Reseñas: Marvel Two-in-One: Marvel Limited Edition 5: «Llámale… ¡Monstruo!» (1981-1982)

Llegamos al quinto y penúltimo tomo que recopila la clásica colección protagonizada por la Cosa y amigos. Un tomo que toma el relevo del que es, con diferencia, el mejor de la serie, el que recoge la etapa guionizada por Mark Gruenwald y Ralph Macchio, de modo que la incógnita está en saber si la relación de episodios que incluye esta nueva entrega se sitúan en una posición digna respecto a aquéllos.

El nuevo guionista de la colección es un Tom DeFalco que, fuera de los dos anuales de turno, monopoliza prácticamente la totalidad del volumen. Si bien, también hay que decir que DeFalco cuenta con la puntual colaboración de David Michelinie en un par de números.

En lo referente al apartado gráfico, nuestro hombre es Ron Wilson, que ya entró como dibujante a lápiz en el tramo final de la anterior etapa. Quitando los dos primeros números mensuales incluidos, que corren a cargo de Alan Kupperberg y Jerry Bingham, respectivamente. El entintado, por su parte, es labor de Chic Stone en la práctica totalidad de los números incluidos.

El tomo abre, precisamente, con uno de los dos números anuales que corresponden a esta etapa. Un número realizado por Alan Kupperberg como artista completo, en el que nuestro querido rocoso comparte protagonismo con Hulk. Se trata de una aventura de carácter cósmico en la que los dos musculosos personajes se ven obligados a unirse al alienígena conocido con el nombre del Extraño para hacer frente a una amenaza de dimensiones apocalípticas. El señor del Inframundo, Plutón, está creando un agujero infernal que podría engullir al Universo entero. Una aventura muy de este título, en base a una historia apetecible y un guion que da para poco más que pasar el trámite.

En lo que se refiere al título mensual, éste pasa aquí a la estructura argumental anterior al cuarto tomo. Una estructura a base de episodios primordialmente autoconclusivos, que deja atrás la concatenación de sagas y los hilos de continuidad.

Tom DeFalco se estrena con un episodio doble conmemorativo del número 75 de la colección. Como el citado anual, se trata de otra aventura cósmica muy seductora en su premisa, pero ingenua en su desarrollo. Tampoco es que el flojo dibujo de Alan Kupperberg ayude, la verdad.

El escenario, en esta ocasión, se traslada a la Zona Negativa, lugar al que deben trasladarse la Cosa y los Vengadores para pararle los pies a los villanos de la obra, que no son otros que los dos más famosos habitantes de la Zona Negativa: Annihilus y Blastaar. No sólo eso, sino que el primero de ellos cuenta con un arma secreta en la figura del Superadaptoide. Desde la traicionera alianza entre los dos villanos hasta el manoseado papel que juega la amada de Blastaar, la historia no da para muchas alegrías.

Tampoco aporta nada nuevo el número con el Hombre de Hielo de invitado. Una amenaza más del Circo del Crimen, todavía liderado por el Jefe de Pista y su chistera hipnotizadora, que no difiere de las anteriores apariciones de esta organización criminal.

Luego, en el episodio coprotagonizado por el Hombre-Cosa, DeFalco intenta imprimir un tono más dramático insertando un relato en flashback que Ben recuerda de los tiempos en que luchó frente a los nazis al lado de Nick Furia y sus Comandos Aulladores. Una estructura argumental que creo que no termina de funcionar, entre otras cosas, porque la parte relativa al Hombre-Cosa parece ir por otros derroteros.

Tampoco pasa de correcto el número con el Hombre Maravilla, aunque en este caso el tono de la historia es más humorístico. El villano de los Defensores, Xemnu el titán, es el antagonista de este episodio que se ambienta en el rodaje de una serie de TV.

Los autores se atreven también con invitados de nuevo cuño o prácticamente desconocidos, como son Águila Americana y Diamante Azul, que como reclamo para los lectores no parecen precisamente las mejores apuestas. Sin embargo, el primero de ellos coprotagoniza, seguramente, el mejor número del tomo, el anual número 6 de la colección. Un relato escrito por Doug Moench que significa la primera aparición de este personaje, Águila Americana, un representante de la tribu de los navajos que se convierte en superhéroe al recibir el poder de los espíritus de su tierra. El indio no es el único invitado de la historia, porque también Ka-Zar y Wyatt Wingfoot participan en ella, mientras que Klaw, con su Garra Sónica, es el villano para la ocasión. Acción en la Tierra Salvaje, dinosaurios, hechicería india… ésta, creo que sí, una aventura francamente entretenida en base a atractivos ingredientes.

