Reseñas: Capitán América: Marvel Gold: «Si América Cae…» (1979-1980)

El anterior tomo correspondiente a la cronología de la colección del Capitán América consistía en una única y extensa línea argumental, lo que se dice un bloque.

El volumen que sucede a aquél dista bastante de ser eso, si bien su primera mitad tiene cierto paralelismo. Si la Corporación era el enemigo a batir en la anterior entrega, otra organización criminal, bautizada como Fuerza Nacional, juega el papel central en la nueva saga.

El nombre de la organización es bastante explícito en sus intenciones. Un comando terrorista ultranacionalista que Roger McKenzie concibe a imagen y semejanza del Ku Klux Klan con el añadido del emblema nazi.

Roger McKenzie, que ya había entrado en el último tramo del anterior volumen, se confirma como guionista estable al ocuparse por entero de la saga principal de este nuevo recopilatorio, aunque también es cierto que recibe ayudas puntuales de Jim Shooter, Michael Fleisher y Chris Claremont.

El apartado gráfico queda en manos de un clásico de las aventuras del Capitán América, Sal Buscema. Un Buscema que hace un buen trabajo, como siempre, pero creo que el entintado de Don Perlin no favorece demasiado a sus trazos.

El caso es que la saga en curso engloba ingredientes ya tratados en anteriores líneas argumentales de este mismo título. Básicamente en lo referente a cuestiones de raíz política y social y a organizaciones que atentan contra los valores de la América en la que cree nuestro héroe.

La diferencia reside en quien está detrás de todo ello, que no es otro que el Doctor Fausto armado con su gas mental. Un villano que no defiende otra causa que no sea la suya.

Por otro lado, cabe mencionar la participación de Daredevil como estrella invitada o la entrada en escena del orondo mafioso Morgan, que quiere hacer la guerra por su cuenta, mientras que Peggy y Sharon Carter juegan también un importante papel. El Hombre sin Miedo está ahí como podría estar cualquier otro superhéroe, pero a lo tonto acaba convirtiéndose prácticamente en coprotagonista de la saga.

En cualquier caso, parece evidente que la saga sobrevive a base de golpes de efecto. Pongamos como ejemplo la impactante imagen del Capi con el escudo nazi, el regreso del Capitán América de los 50 o la pérdida de uno de los personajes secundarios más longevos, porque, en realidad, la historia en sí no ofrece mucho más. Sin ir más lejos, la propia trama del capi de los 50 queda un tanto desaprovechada, mientras que la citada muerte deja sensaciones, digamos, extrañas, en un sentido de que los guionistas no parecían tenerlo muy claro.

Tras la saga, la colección sufre un vuelco total tanto en la estabilidad del equipo de autores como en la dirección que siguen las aventuras de nuestro héroe. El propio Chris Claremont, en su fugaz paso como argumentista, es quien decide imponer un cambio de aires a Steve Rogers. El enésimo intento de manchar el honor del Capitán América, sumado a la citada pérdida de un ser querido, son el detonante para que Steve Rogers determine iniciar una nueva vida, esta vez como un ciudadano americano más. Steve abandona su residencia y se aleja de SHIELD mientras decide instalarse en un modesto piso e incluso buscarse un trabajo como ilustrador publicitario.

La primera consecuencia de ello es una renovación absoluta de los personajes que constituyen su entorno más próximo. La nueva nómina de secundarios, no especialmente diversa, la forman tres vecinos de su nuevo lugar de residencia, sin relación convivencial entre ellos: Anna Kapplebaum, una mujer judía que estuvo en un campo de exterminio nazi, Josh Cooper y Mike Farrel.

La idea podría no estar mal en la búsqueda de nuevos horizontes para la serie. El problema está en el escaso atractivo que despiertan los nuevos personajes, lo mismo que la nueva ocupación de Rogers como un corriente trabajador freelance. A ello hay que sumar que la nueva etapa coincide con un excepcional baile de autores. Una sucesión de equipos creativos, que en el mejor de los casos no pasan de los dos números, formados, en este orden, por Peter Gillis y Fred Kida, Alan y Paul Kupperberg, Mike W. Barr y Frank Springer y, finalmente, Steve Grant y Don Perlin. Desde luego, las condiciones no son las más propicias para el buen desarrollo de esta nueva etapa.

El resultado son una serie de historias que intentan seguir el hilo de la nueva realidad cotidiana de Steve Rogers, pero que a la postre van cada una a su bola.

En el primer arco, Rogers acude a una llamada de Nick Furia en lo que acaba siendo una aventura fantástica con guion más propio de la Marvel de los 60. Gillis echa mano de un villano aparecido en la serie de Namor del que nadie se acordaba, Stephen Tuval, y se inventa un lugar de fantasía en lo alto de las montañas llamado el Palomar. Algunas lagunas de guion y una moraleja final completan un flojo arco.

A continuación, nos encontramos con un olvidable episodio en el que el Capi hace frente a bandas callejeras y a mafias que pretenden echar a un inocente anciano de su hogar.

Un número al que sigue otro pasable, con el Castigador como estrella invitada. Nada nuevo respecto al clásico episodio con Frank Castle tomándose la justicia por su mano. Eso sí, la novedad está en ver por primera vez al antihéroe fuera de los límites de los títulos de Spiderman.

Finalmente, otro discreto número en el que Steve Grant rescata del olvido al Sargento Muldoon. El corrupto policía contrata al Manipulador para vengarse del Capi en una historia que da para un par de giros y una sorpresa final con mensaje incluido.

