Seguimos repasando la gloriosa etapa de los Cuatro Fantásticos de John Byrne con la segunda entrega de los cuatro volúmenes que la recopilan.
La determinación de Byrne de recuperar el espíritu de la etapa por excelencia y elemental del cuarteto, la de Stan Lee y Jack Kirby, alcanza quizás su máxima expresión en la serie de historias recopiladas en este segundo tomo. No sólo por el coprotagonismo de la mayoría de héroes y villanos que nutrieron aquellas historias, sino también por el brote de hilos argumentales surgidos de las cenizas de escenas imborrables, desde los Skrull convertidos en vacas, al Doctor Muerte cósmico, pasando por el monstruo subterráneo de los dominios del Hombre Topo.
Si en la segunda mitad del anterior volumen Byrne traía de nuevo a los Inhumanos, a Galactus, al Doctor Muerte y a Pantera Negra y Wakanda, el turno es ahora para la Zona Negativa y Annihilus, protagonistas estelares de la primera saga de este segundo tomo.
Pero antes, casualmente o no, las primeras páginas del primer número incluido actúan como paréntesis de distensión cotidiana entre saga y saga, cosa que nos van muy bien para ponernos en situación.
De este modo, comprobamos como el día a día de Reed y Sue se ve condicionado por la nueva situación de Franklin tras haber perdido sus poderes mutantes. Ello implica el traslado de Alicia a la sede del cuarteto bajo la labor de cuidadora del crío. Pero también la nueva condición de caseros del cuarteto condiciona la vida de nuestros protagonistas tras haber procedido a la compra del Edificio Baxter por entero, incluidas todas las viviendas bajo régimen de alquiler.
Por su parte, Johnny intenta encauzar su vida sentimental tras el fiasco de Frankie Raye, convertida ahora en el personaje cósmico Nova (nada que ver con el superhéroe de igual nombre) y nuevo heraldo de Galactus. De este modo, dos nuevas féminas entran en nómina en los papeles de interés amoroso y pretendiente, Juliette d’Angelo y Sharon Selleck.
Entrando en la saga en cuestión, resulta curioso como Byrne divide el bloque en dos hilos argumentales bien distintos. Por una parte, está la trama referente al ataque de Annihilus, la esperable en estos casos, pero la idea que el autor tenía en mente va más allá. Byrne se anima a descubrirnos lo que se cuece en un universo con infinitas posibilidades que hasta el momento ha sido muy poco aprovechado, como es la Zona Negativa. De modo que decide enviar al cuarteto a explorar el universo de la antimateria a través del portal de acceso, resultando en tres estupendas aventuras cósmicas. Algo así como si insertáramos una miniserie independiente en medio de la colección mensual. El caso es que los Cuatro Fantásticos viajan de mundo en mundo, recalando primero en un extraño planeta una de cuyas mitades la forma una entidad con vida, llamada Ootah, que tiene sometidos a sus habitantes. Pero no todo es lo que parece y los Cuatro Fantásticos, cegados por sus impulsos, cometen un grave error. Pero lo que más llama la atención es la forma en la que se nos presenta el comic-book. Y es que Byrne dibuja todo el comic-book con las páginas en posición apaisada, de forma que hay que leerlo en horizontal, como las clásicas tiras de prensa. Y no es la primera ocurrencia fuera de lo común que le veremos al bueno de Byrne en estas páginas.
La siguiente parada es en el planeta Kestor, donde el autor relata una historia de pura ciencia ficción, también con máxima final muy al estilo de los relatos cortos de Lee-Kirby de los primeros 60. Ante la inevitable destrucción de Kestor hace eones, los kestoranos eligieron una comunidad que partió en grandes arcas con el fin de salvaguardar la especie. Desde entonces, incontables generaciones vagan sin rumbo en busca de un nuevo mundo que los acoja, pero cuando logran al fin dar con un planeta pertinente quedan horrorizados ante la simple vista de un escenario natural.
