Finalmente, llegamos al tomo que cierra la etapa guionizada por J.M. DeMatteis en el Capitán América. Un volumen que ya no cuenta con la otra mitad del teórico equipo, el dibujante Mike Zeck, que vimos cómo se despedía de la colección en la anterior entrega. Un Mike Zeck, cuya participación en la etapa ha sido más intermitente de lo deseado, que deja su puesto a Paul Neary, que se convierte así en el nuevo dibujante regular de la colección.
Sin embargo, el volumen se inicia con un par de episodios de transición entre dibujantes estables.
El primero de ellos cuenta con los trazos de Ron Frenz. Un episodio que viene de perlas para abrir este tomo, puesto que pega un repaso a todas las piezas intervinientes en la crónica y nos pone en oportuna situación. Bernie Rosenthal ha aceptado finalmente a Steve Rogers en su condición de superhéroe abanderado, lo que significa un nuevo paso en la estabilidad emocional de nuestro héroe. A ellos se une Jack Monroe, el nuevo Nómada, que está pasando por el mismo proceso por el que pasó el Capi, de adaptación a la sociedad moderna tras haber pasado décadas en animación suspendida. Siguiendo este recorrido por el entorno más cercano al Capitán América, el siguiente alto en el camino para los tres personajes es el antiguo comparsa del Capi, Sam Wilson, el Halcón, en proceso de vuelta a la normalidad superheroica tras su fracasada carrera política, y, finalmente, el último en recibir la visita es Arnie Roth, el amigo de la infancia de Steve.
Lo que está haciendo DeMatteis, en realidad, es enumerar el afortunado círculo de seres queridos que envuelve a nuestro protagonista con el fin de prepararnos para lo que va a venir: la ambiciosa saga que va a ocupar gran parte del tomo que tenemos entre manos. De hecho, la mencionada saga tiene ya una introducción en este primer número incluido, en la escena de presentación de dos de las piezas que van a dar más guerra, el Barón Zemo y una femme fatale con superpoderes que se hace llamar Madre Superiora.
Pero antes de entrar de lleno en el ciclo argumental que da título al volumen, el propio J. M. DeMatteis se da un pequeño descanso resultando en un fill-in guionizado por Bill Mantlo y dibujado por Herb Trimpe. Un episodio en el que el Capitán América se encuentra de frente con el Acróbata, pero no el original, ya fallecido, sino un hermano de aquel. Un thriller de acción, básicamente, cuyo guion no puede ser más simple y que no merece ningún otro veredicto que el de muy prescindible.
Paul Neary debuta en el tercer número incluido para ya no dejar el puesto en lo que resta de etapa y más allá. La historia cuenta cómo un indio navajo llamado Cuervo Negro recibe los poderes del espíritu de la tierra de las viejas naciones indias con el objetivo de redimirse de la ocupación inglesa. Cómo no, el primer objetivo es la figura que representa a esta nueva América, el Capitán América. Un episodio inicialmente crítico con la colonización inglesa de Norteamérica, pero más inofensivo en su resolución. Un final que simboliza la fraternidad entre ambos pueblos el autóctono y el invasor, un encaje de manos que parece forzado vistas las intenciones de Cuervo Negro. Supongo que el hecho de ser un número navideño también lleva a ello, al tratamiento de la historia en positivo, siendo la propuesta de matrimonio de Bernie a Steve la guinda al clásico final feliz de DeMatteis.
El epílogo del número, por cierto, nos advierte de la entrada de los Vengadores, incluido el Capitán América, en el portal hacia las Secret Wars. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, DeMatteis obvia cualquier referencia a lo ocurrido en la maxiserie tras el regreso de nuestro hombre.