Resumiendo un poco esta primera mitad del volumen, estamos ante lo que ya nos encontramos en los tres primeros tomos, aventuras sin mucho que rascar argumentalmente y carentes de un hilo de continuidad, más allá de la presencia constante de los compañeros de grupo de la Cosa, más el pequeño Franklin y las recurrentes reflexiones acerca de la cuestionable relación de Ben con Alicia.

Si existe aquí una trama que se prolonga a lo largo de un generoso tramo de la colección, ésta es la relativa al Hombre Gigante y el cáncer que está consumiendo su vida número a número. Bill Foster, anteriormente conocido como Goliat Negro, se había convertido en una especie de personaje secundario de la colección desde la saga del Proyecto PEGASO. El caso es que, a partir de este punto del tomo, DeFalco va desarrollando una trama que desemboca en lo que se intuye como el capítulo final para un personaje que tampoco es que vayamos a echar mucho de menos. Una trama que avanza siempre en un segundo plano con la excepción de su último capítulo. Un episodio que tiene a Spiderwoman como invitada, la cual juega un papel crucial en el desenlace de la enfermedad de Foster.

Hasta llegar hasta aquí, la colección sigue su estructura de historias de corto alcance, aunque aquí al menos algunas de las líneas argumentales se alargan durante dos números. Es el caso del arco argumental que cuenta, cómo héroes invitados, primero con Namor y luego con el Capitán América. MODOK y la organización IMA ocupan el apartado antagonista en una trama en la que la Cosa sufre las consecuencias de un virus de laboratorio que deforma todavía más su cuerpo. A mencionar, en el apartado más friki, la extraña alianza entre Namor y un ejército de sin techo.

El mismo caso para el par de episodios cuyos invitados son Sasquatch y Alpha Flight, respectivamente. Ben se une a ellos para pararle los pies a Ranark el Devastador, el espíritu de un chaman de hace siglos al que Shaman, de Alpha Flight, revive accidentalmente.

El resto de episodios son autoconclusivos. Algunos de ellos bastante flojos como el que tiene como invitado a Diamante Azul, un personaje desconocido de la Golden Age que fue puntualmente rescatado en la colección de los Invasores, como integrante de la Legión de la Libertad. Personaje cuya mediocridad sólo es superada por el ridículo villano de turno, la Bailarina Estelar. Tampoco la historia, pretendidamente emotiva, llega a ningún lado.

Algo mejor está el número con el Motorista Fantasma. La Cosa intenta mantener a raya al infernal motero en su persecución de unos rateros de poca monta, para acabar en una decente moraleja final, cuando Ben asume que a otros les toca vivir un infierno peor que el suyo, en referencia a Johnny Blaze.

De hecho, DeFalco opta en este tramo por varios finales de carácter moralista i/o bondadoso. Nada que nos sorprenda especialmente, a estas alturas.

Pero si hay un episodio que nos deje fuera de juego es el del Hombre de Arena. Ya de entrada sorprende ver a un villano compartiendo cabecera con La Cosa, pero no sólo eso. Y es que el episodio parece tener como único objetivo el paso del Hombre de Arena al lado de los buenos. Tal cual, el tipo le cuenta a Ben una tierna historia sobre una vida llena de dificultades que vienen a excusar su paso por el mundo del crimen. El número, en realidad, está dividido en dos episodios, el segundo de los cuales es más corto. Un episodio de carácter humorístico en el que el Hombre Imposible nos presenta a su familia: la Mujer Imposible y los Niños Imposibles.

Para finalizar, un episodio con el Hombre Hormiga en el que el guionista tira de nostalgia para trasladar el escenario al Microverso. Concretamente al mundo gobernado por Pearla, la princesa del mundo subatómico que no habíamos vuelto a ver desde los inicios de los Cuatro Fantásticos. Una aventura muy inocentona que encajaría sin problemas en esos primeros 60.

En el último número del volumen el equipo de autores ya ha sido sustituido por el guionista David Anthony Kraft y, de nuevo, el dibujante Alan Kupperberg. La Cosa hace pareja con Hulka en otra historia con buenas dosis de humor. Un episodio cuyo antagonista es el Negador, un chiflado dispuesto a reducir la ciudad de Los Ángeles a cenizas mediante una explosión nuclear.

Conclusión.

Paso atrás en todos los sentidos para Marvel Two-In-One. Un tomo muy inferior al anterior que significa una vuelta a la «normalidad» anterior al citado tomo. Historias poco ambiciosas que se quedan en la mediocridad, quitando algún caso puntual dentro de lo satisfactorio. Tampoco el trabajo gráfico de Ron Wilson pasa de lo correctito, cuanto más.

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