Este segundo volumen recopilatorio correspondiente a la colección de los Nuevos Mutantes podemos afirmar que recoge la etapa con mayúsculas de esta colección, la que, sin duda, es la más recordada de toda su extensión. Y lo es, más que nada, por el apartado gráfico, que es el que marca la diferencia respecto al periodo precedente y al posterior.
La salida de Sal Buscema al final del anterior tomo significó la entrada de un dibujante con el que la colección entraría en una nueva dimensión. Bill Sienkiewicz venía de realizar una larga etapa en el Caballero Luna, una etapa en la que su arte experimentó una progresiva evolución hacia lo que precisamente nos encontramos al inicio del tomo que nos ocupa. De su inicial estética y narrativa «estándar», fuertemente influenciada por Neal Adams, Sienkiewicz supo abrir un camino propio a partir del momento en que empezó a entintar sus propios lápices. Pero no era ése el final de trayecto de Sienki en su crecimiento como artista gráfico de cómic, pues todavía tendría la oportunidad de continuar su viaje en otro título: los Nuevos Mutantes.
Bajo la batuta de Chris Claremont, efectivamente, Sienkiewicz logra ir más allá y pegar un salto hacia una estética y una forma de narrar historias, insólita hasta ese momento. El salto evolutivo respecto a lo hecho en sus últimos números del Caballero Luna ya es evidente en la primera mitad de la etapa englobada en este tomo (y eso que todavía irá más allá en la segunda). Un arte caracterizado por las líneas angulosas y trazos que dan una falsa impresión de abocetado, en un estilo que parece influenciado por el expresionismo, focalizando el interés en las figuras al mismo tiempo que evita los fondos y los detalles. Todo lo contrario, Sienkiewicz tiende a ensombrecer a los personajes con juegos de contraluz, evocando así atmósferas lúgubres.
Definitivamente es el Sienkiewicz más personal y auténtico. Un estilo radicalmente opuesto a lo disfrutado en la anterior entrega de esta colección, cuando los dibujantes que acompañaban a Chis Claremont eran dibujantes arquetípicos como Bob McLeod o Sal Buscema, por lo que no hay otra que hacer un cambio de mentalidad si queremos disfrutar de estas historias.
Al inicio de este nuevo volumen, el grupo sigue formado por Psique, Loba Venenosa, Bala de Cañón, Mancha Solar, Magma y Magik. Jóvenes, recordemos, que han sufrido algún tipo de trauma a causa de un pasado marginal o de exclusión social. Si a eso le sumamos que los poderes de Rahne y de Roberto son susceptibles de provocar miedo, que el pasado de Dani y el de Amara son igualmente inquietantes, y que Illyana es directamente un personaje con raíces demoníacas, tenemos que el giro hacia una estética más oscura y tenebrosa tiene todo el sentido.
Y precisamente el primer arco argumental de la etapa es una historia de puro terror. Claremont decide abordar el misterio del enorme oso que acosa a Dani Moonstar en terribles pesadillas. Es la saga del Oso Místico, una de las más significativas de la etapa y que es toda una declaración de principios de lo que nos va a deparar la etapa. Danielle se enfrenta al enorme oso para terminar con su cuerpo casi descuartizado y al borde de la muerte. El oso quiere representar una especie de maldición india que persigue a la joven tras haberle privado de sus padres. Un ente mágico que dispone de su propio mundo, lugar al que traslada a los Nuevos Mutantes para afrontar la batalla final. El oso aparentemente muere, pero el misterio de su amenaza queda sin resolver, quizás dejando la posibilidad de un segundo capítulo para el futuro. No hace falta decir que Bill Sienkiewicz contribuye decisivamente a contextualizar la historia meced a un trabajo de primera creando atmósferas opresivas y aterradoras.
La aventura nos deja la introducción de dos nuevos personajes, el agente de policía Tom Corsi y la enfermera Sharon Friedlander, dos personajes que, después de pasar por las manos del diabólico oso, se encuentran con su piel enrojecida, como los nativos americanos, para siempre.
