, al fin y al cabo.
Sin embargo, lo más relevante de este número es el estreno del traje negro de Spiderman. Sí, el traje negro de verdad, de corte y confección, no el simbionte. Un uniforme que Peter irá alternando con el clásico rojo y azul a partir de este episodio. Resulta evidente que la idea de vestir a Spiderman de negro había calado hondo en los aficionados por lo que el tándem de autores decidió darle continuidad.
El siguiente número ya sí que no pasa el corte, y por mucho. Otro fill-in, esta vez escrito por Craig Anderson y dibujado por Paty, en el que Spiderman intenta salvar a un anciano de ser injustamente expulsado de un hospital, mientras un crío vestido de ridículo superhéroe, que se hace llamar Rojo 9, pone la nota de color. Número malo a rabiar y dibujo en consonancia al guion.
De nuevo con DeFalco-Frenz, el siguiente paso nos trae la presentación de un nuevo personaje con futuro por delante: Marta Plateada y su Banda Salvaje. Se trata de una especie de cazarrecompensas con increíbles habilidades en la lucha cuerpo a cuerpo, que aquí se estrena en un interesante thriller de acción. Su encargo, quitar de la circulación al pobre diablo de Zorro Negro, mientras Spiderman se ve obligado a meterse en medio de ambos.
Una vez más, el teórico equipo creativo oficial hace otro alto en el camino en un par de episodios consecutivos guionizados por uno de los talentos emergentes de la editorial: Peter David. Los lápices de estos dos números corren a cargo de Sal Buscema y Bob McLeod, respectivamente.
Dos episodios que destilan humor por los cuatro costados. En el primero de ellos, el sentido noble y benevolente de Spiderman le mete en un lío entre dos ridículos y ya conocidos personajes que se inspiran en anfibios. Se trata del Sapo, el asustadizo ex de la Hermandad de Mutantes Diabólicos, y del Hombre-Rana, aquel inconsciente crío enfundado en un disfraz barato. La guinda del pastel es la entrada en escena de Spiderkid y la posterior alianza de los tres automarginados chiquillos.
Todavía mayor contenido de humor ofrece el segundo número. Un episodio el que al pobre Spiderman le pasa de todo durante una atropellada persecución a un ladronzuelo.
Las segundas Secret Wars y más.
El último tercio del tomo que tenemos entre manos también sufre el virus de la discontinuidad argumental, aunque en este caso a causa del obstáculo que significaron las Secret Wars II y su extensión a todas las colecciones regulares del momento.
En el caso concreto de Spiderman son dos arcos o tramas los afectados, cada uno de los cuales se desarrolla en distintos títulos del arácnido a modo de crossover.
El primero de ellos consta de un número de The Amazing Spider-Man y uno de Web of Spider-Man. Un edificio situado en Manhattan, que sido transformado en oro macizo hasta el último detalle por el Todopoderoso, amenaza con provocar una caída sin precedentes en la economía mundial en caso de que todo ese oro fuera puesto en circulación. De este modo, el Gobierno de los EEUU se apresura a hacer desaparecer todo el edificio en una fosa oceánica, algo con lo que está de acuerdo el líder del crimen de la ciudad, Kingpin, que recela de inestabilidades que hagan peligrar su reinado. Sin embargo, el orondo mafioso está dispuesto a sacar tajada del suceso procurándose unas cuantas máquinas de escribir de oro puro. Un arco de dos números que plantea algunos dilemas morales, también en el propio Peter Parker, que se lee sin problemas fuera del macroevento.
El otro cruce con Secret Wars II sirve para cerrar la etapa recogida en este tomo. Un bloque de tres números, en este caso, que en realidad consta de dos líneas argumentales.
La primera la forman un número de Amazing y otro de Spectacular Spider-Man, en un arco en el que toma protagonismo el Puma. Las antiguas profecías de la tribu del adinerado antihéroe advierten de la llegada del Todopoderoso, por lo que invocan a su ahijado para que solicite la ayuda de Spiderman para matar al poderoso ente. Un episodio abundante en razonamientos filosóficos por los cuales el Todopoderoso concluye que debe ayudar a todo ser a encontrar su destino, cosa que, al mismo tiempo, puede significar su propia muerte si el destino del Puma es matarlo.
En el número restante, también correspondiente a Amazing Spider-Man, el protagonismo recae en Mefisto. El señor del inframundo propone un reto al Todopoderoso antes de que éste destruya el Multiverso y, con él, el propio infierno. Una disputa entre el bien y el mal, de modo que, si el representante del bien es el vencedor, el Todopoderoso renunciará a su objetivo de destrucción. La elección de Mefisto recae en Spiderman, mientras que el Todopoderoso opta por el demonio Zarathos como representante del mal. Y en medio de todo ello, la vida de Kingpin a expensas de la decisión del Trepamuros.
En cualquier caso, pese a estar ante episodios que se leen de manera autónoma, ambos crossovers está claro que conceptualmente forman parte del macroevento de las Guerras Secretas mucho más que de las colecciones del arácnido.
No terminamos aquí, porque entre los dos cruces con Secret Wars II vienen situados unos pocos números que nada tienen que ver con el evento.
En primer lugar, nos encontramos con un arco de dos números en el que Spidey se ve las caras con un peso pesado, el Señor del Fuego. El que fuera heraldo de Galactus aterriza en la Tierra como quien viene a pasar unas vacaciones hasta que se da de bruces con la estupidez humana. La consecuencia de ello es el Señor del Fuego liándola parda de forma absolutamente desproporcionada, y ahí es donde entra un orgulloso Trepamuros, que decide enfrentarse al llameante personaje a sabiendas de que el rival le viene unas cuantas tallas grande.
