En este segundo volumen de la colección dedicado a Thanos, se recopila el primer y único intento de la Casa de las Ideas por publicar una serie regular protagonizada por el Titán Loco. Tras los acontecimientos ocurridos en el tomo anterior, donde se planteaba nada menos que el fin del Universo Marvel, el más fervoroso seguidor de la Muerte da un giro radical a su vida en busca de un camino de redención. El concepto como tal no es algo nuevo en este universo de ficción. Desde prácticamente su nacimiento hemos visto como multitud de personajes cambiaban de bando dependiendo de las circunstancias. Incluso algunos de los miembros más insignes de los Héroes más Poderosos de la Tierra empezaron sus respectivas carreras como criminales, pero difícilmente podemos concebir que un personaje tan complejo y ambiguo como Thanos abrace el bando de los buenos de una manera tan rotunda. La creación de Jim Starlin va mucho más allá de esta simple división arquetípica del género. Por lo tanto, este viaje iniciado con la firme intención de deshacer los errores del pasado nos llevará a comprender que con Thanos nada es tan simple como parece.
El autor encargado de dar forma a la nueva cabecera no podía ser otro que el propio Jim Starlin. Sin duda alguna, un autor íntimamente ligado a la faceta cósmica en la mayoría de sus trabajos y el padre de la criatura. Hay quién afirma que el guionista se ha repetido mucho a lo largo de su carrera, además de tener algunos personajes fetiches entre los que se encuentra el Titán Loco, por si cabía alguna duda. No obstante, hay que reconocer que Starlin sabe desenvolverse en estos ambientes y podríamos decir que se dedica a crear historias sobre lo que realmente se le da bien. Básicamente desarrolla y profundiza en algunos conceptos, intentando dar una vuelta de tuerca más al tema. En esta ocasión, se centra en explorar el amplio abanico de posibilidades que ofrece Thanos como defensor del bien, aunque siempre con matices; con el Titán Loco no existe el absolutismo. Su visión del mundo es muy particular, por lo que sus métodos distarán mucho de ser benévolos. No se podía esperar menos del responsable de innumerables genocidios y la destrucción de su propio planeta, llevándose la vida de su madre de paso.
La figura icónica del villano en busca de redención planeará sobre buena parte de la serie, que tendrá doce entregas, de las cuales solo la mitad será obra de Jim Starlin como autor completo. El guionista nos pondrá al día sobre el pasado del protagonista antes de comenzar un viaje en el que le acompañarán viejos conocidos, que vigilarán que no se desvíe de sus pasos. Invitados de lujo que forman parte de ese elenco de creaciones fetiche que comentábamos antes. De ese modo, nadie puede extrañarse de ver a Warlock, cuya relación con Thanos ha pasado por diferentes etapas a lo largo de las décadas. Decir que son dos enemigos jurados sería simplificar demasiado el asunto, por lo que quizá lo deberíamos dejar en que son piezas clave en cualquier acontecimiento cósmico orquestado por Jim Starlin. El otro aliado, si realmente se le puede llamar así, será Pip el troll, que tendrá que dejar momentáneamente su deambular por los garitos del espacio infinito, donde sacia sus deseos más inconfesables: beber, fumar y… creo que no es necesario dar más detalles, ¿no?
Con esta agradable compañía, Thanos llega al planeta Rigel para ayudar a sus habitantes, en un intento de saldar una deuda pendiente, ya que fue responsable de la destrucción de su anterior planeta. De ese modo, deberá intentar evitar que los Rigelianos se queden de nuevo sin hogar. Para que la amenaza esté a la altura de las circunstancias, Starlin utiliza una serie de elementos característicos de la faceta cósmica del Universo Marvel. A las omnipresentes gemas del Infinito se une Galactus, una de las grandes creaciones de Lee y Kirby durante su laureada etapa en Fantastic Four, para dar forma a una trama que nos presenta a la entidad conocida como el Hambre. Con esta creación, capaz de devorar realidades y de romper la cuarta pared, el guionista da una vuelta de tuerca al concepto del devorador de mundos y al papel que juega dentro del equilibrio cósmico. La fina línea que separa el bien del mal se muestra con un carácter ambiguo en las manos de Starlin, propiciando la entrada en escena de una amenaza que supone un peligro para toda la realidad, provocando alianzas inesperadas contra un fin común. Aunque las viejas rencillas nunca se olvidan, claro.
