Reseñas: Capa y Puñal: 100% Marvel HC 1: Sombras y Luz (1983-1985)

Creados por el guionista Bill Mantlo y el dibujante Ed Hannigan, Capa y Puñal son una peculiar pareja de personajes que fueron presentados por primera vez en el título Peter Parker, the Spectacular Spider-Man.

Precisamente, el presente tomo se inicia con las primeras apariciones de nuestros protagonistas en la colección del arácnido. Tres números que ya tuve el placer de comentar en la reseña del correspondiente tomo. Tras estos episodios nos encontramos con lo que realmente nos interesa, la serie limitada con la que Capa y Puñal inauguraban su carrera en solitario. Un número de Marvel Fanfare completa el contenido de este primer volumen recopilatorio de esta pareja de adolescentes provistos de poderes.

En los episodios de Spiderman, Bill Mantlo nos descubre como Capa (Tyrone Johnson) y Puñal (Tandy Bowen) fueron víctimas de experimentos por parte de una organización mafiosa de narcotraficantes. Experimentos en la búsqueda de drogas más potentes que provocaron cambios en su química corporal y la eclosión de superpoderes en un sentido opuesto. El blanco de Puñal frente al negro de Capa. La luz y la oscuridad, no sólo en sus respectivas capacidades, sino también en sus personalidades. Donde Capa se muestra más implacable y frío en sus objetivos, Puñal destila una mayor indulgencia.

Capa y Puñal deambulan sobre la fina línea que separa el bien del mal. Antihéroes de manual que vienen a encarnar, dentro del Universo Marvel, el ajusticiamiento a los narcotraficantes.

La Marvel Limited Series dedicada a Capa y Puñal, una de las primeras en ver la luz, supuso para Bill Mantlo una oportunidad para desarrollar a los personajes y su entorno. Estamos, pues, ante la primera serie de Marvel que aborda, sin tapujos, la problemática de las drogas en los adolescentes de la sociedad americana.

En un principio, era el propio Ed Hannigan, cocreador de Capa y Puñal, quien iba a dibujar la serie. De hecho, Hannigan ya tenía abocetado todo el primer número y el dibujo a lápiz de las seis primeras páginas terminado, pero finalmente decidió bajarse del proyecto. En el apartado de extras, al final del presente tomo, se incluyen todas esas páginas realizadas por Ed Hannigan.

Finalmente, Rick Leonardi es el elegido para dar forma a las primeras aventuras de Capa y Puñal, siendo Terry Austin el encargo de entintar sus lápices.

Lo primero que hace Mantlo, como ocurre con cualquier personaje central de una obra, es acondicionarlos en un entorno propio y asignarles una nómina de personajes secundarios. De este modo, rápidamente nos son presentados el padre Francis Delgado, un sacerdote cuyo papel en esta vida es ayudar y dar cobijo a los más necesitados, y la detective Brigid O’Reilly, que irrumpe para investigar los ataques a criminales vinculados al narcotráfico por parte de dos misteriosas figuras.

La ambientación, por supuesto, es acorde a los bajos fondos neoyorquinos, a un submundo de marginalidad, de droga y delincuencia. Un entorno y unos protagonistas, por cierto, que no son nada del estilo a que nos tiene acostumbrados Bill Mantlo, un autor habituado a escribir historias de tendencia hacia la aventura y el entretenimiento en un sentido mucho más luminoso y optimista. De este modo, Mantlo demuestra su capacidad como artista todoterreno.

La miniserie expone a Capa y Puñal en su cacería del crimen relacionado con el narcotráfico y, a su vez, la persecución de los dos adolescentes, que no dejan de ser justicieros fuera de la ley, por parte de la detective O’Reilly. En su viaje por lo más decadente de la sociedad, Mantlo saca a relucir las contradicciones de la pareja de antihéroes en su cometido y cómo sus deseos de exterminar a la peor escoria son como una droga a la que no pueden renunciar. Una serie que, en definitiva, nos invita a reflexionar sobre ciertos planteamientos éticos y morales, susceptibles de posicionarnos tanto a favor como en contra de los protagonistas.

