El Inmortal Puño de Hierro, de Brubaker, Fraction y Aja

Immortal_Iron_Fist_1Seguro que los más talluditos se acuerdan de que hubo una época en la que todo el mundo parecía estar flipado con las artes marciales.

En mi caso, recuerdo aquellas visitas al videoclub en las que casi había un estante propio para las pelis de Bruce Lee (que eran la joya de la corona), para subproductos cutres que utilizaban como reclamo nombres como Brus Lee, Bruce Li y similares y en general para lo que los cinéfilos no demasiado grandilocuentes terminaron por llamar «películas de chinos».

Recuerdo la revista Dojo, que al parecer se vendía muy bien, y a la que estaba suscrito un compañero de clase que en un arrebato de vete-a-saber-qué encargó como regalo de cumpleaños un par de shurikens (las estrellas ninja de toda la vida), que ni sé para qué las quería ni quiero saberlo a día de hoy.

Recuerdo aquellas tardes de verano en las que en el bar de los padres de mi amigo subíamos al piso de arriba y nos la pasábamos viendo Operación Dragón, Juego con la Muerte, El Guerrero Americano o Golpe en la Pequeña China, alucinando con la cantidad de leñazos que se podían llegar a repartir en un parpadeo.

Recuerdo la excitación con la que asistí a mi primera clase de kárate, que era a lo que nos apuntaban nuestras madres para que no diésemos la tabarra en casa y, de paso, «aprendiésemos a defendernos», vete a saber de qué. Y también recuerdo lo aburridas que eran esas clases, a las que asistía pensando que me iba a convertir en una máquina de matar y terminaba pegándome la hora haciendo coreografías, aprendiendo cómo tirarme al suelo y cosas así. Immortal_Iron_Fist_4Y además había que cambiarse delante de otros niños, que como uno es pudoroso por naturaleza, no molaba nada. Y encima las clases coincidían a la misma hora que Los Caballeros del Zodiaco (o Campeones, no lo tengo muy claro).

Vamos, que entre pitos y flautas, tanto por sobresaturación como por mi mala experiencia, en lugar de convertirme en un pequeño Daniel-San acabé cogiéndole un asco a las artes marciales que ni os lo imaginais.

Ahora me encantaría poder decir «hasta que leí Master of Kung-Fu y eso cambió mi vida». Pero estaría mintiendo, porque si leí algún número de ese tebeo en su momento fue de casualidad y no tengo constancia de ello. A pesar de ello, si alguien quiere descubir e indagar en esa obra, nuestro compañero Taneleer Tivan se está currando unos textos magníficos, apabullantes e incluso un poco traumatizantes en Excelsior. Van cuatro entregas, parece que concluirá en la siguiente y, de verdad, merece mucho la pena dedicarle un rato.

En realidad, hoy estoy aquí para reivindicar al Inmortal Puño de Hierro.

Una cosa que parece funcionarle muy bien a Marvel es eso de observar a su alrededor, ver por dónde se mueve el mercado y a partir de ello, crear productos capaces de satisfacer esa demanda. Tenemos un ejemplo con Luke Cage, que surge como respuesta a la Blaxploitation. Y tenemos al Puño de Hierro, que cubre el cupo de cara a los aficionados deseosos de leer tebeos de artes marciales.

Imagino que algún lumbreras sumaría dos y dos, ataría cabos y llegaría a la conclusión de que si se juntasen ambos personajes, los aficionados de ambos géneros se lanzarían en masa a comprar cada número de Héroes de Alquiler.

Más allá de que los resultados comerciales estuviesen a la altura, la colección ha ido adquiriendo cierto estatus de culto con los años, lo cual está muy bien, pero nunca he sentido especial predilección hacia ninguno de los dos individuos que protagonizaban la cabecera, y que para mí no pasaban de ser unos secundarios resultones que de vez en cuando asomaban por otras colecciones y tenían cierto encanto.

Con Luke Cage eso cambió con Alias primero, pero sobremanera en Los Nuevos Vengadores, donde se convirtió en uno de mis favoritos.

Quienes me hicieron amar a Puño de Hierro fueron Brubaker, Fraction y Ajá.

Para cuando me acerqué por primera vez al Inmortal Puño de Hierro, ya tenía más que superada mi fobia hacia el kung-fu. Había flipado como cualquier hijo de vecino con Frank Miller, su Daredevil o el alma de samurai de Lobezno, me había emocionado con la poética belleza de Tigre y Dragón y había visto las dos partes de Kill Bill hasta sabérmelas de memoria. Ya no era lo mismo que de chaval, está claro, porque las artes marciales ya no eran un reclamo capaz de hacerme ver o leer cualquier cosa, pero al menos tampoco resultaban ya un impedimento. El caso es que las buenas críticas aquí y allá me llevaron a echarle un vistazo a una obra que, reconozco, me daba un poco de pereza de antemano. Y lo que me encontré superaba cualquier tipo de expectativa.

doble página de David Aja para El Inmortal Puño de HierroPor un lado teníamos a Brubaker, que se había convertido ya en una de las grandes estrellas de Marvel con una seria candidata a ser la mejor etapa del Capitán América jamás realizada. Y estaba Fraction, que por aquel entonces era uno de los guionistas más prometedores de la editorial. Pero quien me mató fue Ajá, de quien no había visto ni una página y que me supuso un shock, como si Mazzuchelli hubiese decidido demostrar que en el siglo XXI aún se puede encontrar arte con mayúsculas en los tebeos de superhéroes.

Y allí estaba yo, pasando página tras página, perdiéndome en la majestuosidad de la historia y alucinando con cada número, con cada nuevo paso adelante en la mitología del personaje y con la sensación de estar leyendo uno de los tebeos de mi vida.

Y lo más importante, disfrutando como si aún fuese aquel chaval que se juntaba con sus amigos para tomar unas Coca-Colas y ver a un montón de chinos dándose cera.

Como habrá quien quiera saber de qué va El Inmortal Puño de Hierro, diré que a lo largo del etapón nos encontraremos con un Danny Rand asumiendose a sí mismo como parte de un legado milenario. Y conflashbacks sobre anteriores portadores del manto de campeón de la ciudad celestial de K’un-Lun. Y hay muchos puñetazos, y muchas patadas en el aire. Y hay una intriga de corporaciones. Y también están los de Hydra. Y sale Luke Cage, y Misty Knight, y Colleen Wing. Y hay un torneo en el que participan los campeones de las otras ciudades celestiales. Ah, y también hay una maldición. 
Todo un tebeazo.

¿De verdad hay alguien a quien no le apetezca leerlo?

Puedes consultar las fichas de los seis tomos españoles en los que se recopiló la serie original americana de El Inmortal Puño de Hierro en nuestra base de datos.

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