Finalmente, el último episodio del viaje de Reed y los suyos por la Zona Negativa los lleva a Mantracora. Allí, las gentes del mundo ignoran estar gobernados por un cruel alienígena que usa sus mentes como energía para la nave que debe llevarle de regreso a su mundo.
¿Y qué pinta Annihilus en todo esto? Pues aquí es donde entra la otra cara de la saga. Porque resulta que al partir los Cuatro Fantásticos hacia la Zona Negativa el supervillano logra traspasar el umbral en sentido contrario. Ignorantes de lo sucedido, los Cuatro Fantásticos regresan al portal dándose de bruces con el plan de Annihilus que amenaza con resultar el fin de todo el universo conocido. El villano insectoide crea un campo anulador, con epicentro en el portal situado en el Edificio Baxter, que provocará el choque entre los dos universos, el de la materia y el de la antimateria, que significará el fin de ambas realidades. Un bloque argumental que cuenta con importantes invitados, no en vano (aparición testimonial de Daredevil aparte) lleva insertado un episodio de los Vengadores a modo de crossover. Pero es el genio de Reed Richards quien, una vez más, libra al mundo del fatal desenlace.
En definitiva, la saga es estupenda, destacando la escena de los Cuatro Fantásticos luchando por regresar a su mundo, visualmente espectacular. Una saga que acarrea algunas consecuencias, quedando Alicia y Franklin gravemente heridos a causa las torturas propinadas por un Annihilus más animal que nunca, dando lugar a preciosos cuadros de calidez familiar por parte de los protagonistas. Pero la más llamativa de ellas es el cambio en los uniformes del cuarteto provocado por la transferencia dimensional. Una buena idea para proporcionar un nuevo look a los Cuatro Fantásticos, resultando en los clásicos uniformes blancos y negros de la era Byrne.
El regreso de los grandes nombres.
El repaso a los protagonistas de la era dorada de los Cuatro Fantásticos no ha hecho más que empezar, porque, tras Annihilus y la Zona Negativa, se suceden los nombres de Galactus, el Doctor Muerte, Estela Plateada, Namor y el Hombre Topo. Casi nada.
Pero antes viene insertado un número correspondiente a la serie solista de la Cosa, colección que también estaba a cargo de John Byrne en la parte escrita, aunque dibujada por Ron Wilson. Un episodio que se incluye por un fino hilo argumental referente a la situación de Franklin, pero que no tiene mayor interés para la continuidad de la colección que nos ocupa.
Antes de entrar en materia, Byrne sabe conjugar de forma solvente el plano de la acción superheroica con aspectos más mundanos y otras obligaciones. De este modo, en los siguientes episodios Reed y Sue toman la determinación de mudarse a un hogar fuera del edificio Baxter por el bien de Franklin. Y no sólo eso, sino que Sue anuncia estar embarazada de su segundo hijo. Johnny, por su parte, también busca piso ante su deseo de mayor privacidad, como cualquier otro joven.
Mientras, en el Edificio Baxter entra en nómina un nuevo personaje, la recepcionista Roberta. En realidad, un robot indistinguible de una mujer de carne y hueso. Lo mismo que HUBERT, el simpático droide que vino a sustituir al malogrado HERBIE, que vuelve al ruedo tras ser reparado por Reed.
Galactus vuelve a tomar el protagonismo en un solitario número. Un número que tiene el mérito de concentrar tanta materia gris que una vez leído tenemos la impresión de haber terminado una saga de varios episodios. Si se trata de humanizar a antiguos villanos, Galactus se lleva la palma. Es cierto que ya hace un tiempo que no podemos considerar a Galactus exactamente villano, atendiendo a la necesidad vital que le obliga, pero también lo es que con John Byrne, y muy especialmente en el episodio que nos ocupa, descubrimos el lado más sensible de Galactus. Una divinidad, más vieja que cualquier planeta del Universo, que vive atormentada por el interminable exterminio de mundos y vida que provoca su necesidad de alimentarse. Un Galactus que por primera vez se plantea el fin de su existencia hasta que recibe la visita de otra divinidad que trasciende al tiempo, la Muerte como personaje cósmico. Una Muerte que es, al mismo tiempo, madre, esposa, hermana e hija de Galactus, que marca el camino de Galactus hacia la vida, en lo que yo interpreto como una metáfora del miedo a morir, del instinto de supervivencia que existe en todos los seres racionales.
