Reseñas: Iron Man: Marvel Gold 9: “En la Carretera” (1984-1985)

Vamos con una nueva entrega de las aventuras de Iron Man por Dennis O’Neil, dentro de la extensa etapa que el guionista escribió para el título del Vengador Dorado. O’Neil sigue acompañándose del dibujante Luke McDonnell, con la única excepción de un episodio ilustrado por Don Perlin. O sea, que sin novedades en el plano creativo.

El entintado sigue también en manos de Steve Mitchell hasta que, hacia el final del volumen, es sustituido por el equipo de entintadores formado por Ian Akin y Brian Garvey.

Recordemos que venimos de la segunda crisis alcohólica de Tony Stark, una crisis que quedó resuelta en el tomo precedente. Esta resolución es precisamente el condicionante que marca la diferencia entre este nuevo volumen y el anterior, cuando permite a Tony Stark incorporarse al equipo ya formado por el actual Iron Man, Jim Rhodes, y los hermanos Morley y Clytemnestra Erwin. Un equipo ocupado en fundar una modesta firma en el campo de la electrónica con la que poder disponer de ingresos económicos. Una compañía, por cierto, que recibirá el nombre de Circuitos Máximos (Circuits Maximus), me imagino que en referencia cachonda al Circus Maximus romano.

El caso es que, el ahora cuarteto, parte rumbo a Silicon Valley en un primer arco argumental que mete a la colección en el terreno de las road movies. Una aventura que toma el hilo dejado al final de la anterior entrega, cuando Iron Man se las veía con Tauro, uno de los integrantes de la banda del Zodiaco.

La cuestión es que el villano pretende quitar de la circulación a Iron Man en previsión de que pudiera descubrir los planes que se trae entre manos la organización criminal. Tras un estrepitoso fracaso en su propio intento, Tauro logra convencer en primera instancia a su colega Aries, que también falla como una escopeta de feria, y posteriormente a Acuario, que sí logra poner en aprietos al enlatado protagonista y a sus acompañantes. Nada digno de resaltar en el capítulo de la acción superheroica, francamente, en una etapa cuyo único interés prácticamente va a residir en el apartado más humano.

Como decía, Tony Stark se ofrece a su amigo Rhodey para ayudar en cuanto pueda a la fundación de la nueva sociedad. Y pese a que Stark lo hace de forma desinteresada, buscando ser útil en algo tras haber perdido todo su imperio a manos de Obadiah Stane, las cosas tomarán un cauce inesperado cuando Rhodey empieza a despertar un progresivo sentimiento de aversión hacia Tony. Un sentimiento cuya causa estaría en un repentino terror a perder su identidad como Iron Man.

El interés de prácticamente todo el tomo reside precisamente en esta cuestión. Porque lo que es el apartado más genuinamente superheroico viene protagonizado por supervillanos de segunda fila, siendo generosos, dentro de líneas argumentales cuya única función parece la de evidenciar la inexperiencia de Rhodey como superhéroe. Una creciente torpeza que contrasta con la clarividencia de ideas de Stark, cosa que no hace más que exasperar aún más al actual portador de la armadura.

De este modo, vemos desfilar por delante nuestro a Vibro, un nuevo villano capaz de crear terremotos, cuyo poder emana de los propios sismos, en la clásica historia del pobre diablo que clama venganza contra quien lo convirtió en una monstruosidad. A continuación, está el regreso de los Hermanos Grimm, un par de supervillanos gemelos, habituales de la colección de Spiderwoman, cuyos trajes esta vez caen en manos de dos nuevos portadores.

Más trayectoria ostenta Erik Josten, el villano inicialmente conocido como Power Man y posteriormente como el Contrabandista. Josten es el antagonista del número anual de turno, el único del tomo en el que no participa Dennis O’Neil, que descansa aquí en favor de Bob Harras. Un episodio en el que el maleante toma una nueva identidad, la de Goliat, nada menos. Y lo hace tras serle inyectado el suero de crecimiento inventado por Hank Pym por parte de Karl Malus, otro maloso también originario de las páginas de Spiderwoman.

El último villano de la etapa aquí recopilada también es de nueva factura. Se trata de Termita, un mutante con poderes similares al insecto que le da nombre, que por lo menos sirve para traer de nuevo a Obadiah Stane, aunque de momento sea en un papel secundario. Porque lo que es el supervillano, la caracterización que hace O’Neil de él lo deja bastante en ridículo en su doble cara de criminal a la vez que orgulloso escultor.

Pero, como digo, la lucha contra los supervillanos pasa por ser el marco que escenifica las desdichas de Jim Rhodes/Iron Man. Todo lo contrario que el antiguo portador de la armadura, quien se convierte en la voz de la conciencia del impulsivo Rhodey hasta el punto de salvarle el culo en varias ocasiones. Un resolutivo Tony Stark que contrasta con la inexperiencia de Rhodey, cosa que no hace más que poner distancia entre ellos. Entre otras cosas, Rhodes entra en cólera cuándo descubre que Tony está trabajando en una armadura de repuesto, del mismo modo que Stark se entera de que su amigo se ha unido a los Vengadores Costa Oeste por las noticias, no por boca suya. Unos Vengadores Costa Oeste de quienes Iron Man no tiene más remedio que aceptar su ayuda para vencer a Goliat, para mayor vergüenza suya. Incluso el misterio de las fuertes migrañas de Jim sirve para poner más leña al fuego.

El problema de todo ello está en que la reacción de Rhodey está absolutamente fuera de toda lógica. Una actitud a la defensiva y de inquina hacia Stark que, de ninguna manera, puede justificar su miedo a perder su identidad como Iron Man. Una reacción tan salida de madre que sólo cobraría sentido si O’Neil nos tuviera guardada alguna sorpresa en los tomos inmediatamente posteriores a éste, una sorpresa quizás relacionada con los repetidos episodios de dolores de cabeza de Rhodey.

Así que habrá que esperar a la siguiente entrega de la colección del superhéroe enlatado.

Conclusión.

La etapa de Denny O’Neil sigue en descenso con un volumen que, como mucho, no pasaría de aceptable. Villanos de segunda sobre tramas del montón y demasiadas vueltas sobre lo mismo. Y un despliegue gráfico del mismo calibre que los guiones.

Habrá que esperar a la siguiente entrega para determinar el cauce por el que transcurre todo.

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rockomic

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