En estos primeros compases de la etapa sigue, por supuesto, el avance en la caracterización de los personajes. Rahne Sinclair confirma sus temores a todo lo que pueda oler a demoníaco, incluidos sus compañeros Illyana y Rondador Nocturno, miedos que tienen mucho que ver con la educación recibida por parte del Reverendo Craig, un fanático religioso que paradójicamente considera a la propia Rahne una enviada del diablo. Por otro lado, Illyana descubre cómo al invocar a su Espada Alma su cuerpo aparece mágicamente recubierto por una armadura, así como también tiene la capacidad de desplazarse al Limbo que una vez fue su hogar y hasta invocar a criaturas demoníacas.
De hecho, Claremont dedica un número doble a dar rienda suelta a su clásico culebrón. Un número que relata una fiesta de pijamas organizada en la mansión mutante, caldo de cultivo ideal para seguir con la caracterización de las piezas del tablero de juego. Un número en el que ocurren muchas cosas, entre otras, que Dani pasa a sustituir su nombre de guerra, Psique, por el de Espejismo. También tenemos la incorporación de dos nuevos miembros al grupo, uno de los cuales es Doug Ramsey, el amigo de Kitty Pryde ya presentado anteriormente, que adoptará el alias Cifra. La otra incorporación es la estrella indiscutible del episodio y la gran novedad de la colección. Estoy hablando, claro está, de Warlock, un alienígena, sin relación alguna con el conocido héroe cósmico de igual nombre, que aterriza en la mansión atraído por la fuente de energía de la que se alimenta. El personaje huye de una muerte segura a manos de su progenitor, llamado Magus, como es tradición en su especie. Pero lo más insólito es el diseño de Warlock por parte de Sienki, porque hasta ahora no habíamos visto nada igual en el UM. Es difícil de describir algo así, pero podríamos imaginarnos una pintura de Kandinsky con vida propia. Un ser tecnoorgánico dibujado sobre un fondo negro y sin una forma estable, que a primera vista pasa por un personaje de terror. Sin embargo, Warlock es todo lo contrario, es como un niño asustadizo que viene para poner las notas de humor y de ternura merced a su increíble capacidad metamórfica y a su personalidad infantil.
Siendo una especie de máquina orgánica, todo lo que toca Warlock lo puede convertir en mecánico, pero también es capaz de modificar su cuerpo hasta el extremo de pasar perfectamente por un ser humano y así poder pasar desapercibido al lado de sus nuevos compañeros. Warlock, pues, no es un mutante, pero, aun así, es aceptado por el Profesor X para formar parte del grupo.
El primer número anual de la colección supone un punto y aparte que ni siquiera está ilustrado por Bill Sienkiewicz. Un episodio autoconclusivo dibujado por el artista inicial de la colección, Bob McLeod, que, situado entre los episodios de la colección mensual, nos sirve para apreciar la enorme distancia existente entre dos estilos gráficos radicalmente opuestos.
Los Nuevos Mutantes ya se desplazan como octeto, con la incorporación de sus nuevos componentes y de una Dani Moonstar milagrosamente recuperada, en una historia menor en la que los chavales se regalan una jornada lúdico-festiva acudiendo en bloque a un concierto de rock. Por supuesto, el feliz acontecimiento no tarda torcerse cuando irrumpe un fornido alienígena dispuesto a rendir cuentas con la líder de la banda: una rockera que lleva por nombre Lila Cheney que resulta ser una mutante con poderes de teleportación. La chica termina siendo el foco sobre el que gira la historia, primero porque no se corta en seducir a un acomplejado Sam Guthrie, y segundo, porque la mujer resulta ser una traficante, pero a lo grande. Lila tenía apalabrado ni más ni menos que el planeta Tierra para vendérselo a una raza alienígena. Y es que la chica ni siquiera vive en la Tierra, sino en una esfera de Dyson. Esto es una hipotética biosfera energética autosuciciente que se inventó un físico llamado Dyson, una megaestructura muy usada en la ciencia ficción, que aquí parece la excusa sobre la que se edifica la historia.