Con la ayuda de su nuevo heraldo, Nova, Galactus da al fin con el alimento que prolongará su existencia, ni más ni menos que el Mundotrono Skrull. De esta forma asistimos, creo que, por primera vez, al proceso de consumo de un planeta por parte de Galactus. Desde las imágenes de la Emperatriz R’Klll y la Princesa Anelle, aterrorizadas ante la llegada de Galactus, hasta las espectaculares imágenes cataclísmicas de un mundo que se deshace hasta desaparecer. Y el primer personaje en sentirse complacido no es otro que quien una vez fuera la humana Frankie Raye. Una Nova que ha despertado un sentimiento de amor hacia el semidiós al que sirve, y cuya única causa es la existencia de su amado.
Para postre, el episodio termina con un epílogo en el que vemos a Reed Richards trasladarse a la Mansión de los Vengadores y allí desaparecer extrañamente absorbido por algún tipo de fuerza exterior.
En fin, numerazo.
Curiosamente, este mismo episodio lleva aquí insertado un número entero, justo antes del citado epílogo. Se trata del Fantastic Four annual #17, un número que vuelve a contar con la presencia virtual de los skrull, y es que Byrne aquí decide reabrir una línea argumental tan vieja como los propios Cuatro Fantásticos. Me refiero a aquel número 2 de la colección en el que se estrenaron los skrull. El episodio hace referencia concretamente a la escena final de aquel número, cuando tres representantes de esta raza de metamorfos fueron condenados a vivir el resto de sus vidas tomando la forma de tres vacas lecheras.
La acción se sitúa en el pueblo aislado de King’s Crossing, cuando Sharon Selleck queda atrapada por sus habitantes. Unos residentes que se comportan de forma extraña y enigmática. La causa de ello hay que buscarla precisamente en aquellos skrull-vaca, cuya leche fue consumida por los lugareños provocando una modificación genética de sus cuerpos y mentes. Genial.
En síntesis, un eficaz relato de misterio y ciencia ficción en el que, por supuesto, no falta la intervención de los Cuatro Fantásticos. El remedio viene por parte de Reed Richards, en lo que resulta una muestra más de los arreglos y soluciones imposibles del cerebrito que vienen marcando esta etapa, y que son quizás el mejor homenaje a la bendita inocencia que destilaban aquellos cómics de los primeros 60.
El Doctor Muerte protagoniza la siguiente línea argumental. Y lo de protagonizar es casi en sentido absoluto, porque el primer episodio está dedicado exclusivamente a su persona, siendo el primer comic-book de los Cuatro Fantásticos donde el cuarteto no aparece en ninguna viñeta.
En un episodio en retrocontinuidad por unos meses, Byrne nos muestra una Latveria de nuevo prospera y en paz bajo el gobierno de Victor Von Doom. Incluso vemos a Muerte desempeñar el papel de educador, de “padre”, de un niño llamado Kristoff Vernard que ha quedado bajo la tutela del estado tras fallecer su madre. Pero que nuestros ojos no nos engañen, porque no estamos ante otro caso Magneto. Da gusto comprobar como el retrato que hace Byrne de Muerte es el del tirano déspota de siempre cuya obsesión sigue siendo destruir a los Cuatro Fantásticos a toda costa.
Precisamente, Magneto sirve aquí de instrumento para una puyita a su antiguo comparsa Chris Claremont cuando Kristoff tiene la osadía de comparar a Magneto como su igual, a lo que Muerte responde maldiciendo la actitud indulgente del mutante.
Aquí viene a colación también recordar el anual 5 de la Patrulla-X, con los Cuatro Fantásticos como héroes invitados ya cuando Byrne estaba al mando de la colección de los 4F. Allí, Claremont parecía hacer befa de la Chica Invisible metiéndola en su viejo papel de ama de casa y cocinera al servicio de sus hombres. Casualidad o no, para la ocasión, aprovechando la ausencia de Reed, Byrne erige a Sue en una auténtica líder durante varios números. Una líder implacable que, incluso estando embarazada, no rehúye batalla alguna.