Ahora sí, entramos en la monumental saga que ocupa el grueso de este volumen. Pronto averiguamos como la Madre Superiora es en realidad la hija de Cráneo Rojo, ni más ni menos, mientras que Zemo es recluido cual monigote para ser instruido en las profundas artes del mal. DeMatteis y Neary optan por crear una atmósfera de terror gótico tomando como cuartel del Cráneo Rojo un antiguo monasterio católico. De hecho, el guionista se recrea en los personajes sacrílegos, no sólo en la Madre Superiora, sino también en el grupo de «monjas del mal» a su cargo, las Hermanas del Pecado. Cuatro mujeres cada una de ellas con perversas capacidades acordes a sus nombres, Hermana Sueño, Hermana Placer, Hermana Agonía y Hermana Muerte.
Por otro lado, quizás en beneficio de esa atmósfera terrorífica, en la primera mitad de la saga el Cráneo Rojo aparece con el rostro ensombrecido. Una grafía extraña cuando es del todo evidente y confirmado de quién se trata.
Dentro de la apuesta por el terror gótico también podemos ubicar al primer obstáculo al que deben hacer frente el Capitán América y su nuevo compañero el Nómada. Más que nada porque el oponente, que se hace llamar el Asesino, viste el uniforme del Exterminador de Demonios, el que fuera miembro de los Defensores. El Asesino no es otro que Dave Cox, el amigo pacifista de Steve Rogers que perdió un brazo en la guerra del Vietnam. Cox es manipulado mentalmente por el Cráneo, siendo la primera víctima del entorno del Capitán América en sufrir las consecuencias del plan de su archienemigo. Porqué sus seres queridos van a ir cayendo uno tras otro en las garras del siniestro supervillano y sus «monjas» en su objetivo de destrucción de su odiado héroe abanderado. Nómada, Bernie, el Halcón y finalmente Arnie Roth, todos terminan capturados, siendo especialmente humillante el trato dado a Roth que, bajo manipulación mental, confiesa lo que ya habíamos adivinado acerca de su orientación sexual. Una condición, la de homosexual, que es fruto de vejación por parte de un Cráneo Rojo intencionadamente despiadado. Un Cráneo que vuelve a representar la antítesis del Capitán América y la perversión del Sueño Americano, como ya nos trasladó el propio DeMatteis en la anterior saga del villano alemán.
Dave Cox sirve también de excusa para recordar la guerra del Vietnam y las secuelas que dejó en miles de combatientes, pero el debate surge especialmente a raíz de una riña entre el Capi y un Jack Monroe muy bien caracterizado como hombre de otros tiempos que acaba de despertar y que es incapaz de comprender los ideales del pacifismo. Una vez más, el tratamiento de los personajes es uno de los fuertes de DeMatteis. No en vano, la relación entre Steve Rogers y Bernie Rosenthal, y sus idas y venidas, es una de las líneas que mayor juego aportan.
El guion, en esta primera mitad de la saga, adolece de cierta sensación de dispersión a la espera de pertinente explicación en la segunda. En lo que se refiere al apartado gráfico, el trabajo de Paul Neary dista de ser el de Mike Zeck. El dibujante es técnicamente limitado, sobre todo en lo referente a la anatomía –aunque a veces nos sorprende con figuras muy realistas– mientras que narrativamente se limita a cumplir.
La segunda mitad de la saga pertenece al Cráneo Rojo. El rojo rostro del villano se libra al fin de las sombras que lo habían estado oscureciendo, de modo que se crea un efecto de segunda irrupción del villano. Un Cráneo Rojo que decide contarle a su archienemigo su verdadera historia, un relato que acaba siendo el epicentro de la saga, desde el cual encajan todas las piezas. Un relato en el que no faltan algunos tópicos, caso del villano de difícil infancia, prácticamente sin padres, que creció en el cultivo del odio. El caso es que conocemos cómo el joven Johann Shmidt vio en Adolf Hitler su particular mesías, el salvador de su alma. Cómo fue revivido tras pasar décadas en animación suspendida, y cómo decidió concebir un sucesor al que adoctrinar en las mismas artes del mal, justo antes de descubrir que se estaba muriendo. De ahí resultaría una hija no deseada y la opción del Barón Zemo como alternativa a su sucesión. Y, por supuesto, el plan de llevarse consigo a la tumba al Capitán América no sin antes haber corrompido sus ideales.