En definitiva, una entretenida aventura cuya trascendencia creo que hay que relativizar. En cualquier caso, volveremos a saber más de Lila Cheney, mucho más, y también de su especial relación con Bala de Cañón.
Sienkiewicz desatado.
La siguiente saga recupera el hilo de un episodio que ni siquiera escribió Chris Claremont. Se trata del Marvel Team-Up anual número 6, a cargo de Bill Mantlo, que fue incluido en el primer tomo de esta colección. Los Nuevos Mutantes y Capa y Puñal eran las estrellas invitadas de Spiderman en un episodio que volvía a sacar el fantasma de los experimentos con el uso de drogas en adolescentes. Claremont decide hacer de la historia un relato de pesadilla, empezando con un cuento de hadas de terror nacido de la alterada mente de Rahne Sinclair y convertido en poesía visual por parte de Bill Sienkiewicz.
El caso es que tanto Rahne como Roberto sufren las consecuencias de haber sido inyectados con la misma droga que hizo de Capa y Puñal adolescentes con superpoderes, al tiempo que estos últimos han quedado limpios y desprovistos de sus poderes. Unos superpoderes que ahora han pasado precisamente a Mancha Solar y a Loba Venenosa. Tras un intento de exorcismo a ambos jóvenes por parte de Illyana, la solución está en los propios Capa y Puñal, que no tienen otra que revertir la situación ante la creciente amenaza que suponen Rahne y Roberto.
Una estupenda saga que, hacia la mitad, viene marcada por el definitivo paso adelante del arte de Bill Sienkiewicz. Su estilo llega ya aquí a un extremo que no gusta a todos y, efectivamente, hay que reconocer que puede resultar demasiado abstracto para lo que no deja de ser un cómic de superhéroes. El trazo pasa a ser más indefinido, a la par que todavía más anguloso, hasta el extremo de que las figuras parecen afearse. Incluso parece como si Sienkiewicz dibujara más apresurado, pero no creo que sea el caso, sino que, en su evolución, tiende a sugerir formas en lugar de perfeccionarlas. Las viñetas o páginas a menudo parecen una sucesión de pinturas, como si de una galería de ilustraciones se tratara, más que parte de una narración gráfica. Pero bueno, la cuestión es que su arte no deja de fascinarnos y le va al dedillo para lo que nos quiere contar Chris Claremont en la siguiente saga, muy especialmente.
Antes, hay que hacer referencia a los muchos interludios que comparten continuidad con la serie madre de la Patrulla-X y que suman en la creciente impresión de universo mutante autónomo. Hilos argumentales que primordialmente se desarrollarán en el título de la Patrulla-X, pero que avanzan también en las páginas de la colección que nos ocupa. De este modo, vemos a Selene, presentada en el anterior volumen, unirse al Club Fuego Infernal de Sebastián Shaw, lo mismo que el propio Emmanuel DaCosta, el despreciable padre de Roberto. O también vemos a la Reina Blanca al frente de la academia de Massachusetts, una especie de delegación del Club también presentada en la anterior entrega de esta colección.
Luego, quien se pasa también por estas páginas es Magneto, cuya evolución hacia los postulados de Xavier vive aquí un importante capítulo a lo largo de varios números. Rescatado por Aleytys Forrester de morir ahogado, nos encontramos con un insólito Magneto psicológicamente vulnerable y sensible, que incluso es capaz de vivir un romance con Aleytys, una humana. Por no hablar de la recurrente participación en las tramas de diferentes miembros de la Patrulla-X.
Ahora sí, es el turno para una de las líneas argumentales más recordadas de esta etapa, quizás la que el guion de Claremont parece más hecho pensando en exprimir todas las posibilidades del arte de su compañero.