Ignoro si había pique entre ambos autores y probablemente tan solo se trataba de guiños simpáticos que se iban propinando mutuamente. De hecho, el juicio a Reed Richards, que comento más abajo, toma un hilo iniciado por Claremont en la Patrulla-X, posiblemente acordado con Byrne.
Siguiendo con la saga de Muerte. El plan del villano consiste en restaurar el poder cósmico de Estela Plateada, que una vez absorbió en propio Doc Muerte en aquella mítica saga, y transferirlo a un improvisado lacayo con el fin de destruir a los Cuatro Fantásticos. El elegido no es otro que Terrax, el antiguo heraldo de Galactus, ya bajo su nombre original, Tyros, el terrible. El resultado es una espectacular batalla hasta que Muerte pierde el control sobre su subordinado y tiene que irrumpir la propia Estela Plateada a acabar con la amenaza de Tyros. Otra magnífica saga que recupera esa encantadora sencillez de la era Lee-Kirby.
El turno ahora es para un crossover con la colección Alpha Flight, aprovechando que Byrne es también su autor completo. Una historia en la que Sue forma tándem con Namor frente a la amenaza de turno. El problema es que se trata de una línea argumental perteneciente a Alpha Flight de la que aquí sólo se incluye el episodio que afecta a los Cuatro Fantásticos. Para disfrutar de la saga en toda su extensión habría que pasarse por el correspondiente tomo recopilatorio de Alpha Flight de John Byrne.
En cualquier caso, la parte que concierne a Susan Storm y a Namor se puede leer sin problemas. Namor acude a sus amigos en busca de ayuda tras haber descubierto una extraña estructura tecnológica bajo el hielo del ártico. Namor y Sue descubren allí como un tipo que se hace llamar el Amo del Mundo tiene atrapada a Marrina, la miembro anfibia del grupo canadiense. Para la posterioridad queda ese beso de agradecimiento de Namor a Sue que la mujer recibe con agrado.
El juicio a Míster Fantástico y el viejo orden cambia.
Finalmente, Sue encuentra tiempo para abordar la extraña ausencia de su marido. Así, la mujer se traslada a la sede de los Vengadores para, al fin, descubrir que Reed ha desaparecido en circunstancias extrañas. Ante el desconcierto del trio fantástico restante, la única esperanza está en acudir a quien observa todo lo que ocurre en el Universo, el Vigilante. A partir de aquí entramos en otro de aquellos episodios que tocan temas espinosos, lejos de cualquier escena de acción, pero con la diferencia de que a Byrne se le ocurre añadir un inesperado toque de informalidad, quizás con el objetivo de quitarle solemnidad al asunto. La trama no es otra que el juicio a Reed Richards en algún lugar del Cosmos, acusado de complicidad en los exterminios llevados a cabo por Galactus al haberle salvado la vida, mientras que la ocurrencia de Byrne consiste en introducirse a sí mismo como personaje, incluso asistiendo al propio juicio. Un personaje más del episodio al que los protagonistas reconocen como el autor de las aventuras que están viviendo, en lo que es una primera muestra del humor que destilará años más tarde en su etapa como autor del título de Hulka. Hulka, indiscutible hija adoptiva de Byrne, creativamente hablando, como empezaremos a constatar unos párrafos más abajo.
Ya Chris Claremont nos había puesto sobre aviso de la celebración de una historia como esta en las páginas de la Patrulla-X, en una escena en la que la emperatriz Shi’ar Lilandra proclamaba castigar a los Cuatro Fantásticos por haber salvado la vida de Galactus. Una Lilandra que se presenta al juicio escudada por el Gladiador de la Guardia Imperial y tomando partido como parte acusadora. Amén del testimonio de contados supervivientes de infinitas civilizaciones consumidas por Galactus, entre ellos un skrull.