La recta final del volumen significa el retorno de Roger McKenzie para dar la estocada final a su etapa. Tres números, tan sólo, en los que el guionista se acompaña de sendos dibujantes: Rich Buckler, Don Perlin y Carmine Infantino.

Primero nos encontramos con un arco más propio del género del terror. Un viejo inválido, en su intento de trasplantar su cerebro a un nuevo cuerpo, termina convertido en una criatura de pesadilla. Definitivamente trastocada, la horrenda figura se marca como objetivo destruir todo lo bello. La clásica historia de la criatura temida e incomprendida, sin mayor interés.

El último episodio de McKenzie no está mal. Una historia sobre nazis relatada desde una perspectiva de sentimientos como el arrepentimiento o la compasión.

El volumen cierra con otro fill-in, esta vez a cargo de Peter Gillis y Jerry Bingham.

Los autores también rebuscan en el pasado y se traen a otro villano de la papelera de los recuerdos. Ni más ni menos que al personaje al que se enfrentó Spiderman en el último número de la histórica etapa dibujada por Steve Ditko, Joe Smith. Un pobre diablo enfundado en un horrendo disfraz al que Gillis en esta ocasión dota de un trasfondo dramático. Una historia sobre locura y venganza que tampoco está mal.

Conclusión.

Probablemente éste sea el tomo más flojo de lo que llevamos de colección del Capitán América desde su reinicio en los años sesenta.

La saga que ocupa la primera mitad tiene un pase, pero el resto deja bastante que desear.

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  1. Sí, es el más flojo hasta ahora. Pero no era tan mala la etapa McKenzie (guionista que no tenía reparos en tocar temas sensibles, tanto sociales como tomarse tiempo de denunciar ideologías reprochables, algo que a menudo ponía nerviosos a sus editores …tampoco tenía problema en ser cruel con los personajes, no en vano también escribía terror), el problema es cuando le invitan a irse (lo de sacar a su propia versión del KKK sentó tan mal en la directiva cuando se fijaron en qué estaban publicando como cuando McGregor decidió meter al clan en su Pantera Negra … Cuando más tarde se quiso hacer una historia de Pantera Negra contra el apartheid tampoco gustó nada a los capos, pero esa vez la cogieron a tiempo y obligaron a cambiar al régimen de Pretoria por un estado racista de mentirijillas, que era lo que gustaba en Marvel, los fascistas y racistas coloristas y de mentiras con trajes de fantasía, como los Hijos de la Serpiente, si McGregor, McKenzie, Gillis o Owsley intentaban escribir algo que se parecía inquietantemente a la verdad, aunque fuese marvelizada, los jefes ya entraban en pánico, no querían que sus cómics fuesen vetados en el Sur o en Sudáfrica). Su minisaga final tras un periodo de caos de casi fill-ins por una pequeña cohorte de autores probablemente ya estaba escrito (y cobrado, por eso acabaron publicándolo tras revisarlo con lupa y retocarlo ligeramente) cuando decidieron invitarle a irse de la colección y que ya mejor el epílogo a su saga (recuerdo que un número bastante traumático para algunos compañeros cuando lo leyeron en sus días escolares allá por los comienzos de Forum) de la Fuerza Nacional (y el Gran Director) lo asumiera Claremont. Luego, con los años los efectos de la saga se fueron desmantelando, volviendo el Bucky de los 50 (como el tercer Nómada …y aunque acabaron matándolo, de forma casi indigna para un personaje que llegó a tener serie propia: en un flashback de apenas unas viñetas, por poco se lo cargan fuera de viñeta …pobre Jack), el Capi de los 50 (o Capi Loco para algunos …pero como ya hay también un Mad Cap mejor no les hacemos caso a esos guasones) y Sharon (que tardó, coño …y desde entonces ya han tratado de librarse de ella alguna vez más, pero la muchacha, por suerte, también tiene sus valedores …lo dicho, recuerdo que para algunos fue traumático en su día … aunque no fuese un gran momento Marvel de la fama de lo de Gwen Stacy, Norman Osborn, Jean Grey o Mar-Vell).

  2. DD andaba por allí (en lugar de cualquier otro) principalmente por retroalimentación, porque Roger McKenzie también fue su autor (aunque de ahí lo «echó» el joven Frank Miller, su compañero, al pedirle el prometedor casi novato al editor Denny O’Neil, con el que empezaba a tener feeling, que le dejase también escribirla, que él tenía muchas ideas chulas para la serie …lo casi sorprendente es que sí, resultó que las tenía, sacando buen provecho de sus influencias: Eisner, Ditko, Kojima, Spillane, el cine japonés,…).

      • Mencionar (como mera curiosidad) que Roger McKenzie (que también escribía para los magazines de la Warren…como también Don McGregor, Doug Moench y Archie Goodwin) estuvo a punto de escribir una serie con conceptos sin usar de Kirby (Midnight Men) en el primer lustro de los ochenta para Pacific (pero la editorial se fue al más allá antes de que se acabase el lustro …y antes de que le asignasen siquiera un dibujante).

  3. No me acordaba de haber leído la historia de «La Conspiración Lázaro», pero ha sido ver la última viñeta de este artículo y pensar «Ah, sí, ya me acuerdo. Qué mal rollo me dio en su momento».

  4. Creo que las reseñas pillan vacaciones ya. El próximo tomo es el más gordo hasta la fecha y no creo que la reseña llegue a tiempo para la semana que viene.
    En agosto sólo publicaré las tres BM. Eso sí, las lecturas siguen sin pausa y para septiembre habra reseñas acumuladas. 😉

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