La idea nace también a partir de un hilo iniciado en el primer tomo, el que hace referencia al hijo que Charles Xavier ignora que tiene. La antigua amante israelí de Xavier, Gabrielle Haller, se presenta en el Centro de Investigación de la Isla Muir, dirigido por Moira MacTaggert, lugar donde está internado el propio hijo de Gabbi, David Haller, un adolescente que sufre de un severo autismo. Y de algo más…
El caso es que David deja en estado catatónico a Tom Corsi y a Sharon Friedlander, cuya extraña transformación en indios estaba siendo examinada en el Centro, para seguidamente hacer lo propio también con Moira, Rahne, Gabrielle y Doug. En esas que la solución al suceso pasa porque el Profesor X, acompañado de Dani, entre en la mente del chico en un viaje psíquico. Xavier descubre así que David es su propio hijo, y cómo también es un poderoso mutante que ostenta una tríada de poderes mentales: telepatía, telequinesis y piroquinesis. Tres poderes que la psique de David manifiesta en forma de tres personajes: el aventurero Jack Wayne, que representa el poder telequinético, la rebelde Cyndi, que es la piroquinética, mientras que el árabe Jemail Karami encarna su capacidad telepática. Tres personajes que dan vida a Legión, alias con el que es bautizado el nuevo mutante, y que son los causantes del desorden mental que sufre el vástago de Xavier. Una alteración psíquica originada por un trauma del pasado que, sumado a su condición de autista, dan para un terrorífico viaje al interior de la mente, con un Chris Claremont en modo surrealista y un Sienkiewicz más libre que nunca. Un arco argumental apabullante que, desde luego, no deja a nadie indiferente.
El siguiente ciclo argumental marca la despedida de Bill Sienkiewicz de la colección. Una saga perfectamente divisible en dos mitades, la primera de las cuales corre a cargo de Sienki y la segunda está dibujada por Steve Leialoha.
Claremont vuelve a tirar de un hilo ajeno para contarnos la historia. En concreto, el hilo de lo ocurrido en la miniserie protagonizada por Dazzler y la Bestia «Beauty and the Beast«. Una serie donde Ann Nocenti nos presentaba a una organización de mutantes, apasionados de la lucha en la arena, llamada los Gladiadores. Las víctimas para la ocasión son Amara y Roberto, que son reclutados por los Gladiadores y coaccionados para obligarles a luchar, mientras Sam y Illyana acuden al rescate con la ayuda de Lila Cheney y de Alison Blaire, la propia Dazzler. El problema de esta primera parte de la saga está en que coincide con el macro evento Secret Wars II, siendo uno de los números parte integral del mega acontecimiento. De ahí la inesperada presencia del Todopoderoso y la incorporación por sorpresa de Rachel Summers y de Kitty Pryde, que se suman a Sam y Alison en el papel protagonista de la aventura.
Pero la gran sorpresa de la saga corresponde sin duda al regreso de Karma, la desaparecida miembro fundador de los Nuevos Mutantes que, lejos de estar muerta, reaparece convertida en la supervillana de la historia y con unos cuantos kilos de más. Efectivamente, Karma es ahora una desagradable mujer de 300 kilos.
La segunda parte de la saga, ya sin Bill Sienkiewicz y con la novedad de Steve Leialoha en su puesto, consiste en la búsqueda y recuperación de Karma por parte de sus antiguos compañeros. Primero Madripur y luego El Cairo son los escenarios de este arco argumental con participación de los ocho integrantes de los Nuevos Mutantes, más la suma de Tormenta y de los demonios invocados del Limbo por Magik y liderados por el grotesco S’ym. Una Illyana que focaliza el mayor protagonismo al liberar a sus compañeros del control mental ejercido por Karma. Una Karma que en realidad no es dueña de sus actos, sino que está poseída por el verdadero villano de la obra, el egipcio Amahl Farouk.
En lo referente al apartado gráfico, Leialoha intenta ponerse en la piel de su predecesor imitando su estilo de trazos indefinidos y formas angulosas, pero sin ningún tipo de suerte. Mejor hubiera sido encontrarnos a un Leialoha más suyo y menos forzado, pero, de todos modos, la aventura es francamente entretenida y lo vale.