Pero, ¿Quién juega el papel de abogado defensor? Pues el propio Uatu, que en este episodio parece hacer un curso acelerado de cómo saltarse su juramento de no intervenir bajo ninguna circunstancia. En su caso, los testigos que declaran lo hacen en favor de Galactus. Nombres de inmensa magnitud como Odín, que sirve de excusa para contar el origen ancestral de Galactus; el mismo Galactus, que se muestra agradecido con Richards; y finalmente Eternidad, que hace el definitivo razonamiento de por qué Galactus debe tener asegurado un lugar en el Universo.
Dejando de lado la parte más cómico-surrealista, cuya acogida puede ser más imprevisible, el arco argumental es excelente, uno de los mejores de toda esta etapa. Una historia que no hace más que poner sobre la mesa el clásico interrogante que expresa si dejaríamos morir a una persona sabiendo que, de esta forma, salvaríamos la vida de muchas otras. Un relato profundo y reflexivo que, a la postre, creo que tiene un claro vencedor en la figura de Galactus.
El tramo final del tomo nos tiene preparadas no pocas sorpresas y emociones.
De entrada, nos encontramos con el retorno de uno de los villanos clásicos de la colección y primero al que se enfrentó el cuarteto protagonista, el Hombre Topo. Pero no sólo eso, sino que el soberano del mundo subterráneo viene acompañado del enorme monstruo con el que atacó el mundo de la superficie en aquel lejano Fantastic Four #1. Una criatura que en el futuro sería bautizado con el nombre de Giganto.
Sin embargo, el Hombre Topo, que en sus últimas apariciones ya había mostrado síntomas de haberse reformado, no participa aquí como antagonista, sino como aliado del cuarteto protagonista. El villano para la ocasión es Alden Mass, un magnate propietario de un parque temático. Un lunático cuya obsesión enfermiza por el supuesto enfriamiento paulatino de la Tierra lo lleva a abrir un kilométrico pozo hasta el núcleo terrestre con el fin de recalentarlo. Para ello secuestra a la Antorcha Humana, de quien se servirá de sus poderes flamígeros en fase nova para insuflar llama vital al núcleo a través del túnel vertical. Un guion tan fascinante como disparatado en su desmesura para completar otra historia de diversión y emociones.
Una historia que lidera la vertiente más aventurera y de acción dentro de un último tramo de episodios que se circunscriben más en lo emocional.
Y es que Byrne decide pegar un salto de cuatro meses de un número para otro con el fin de abordar el final del embarazo de Sue. De este modo, nos encontramos con Susan Storm en avanzado estado de gestación y ya instalada junto a su marido en su nuevo hogar. Resulta llamativa la forma como la pareja intenta pasar desapercibida entre el vecindario. Ademas de cambiar su apellido de casados (Richards) por el de Benjamin y del uso de una peluca morena en el caso de Sue, Reed utiliza sus poderes de elasticidad para modificar sus facciones, como si se tratara de un metamorfo skrull. Por otro lado, la Cosa pasa por un periodo de angustia al sentir que no tiene derecho a arrebatar a Alicia la posibilidad de vivir una existencia normal lejos de una masa de rocas.
Esto último es parte de otro número correspondiente a la colección propia de la Cosa. Un número que viene incluido más que nada por contener la escena estrella de los cómics publicados ese mes en Marvel. La escena en la que vemos como los principales superhéroes de la casa entran en el portal que los llevará a las Secret Wars, la famosa maxiserie limitada que acabaría siendo un éxito incontestable. Aunque, en el caso que nos ocupa, la Chica Invisible es la excepción y no desaparece en la extraña construcción en Central Park como sus tres compañeros.
El número de regreso de las Secret Wars consta de dos episodios. El primero de ellos quiere evidenciar como el cuartel de los Cuatro Fantásticos en el Edificio Baxter ha quedado vacío tras el cambio de lugar de residencia de todos los miembros del grupo, pero también como dista de ser un edificio desprotegido. De este modo, Byrne nos cuenta una pequeña historia de un torpe asalto al cuartel por parte de un villano que en el pasado ya había provocado alguna risa, el Trampero. Un Trampero que hace el ridículo siendo derrotado por Roberta, la recepcionista robot de la sede de los Cuatro Fantásticos.