Starlin deja la serie y la editorial, dejando tras de sí otra historia marcada por su sello característico. Si bien es cierto que hunde sus raíces en sus éxitos del pasado, sigue ofreciendo tramas entretenidas, muy bien narradas y con ese regusto clásico que pocos autores utilizan en la actualidad. Quizá no sea uno de sus mejores trabajos, pero ofrece grandes dosis de entretenimiento, épica y la profundización de conceptos existenciales tan propios de sus creaciones. Tras su marcha, Keith Giffen recoge el testigo, produciéndose un relevo generacional. Aquí tenemos, en cierta forma, el germen de la nueva orientación cósmica del Universo Marvel, que dirigiría sus pasos hacia una saga que obtendría mucho éxito, lejos de los focos de atención de los grandes eventos.
Keith Giffen es un autor que ha cosechado más éxito en la Distinguida Competencia que en la Casa de las Ideas, donde sus trabajos han pasado más desapercibidos. Junto a J. M. DeMatteis revolucionaría a la Liga de la Justicia, demostrando que el humor no está reñido con los superhéroes. También formaría parte del intenso proyecto que se denominó “52”, una serie semanal que narraba lo sucedido durante un año en el Universo DC, sin la presencia de Superman, Batman y Wonder Woman, tras los hechos ocurridos en Crisis Infinita. Un clásico moderno y un ejemplo a seguir de cómo se deben realizar buenos tebeos de superhéroes. Además, también fue cocreador de Lobo, el último czarniano, un genocida y asesino a sueldo a la altura del propio Thanos, no os quepa la menor duda. Con estos antecedentes y tras explorar la bis cómica de los dinámicos Defensores, aterriza en esta colección hasta su conclusión en el número doce.
En el apartado gráfico, el elegido es Ron Lim, entintado por Al Migrom, el cual no está en su mejor momento precisamente, aunque seguramente alguno afirme que eso no sucedió nunca. Aún así, no es una mala opción teniendo en cuenta su relación con la Marvel cósmica a lo largo de su carrera. Su implicación en la “Trilogía del Infinito” y su estancia como dibujante en buena parte del volumen 3 de la cabecera protagonizada por cierto surfista plateado parecen confirmarlo.
Este nuevo equipo creativo desarrolla la historia que lleva por título “Samaritano”, la cual tiene lugar en un emplazamiento cómico conocido como El Crujido. Este escenario se ha convertido en una prisión de máxima seguridad que recibe el nombre de Los Klyn. Thanos se presenta en el lugar como un vagabundo, pero es difícil dejar su pasado atrás, por lo que se verá involucrado en una amenaza cósmica que de nuevo tiene relación con Galactus. En esta ocasión, tenemos el regreso del que fue su primer heraldo, cuyo poder supone una nueva amenaza para el Universo. La historia cuenta con la presencia de Star Lord, cuya apariencia está lejos del Peter Quill que todos conocemos, acercándose más a la versión modernizada que ha llegado a las salas de cine; Gladiador, el miembro de la Guardia Imperial Shi’ar; y el Todopoderoso, que ahora tiene el aspecto de una mujer y se hace llamar Kosmos, tras su búsqueda de conocimientos en la secuela de Secret Wars.
La historia en sí no está mal, pero adolece de una narrativa confusa en ciertos momentos. Giffen roba demasiado protagonismo a Thanos, cuya intención de redención queda enmascarada con otros problemas de su alrededor. La colección toma un cariz más coral, incluso se le añade cierto toque de humor, distanciándose demasiado de la premisa inicial de Starlin. Prácticamente podríamos decir que son dos miniseries diferentes unidas bajo un mismo título. Además, la representación de los personajes es tan diferente a la habitual, que cuesta reconocerlos en un primer momento. Ni el dibujante ni el guionista están demasiado acertados en este aspecto, a pesar de que la trama tiene ciertos destellos de épica y ese toque a ciencia ficción tan cinematográfico. No obstante, en comparación con la estancia de Starlin en la colección, la serie pierde algo de fuelle y se desinfla, llegando a su conclusión con la sensación de que el viaje no solo no ha llegado a su final, sino que se ha visto truncado por el camino, perdiendo la senda marcada por el propulsor de la idea. Posiblemente porque las ideas de Starlin solo son aptas para que las desarrolle el propio Starlin…
A pesar de todo ello, creo que es una lectura recomendable, sobre todo para profundizar en la figura de Thanos. Su papel de redentor no deja de ser un concepto interesante. Aunque, como el propio Titán Loco afirma, esto de hacer el bien tiene que tener unos límites, pero desconozco cuantos tendrán que morir antes. Ha nacido un nuevo héroe, se llama Thanos y ahora sí que podemos afirmar que el Universo Marvel nunca volverá a ser el mismo; al menos con los mismos habitantes.
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