Mantlo aprovecha para desarrollar un poco más al dúo de adolescentes, poniendo acento en el vínculo que existe entre sus poderes. Una relación de dependencia mutua por la cual Capa necesita la luz que irradia su compañera para aplacar su hambre, mientras que Puñal siente la necesidad de cuidar de su amigo, especialmente propenso a la depresión. En cualquier caso, la existencia de ambos es de carácter marcadamente dramático, siendo un reflejo del pozo de la drogadicción por el que transitan a diario y del que, de una manera distinta, también son víctimas.

En lo que se refiere a los villanos de la serie, pues estos no son más que traficantes, camellos y cualquier desalmado que juegue al reparto de la droga, incluso envenenando medicamentos. La historia, más que un bloque argumental con premisa y desenlace, quiere ser una foto de la expansión de la drogadicción en los barrios marginales, pero bajo la perspectiva de dos justicieros con superpoderes. Diferentes tramas o escenas que dan vueltas sobre lo mismo y no parecen avanzar en ninguna otra dirección.

Por eso el trabajo gráfico es aquí esencial para trasladarnos al escenario propuesto. Efectivamente, Rick Leonardi está estupendo en la creación de ambientes y en el plano narrativo, siendo quizás el principal valor de la serie.

No es hasta el cuarto y último número que Mantlo se decide a contarnos el origen de Capa y Puñal en detalle. La detective O’Reilly, que ya acepta tener sentimientos encontrados respecto a la pareja, y el padre Delgado son los receptores de los relatos relativos al pasado de los dos protagonistas.

De este modo, conocemos cómo Puñal es una bailarina de familia de clase alta que, descontenta con todo, decide irse a Nueva York. Capa, por contra, es un chico de origen humilde traumatizado por su tartamudez, que un buen día vivió un trágico episodio que le cambio la vida. Durante un incidente con la policía, su mejor amigo murió porque su tartamudez evitó avisarle a tiempo. A continuación, conocemos cómo ambos llegaron a Nueva York desorientados, se encontraron de casualidad y, finalmente, fueron secuestrados por una banda de narcotraficantes para usarlos como conejillos de indias en la experimentación con una nueva y devastadora droga. Más impactante es la escena en la que ven aparecer por primera vez sus poderes, surgidos a consecuencia de la droga experimental.

En definitiva, una buena serie estupendamente bien dibujada.

Como decía al inicio de esta reseña, completa este volumen el número 19 de Marvel Fanfare, publicado un año más tarde que la miniserie. Un número que, por supuesto, tiene como protagonistas a Capa y Puñal en una historia, escrita por el propio Bill Mantlo, dividida en tres capítulos, cada uno de ellos dibujado por un artista distinto. Concretamente, los dibujantes son Tony Salmons, Rick Leonardi y Kerry Gammill.

Puñal, cansada de la misión que ambos se han encomendado, decide irse por su cuenta a vivir su adolescencia perdida.

Mientras Puñal se divierte Capa sigue a lo suyo, pero el caso es que pronto certifican que lo de independizarse en uno del otro no es un camino de rosas. En especial, Puñal advierte que el submundo de las drogas afecta a todos los estratos de la sociedad y que no puede escapar de su influjo. La conclusión, hacia la que nos quería llevar Mantlo desde un inicio, es que los dos adolescentes se necesitan mutuamente, terminando con una imagen de unidad del dúo.

Una historia más insípida y menos interesante que la de la Limited Series, que al menos nos deja algún dato de interés. Por ejemplo, certificamos que los poderes de Puñal son capaces de purgar cualquier resto de drogas que resida en el organismo, así como curar su adicción a ellas.

Conclusión.

En definitiva, una buena serie limitada, nada especialmente destacable. En todo caso, el trabajo gráfico merece mucho la pena.

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