Las Guerras Asgardianas.
Para cerrar el volumen, salimos del título mensual para adentrarnos en una especie de mini evento que se desarrolla a lo largo de tres colecciones o formatos diferentes. Se trata de las Guerras Asgardianas, un conflicto provocado por el dios del engaño, Loki, tras lo acontecido en la espectacular saga de Surtur. Para la ocasión, se incluye tan sólo la parte del crossover con participación de nuestros mutantes adolescentes. Esto es, el especial de 65 páginas New Mutants Special Edition y el anual número 9 de la Patrulla-X, quedando fuera la miniserie de dos números de la Patrulla-X y Alpha Flight. Chris Claremont viene esta vez acompañado por el dibujante Arthur Adams, que no es precisamente un manco de la ilustración, pero cuyo estilo detallado y recargado nada tiene que ver con el de Sienkiewicz.
Loki pretende hacer de Tormenta su diosa del Trueno particular con la que poder usurpar el trono a su hermano Thor, digno heredero tras la desaparición de Odín. Para ello cuenta con la ayuda de la Encantadora, que con su magia accede a traerle a la mujer-X. Sin embargo, los Nuevos Mutantes, ya con Karma de nuevo en las filas del grupo, interfieren en el plan de la asgardiana para acabar todos ellos desperdigados por los Diez Reinos previo paso por el Limbo de Illyana. Empieza así un épico relato en el que cada uno de los nueve mutantes vive su propia aventura en la parte de reino que le ha tocado. Paisajes ya conocidos del universo asgardiano, caso del Reino de los Enanos, el desierto de Asgard o Hel, entre otros. Precisamente, Illyana vuelve a centrar buena parte de las miradas al ser su lado oscuro el arma que usa la Encantadora para capturar a sus compañeros.
Pese a que algunos de nuestros protagonistas sufren transformaciones físicas (Magma se convierte temporalmente en elfo y Karma adelgaza hasta su talla original), no creo que la saga signifique un notable avance en el desarrollo de personajes, sino que estamos más bien ante una aventura pura y dura. Una aventura que tiene su continuación en el anual de la Patrulla-X, con la incorporación del grupo liderado por Cíclope al rescate de Ororo.
Aquí vemos cómo en el Reino de los Enanos el maestro herrero Eitri forja un nuevo martillo uru que acabará en las manos de una Tormenta manipulada mentalmente por Loki. Una aventura que termina de forma espectacular gracias a imágenes impactantes como la de Tormenta blandiendo el martillo o la de Lobezno abriéndose paso ante el infinito poder de la nueva diosa y la posterior irrupción de Hela reclamando el agonizante cuerpo de Logan. Todo ello gracias, en gran parte, al estupendo trabajo de Arthur Adams con el lápiz, pero también al notable guion de Claremont.
La saga nos deja también algunas novedades para nuestros jóvenes héroes. Al regreso de la Karma original se suma el transitorio romance vivido por Rahne con el Príncipe Hrimhar, un asgardiano de forma lupina, pero, por encima de todo está Espejismo. La cheyene descubre su pasado como valquiria y se trae de Asgard un precioso caballo alado llamado Brisa.
Conclusión.
Ya sólo por la revolución que significa el arte de Bill Sienkiewicz creo que merece la pena darle una oportunidad a esta etapa.
En cualquier caso, la suma de Claremont y Sienki dan como resultado un volumen imprescindible. Indudablemente, el mejor de la colección dedicada a los Nuevos Mutantes.
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Buenos autores y buenas etapas. Y pedazo reseña (con su trabajazo).
En su día el trabajo de Sienki generó tanto amor como odio.
¡Sienkiewicz¡ Tengo este OG por el, muy buen material y de lo poco que leí en mi juventud en su edición de Forum me alucinaba. Gracias a esta edición he podido leer y disfrutar completamente de esta rara avis marveliana en toda su gloria