El otro episodio es el que aborda el regreso desde las Secret Wars, un regreso que guarda una monumental sorpresa para Sue y para Alicia: la Cosa no se presenta junto a Reed y Johnny, haciéndolo en su lugar Hulka ataviada con el uniforme de los Cuatro Fantásticos. Las razones de ese cambio y por las que Ben decide permanecer en el lejano planeta son ya parte de la maxiserie Secret Wars.
La línea argumental que cierra el tomo resuelve la trama relativa al embarazo de Sue. Un embarazo que se complica poniendo a la madre en situación de extrema gravedad. Reed solicita ayuda a los mayores expertos en radiación, concretamente los doctores Walter Langkowski (Sasquatch), Bruce Banner y Michael Morbius, pero quien realmente puede solucionar la papeleta resulta ser un peligroso supervillano. Ni más ni menos que Otto Octavius, alias el Doctor Octopus, a quien Reed tendrá la difícil papeleta de convencer para que salve la vida de su esposa. La búsqueda del Doctor Octopus da para un comic-book entero, con batallita incluida, pero antes Byrne tiene espacio para insertar una historia contada por Alicia a modo de remembranza de Ben y Sue. Una historia dibujada por Kerry Gammill que a buen seguro se inventó Byrne con el fin de aligerar su apretada agenda (además de los Cuatro Fantásticos se ocupaba también de Alpha Flight y del guion de La Cosa). Alicia cuenta como Sue una vez salvó a la Cosa tras quedar bajo el control de Carisma, una criminal cuyo maquillaje facial le confería el poder de hacerse con la voluntad de cualquier hombre.
En lo referente al Doctor Octopus, resulta curioso como Reed parece tener en el villano un inesperado poder de persuasión. El caso es que, finalmente, la ayuda de Octavius no es necesaria al recuperarse Sue tras, eso sí, haber perdido al bebé.
El último episodio significa la presentación a la ya ex-vengadora Hulka, de las instalaciones ubicadas en el Edificio Baxter que pasan a ser su nuevo lugar de “trabajo”. Pero Byrne no desaprovecha la ocasión de abrir un nuevo hilo cuando el grupo sufre el ataque de la máscara del Doctor Muerte, que permanecía expuesta en una vitrina. El misterio sobre quién está detrás del ataque ya es materia a tratar en la siguiente entrega.
Conclusión.
Un segundo volumen sensiblemente superior al primero.
Historias tan apasionantes como sensibles. Guiones y diálogos maduros y reflexivos, pero al mismo tiempo guardando ese lado encantadoramente ingenuo de los tiempos de Lee-Kirby.
Una página esencial de la trayectoria de los Cuatro Fantásticos.
Enlace a la ficha:
- Reseñas: Los Micronautas: Marvel Omnibus: La Etapa Marvel Original 1 (1979-1981) - 10 June, 2025
- Reseñas: Biblioteca Marvel 89: Daredevil 7 (1968) - 22 May, 2025
- Reseñas: Biblioteca Marvel 88: La Patrulla-X 8 (1968) - 22 May, 2025
Gran etapa. Con algunos de los mejores momentos de la larga serie. Byrne on the top.
Buen trabajo, Rockomic.



Impresionante arte el de Byrne.
Gracias Rockomic
Magnifica etapa de lis 4 fantasticos …..
Los 4 4FANTASTICOS de Byrne es de los mejores cómics marvel que se pueden leer, quien no los haya leído ,esta tardando…
Muy buena reseña ROCKOMIC…..
Gracias, amigos.
Qué disfrute, esta etapa.
Muy buena etapa … y merece la pena tenerla en este formato de Marvel Heroes … desde luego mejor que los que compraron toda esta etapa en el coleccionable en rústica … posiblemente de saldo …
¡¡ Un saludo ¡¡¡
Feliz Navidad, Rock. Y a todos.




Imperdible etapa de los 4F, Feliz Navidad a Rock y a todos