Pese a lo pueril de las motivaciones iniciales, en episodio acaba teniendo más contenido del que aparentaba. Una historia de acción debidamente reconducida hacia un ejercicio sobre la tenacidad. Por no hablar del espléndido trabajo que hace Ron Frenz. Una historia que, por cierto, guarda un hilo de continuidad en la serie de los Vengadores, ya sin el protagonismo de Spiderman.
A continuación, está el anual número 19 de la colección. Un número cuya impactante portada de Mary Jane vestida de Spiderman es lo único aprovechable. Guionizado y dibujado por dos mujeres, Louise Simonson y Mary Wilshire respectivamente, el episodio quiere rendir homenaje al género femenino ofreciendo el principal protagonismo a Mary Jane Watson. Lástima que el guion difícilmente pueda ser más estúpido y que el trabajo gráfico sea de pena. Alistaire Smythe, hijo del clásico Spencer Smythe, fabrica un nuevo Mataarañas con el que vengar a su padre de Spiderman. El caso es que el pobre aficionado secuestra por error a MJ y a su tía Anna, para acabar deduciendo que la propia Mary Jane es Spiderman. Pero todavía falta lo mejor, porque, para nuestra sorpresa, MJ responde al villano que sí, que ella es Spiderman para, acto seguido, pasar a hacerse la heroína.
Otra cosa muy distinta es el número que trae de regreso a Aplastador Hogan. Sí, el luchador al que se enfrentó Spiderman en el mítico episodio de presentación, el Amazing Fantasy 15. Hogan, que ya no aplasta, sino que se dedica a la limpieza del gimnasio, se ve envuelto en un feo asunto de amenazas a un púgil por parte de un armario de tío que se hace llamar Homicida. Eso hasta que Spiderman acude al rescate en el último momento. Un tierno episodio sobre los sueños que se hacen realidad, que no está nada mal.
En esta segunda mitad de tomo sigue valiendo el apartado más centrado en el entorno de Peter Parker como parte quizás más interesante de la lectura. Efectivamente, Tom DeFalco trata con cariño uno de los aspectos que siempre han hecho grande este título, incorporando incluso algún personaje de nueva creación. En este sentido, el honor corresponde básicamente a Kate Cushing, la nueva redactora jefe de local del Bugle, contratada por Robbie Robertson que recordemos que es el actual director del periódico. El caso es que Cushing es de armas tomar y tampoco parece tener especial predilección por Peter a la hora de repartir faenas. Por otro lado, tras la pertinente luna de miel, J.J.J. está de vuelta a su puesto de propietario del Bugle y con fuerzas renovadas.
En el plano amoroso, Mary Jane acaba aceptando la condición de superhéroe de Peter, lo que inevitablemente provoca un acercamiento entre ambos que no parece tener freno. Todo lo contrario ocurre con Betty Brant y Ned Leeds, cuya relación se acerca al punto de ruptura, más, cuando el mismísimo Flash Thompson entra en el juego.
En lo que se refiere a Tía May, la relación de Peter con ella no pasa precisamente por su mejor momento. Tampoco con Nathan Lubensky, que sigue muy decepcionado con el joven. De hecho, Nathan toma cierto protagonismo en un episodio en el que recibe una paliza de unos matones que le reclaman unos pagos. Un episodio que sirve para complicar todavía más las cosas y en el que la sombra del «Spider-Man no more!» vuelve a asomarse.
El restante número que queda por comentar de nuevo ausenta a Ron Frenz, que vuelve a prestar el lápiz a Sal Buscema. El episodio presenta a Resbaladizo, una especie de supertipo aficionado que debe su poder a un traje recubierto por un producto químico de su invención. Un recubrimiento que provoca que ningún objeto pueda pegarse y que resbale sobre cualquier superficie. Un «poder» que difícilmente puede ser más inverosímil y una trama ya muy vista por la cual el pobre diablo pretende vengarse de los empresarios que no creyeron en él.
Ya fuera de colección, el tomo cierra con un número de la serie What if…? bajo el título «¿Y si el Tío Ben hubiera vivido?«.
Conclusión.
El volumen que recoge buena parte de la etapa DeFalco-Frenz empieza de forma potente con una nueva saga del Duende a la altura de las expectativas, además de todo el asunto referente al traje alienígena.
El resto del tomo, entre bailes de autores y cruces con Secret Wars II, completa una lectura a bastante menor altura. Sin embargo, en medio de todo ello podemos encontrar unos cuantos episodios la mar de resultones.
En definitiva, un nuevo volumen indudablemente inferior al anterior, pero también recomendable.
Enlace a la ficha:
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No todo era oro desde luego (hubo un poco de todo), pero la franquicia todavía mantenía un nivel (y ya sí comparamos con lo que vendría poquitos años después…).
Buen trabajo, Rockomic, como siempre.👏👏👏
Totalmente de acuerdo con vosotros , algunos episodios muy buenos y otros demasiado rebuscados , inocentes y simplistas que desentonan y hacen que el tomo no sea tan bueno como el anterior pero a pesar de todo , en general es un tomo muy recomendable , a mi en concreto me gusto ….
Buen trabajo ROCKOMIC
Yo es un tomo que todavía recomendaría sin ningún complejo. Con cosas arácnidas posteriores ya me costaría bastante más.