El Universo Marvel UK estaba en boga. Sus series se multiplicaban, sus personajes se hacían populares. Death´s Head II era un cyborg hipertrofiado lleno de cables, cañones y cuchillas con una actitud de todo menos amable, y era el buque insignia de Marvel UK. Otros, como MotorMouth y Killpower, llegaron incluso a aparecer en el Universo Marvel tradicional, en la serie de Hulk. Dark Angel era una heroína poderosa. Los Warheads se dedicaban a sus peligrosas misiones exploratorias de dimensiones potencialmente hostiles. Los Caballeros de Pendragón cambiaron a una versión más superheróica, menos artúrica…
Al mismo tiempo, los dibujantes españoles encontraron en Marvel UK un hueco en el que meter la patita en el mercado de comic-book. Salvador Larroca, Carlos Pacheco, Óscar Jiménez o Pascual Ferry empezaron aquí con sus primeras series. No sólo ellos: Liam Sharp, Gary Frank o incluso Brian Hitch encontraron aquí el sitio que necesitaban para darse a conocer.
Pero no existían “los Vengadores” de Marvel UK. Así que decidieron crearlos. Para la tarea llamaron a ciertos artistas que estoy seguro os resultarán familiares: Dan Abnett al guión y Carlos Pacheco al dibujo.
El concepto de esta serie fue más simple que el mecanismo de un botijo: los héroes se tienen que unir ante un enemigo que no podrían derrotar en solitario. Formaron parte de este grupo los más destacados de la editorial: Death´s Head II, Motormouth y Killpower, Dark Angel, dos Warheads, Albión de los Caballeros de Pendragón y un personaje creado para la ocasión: Ultramarine. Todos ellos fueron convocados a su guarida por una misteriosa entidad, el Guardián del Tiempo, en un lugar ubicado en un no-espacio llamado El Refugio. La amenaza era el equivalente místico-tecnológico de Hydra en Marvel UK, la organización Mys-Tech (¿véis?), servidora de Mefisto en la Tierra.
El argumento en sí mismo no merece mucho la pena, la verdad. Es una sucesión de batallas bastante bien narradas pero con poco o ningún fondo, sucesivas capturas/asaltos/rescates de los protagonistas. Básicamente Mys-Tech pretendía destruir un mundo y pagar así una deuda de almas y sufrimiento que tenía con Mefisto: el mundo se llamaba Eopia, y los bandos enfrentados eran los Egaliterns y la Technarquía. El equipo se dividía para convencer a ambos bandos del cese de las hostilidades… y después de muchos golpes, batallas y pim-pam-pum, lograban su objetivo, volvían al Refugio, misión cumplida, fin. Quedaban por desvelar un par de misterios poco relevantes. Dan Abnett no está, desde luego, ante el trabajo de su vida.
¿A qué viene esta reseña, entonces, si el cómic es un tanto mediocre? Ya os había advertido que no iba a ser una reseña como todas las demás. Es más bien una excusa…
Lo verdaderamente importante de este cómic es el dibujo de Carlos Pacheco. Su primer trabajo en Marvel, aunque fuera en la rama británica. Su estilo es primigenio, pero se le notó un montón la ilusión y el trabajo que le echó, con planificaciones de página brillantes, fondos currados, esfuerzo en la diferenciación de los protagonistas… sin despreciar el entintado de Óscar Jiménez, que aunque no le quedara perfecto como pueda ser el de Jesús Merino, no desmerecía en absoluto. Este cómic me hizo amar el arte de Carlos Pacheco, aunque se le notara que era novato. Hizo interesante e incluso atrayente un tebeo que en principio no estaba destinado a ser otra cosa que los 90 en pleno apogeo: dientes apretados, grandes pistolones, testosterona y actitudes agresivas. Todo eso está en Dark Guard, pero Pacheco de alguna manera consigue que no nos enteremos del todo, de que las cosas buenas oculten las malas, de que el resultado sea satisfactorio.
La serie tenía planificada una continuación, incluso se habían dibujado dos números más completos, pero finalmente y con la descomposición de Marvel UK aquello quedó en nada y jamás se publicaron. La edición de Fórum incluía unas cuantas páginas de los lápices de Pacheco de esos números, donde quedaba patente que el gaditano mejoraba viñeta a viñeta, y nos daba atisbos de lo que iba a llegar a ser, del futuro artista que iba a partir la pana…
Pacheco llamó la atención lo suficiente como para formar parte de todos esos artistas que pasaron de la filial británica a la casa madre estadounidense: su primer trabajo en Marvel propiamente dicha fue la miniserie de Bishop. No sé lo que pudo sentir Carlos en aquella época, pero a mí personalmente me resultó absolutamente emocionante contemplar como un español no sólo podía publicar en Marvel, sino que encima podía poner a todos a sus pies convirtiéndose en dibujante de referencia. Se le veía pasión por su trabajo, ilusión que transmitía a los que lo seguíamos con fervor. Me encantaba ir descubriendo los guiños que iba dejando en sus historias, huevos de pascua que sólo el ojo entrenado era capaz de ver. Lo seguí con la devoción de un adolescente que se alegraba por los éxitos de su compatriota, y me enorgullecía conocer su arte desde aquellos tiempos de sus portadas y pósters en Fórum, o de aquella historia corta de American Soldier. Yo tenía mi cuarto plagado de pósters suyos. Dibujos que muy probablemente los aficionados americanos nunca verían.
A partir de ahí su ascenso como dibujante fue imparable durante los años siguientes, hasta convertirse en toda una estrella del panorama estadounidense: Starjammers, X-Men, Avengers Forever, Fantastic Four, Green Lantern, Arrowsmith, Superman… El equipo que formó junto a Jesús Merino, su mejor entintador hasta la fecha, era casi imparable. Aunque su estrella se ha apagado un tanto en los últimos tiempos, cada poco tiempo nos regala nuevas ilustraciones, como sus recientes números en Capitán América. Los años no pasan en balde pero Carlos Pacheco no está ni mucho menos acabado.
Yo sigo esperando con ilusión cada nuevo trabajo suyo.
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