La explicación es convincente y la caracterización de Cráneo Rojo va mucho más allá del nazi maligno, aplicando matices al personaje que nos hacen comprender un poco más el porqué de su personalidad. Sin embargo, creo que resulta decepcionante descubrir que el rostro calavérico del villano no era el suyo propio, sino que se trataba de una simple máscara roja.
Luego, también aquí se aclara el misterio de la tal Scarlet, la misteriosa mujer que seducía al Nómada al final del anterior volumen, y de la que ya ni nos acordábamos. Finalmente, la mujer no era más que una de las Hermanas Pecadoras, que utilizó a Monroe como vehículo para envenenar a Steve Rogers.
La batalla final entre los dos archienemigos no está falta de épica, pero la inesperada irrupción del Cuervo Negro me resulta algo impostada. Una secuencia creo que demasiada peliculera y condescendiente en pro de una feliz resolución.
El último número mensual incluido hace las veces de epílogo de la saga, pero ya sin la participación de J.M. DeMatteis, que abandona la colección en favor de Mike Carlin, guionista que permanecerá en el título durante un puñado de números, antes de la entrada definitiva de Mark Gruenwald. Un episodio que viene a cerrar el hilo relativo al progresivo envejecimiento de Steve Rogers a causa de su envenenamiento, y también qué ocurre con la Madre Superiora y las Hermanas del Pecado. Al fin y al cabo, un segundo final en favor de una heroicidad un tanto zalamera, intervención de los Vengadores incluida, y un feliz cierre para todos los participantes. Aunque también cabe añadir que no era éste el desenlace a la saga previsto por DeMatteis.
El volumen cierra con el anual número 8 de la colección, que precisamente esta escrito por el que pronto se convertirá en el nuevo guionista estable de la colección, Mark Gruenwald. El apartado gráfico, en cambio, corre a cargo del dibujante que abandonó el título en la anterior entrega, Mike Zeck.
Para la ocasión, el Capitán América forma equipo con Lobezno en una historia antibelicista en formato de thriller. Un antiguo agente de SHIELD que ahora cuenta con un supertraje y responde al nombre de Anulador, está obsesionado en inutilizar todo el arsenal atómico sin atender a posibles consecuencias. Para ello se vale de un robot TESS, residuo de un viejo proyecto nacido a la par que el de los supersoldado que dio origen al Capitán América. Unos enormes robots cuyo fin era contener a los futuros supersoldados ante la posibilidad de insurrección. Buena historia muy bien dibujada.
Conclusión.
Una muy buena saga para finalizar la etapa del Capitán América escrita por J.M. DeMatteis. Lo menos satisfactorio sería el apartado gráfico, además de algunas líneas de guion mejorables, en una saga que no se puede negar que deja una estimable huella.
Enlace a la ficha:
Buenas reseña, estimado Rockomic. Y buenos cómics. Especialmente en la parte dramática. No es mi DeMatteis favorito y se echa mucho en falta a Zeck en la mayoría del tomo, pero no sé puede negar que DeMatteis hizo un buen trabajo (incluso en las partes en las que estoy poco de acuerdo con sus decisiones respecto a algunos personajes, sus motivaciones y sus cambios, tengo que reconocer que pese a que yo no lo haría él todavía lo hace bien).
En cuanto a Neary (más conocido igual por sus labores como editor …o como entintador, que es como fue más reconocido con galardones de la industria), el «hermano pobre» en este lote, estamos ante su trabajo más prolongado como dibujante principal para el mercado EEUU. Aunque quizá el más destacado (y desde luego sí mi favorito) fue el de la serie limitada Nick Fury vs S.H.I.E.L.D. (también el trabajo más destacado del controvertido Bob Harras como guionista).