Reseñas: Capitán Marvel: Marvel Gold 6: «La Tormenta de Saturno» (1978-1990)

Llegamos, finalmente, al tomo que cierra la vida editorial del Capitán Marvel.

Un volumen que recoge la última etapa de las aventuras del kree, la guionizada por Doug Moench, que pasa a ocuparse de un título que no levanta cabeza desde la mítica etapa de Jim Starlin.

Tras esta serie de números, el Capitán Marvel tan sólo llegaría a disfrutar de un episodio más: la mítica Novela Gráfica que relataba su muerte. Un número que ya fue analizado en la reseña del tomo que recoge la etapa de Starlin, de manera que lo que tenemos entre manos es lo último de lo último de la limitada existencia del superhéroe kree.

El apartado gráfico sigue en manos de Pat Broderick. Un joven dibujante a quien ya pudimos examinar en el anterior tomo, que aquí creo que logra aclimatarse al contexto galáctico muy dignamente. Estéticamente es un dibujante un tanto limitado, pero, por contra, su narrativa y su juego de composiciones de página cumplen bien la papeleta, además de un gusto por el exceso y la sobrecarga muy particular.

Lo primero que hace Doug Moench es mandar a tomar viento al observatorio y enviar de vuelta a Mar-Vell a su hábitat natural: el espacio. Lo de poner a Mar-Vell a trabajar en un observatorio fue una idea del anterior guionista, Scott Edelman, como propósito del protagonista de normalizar su vida entre los terrestres.

¿Y qué mejor que restituir todo aquello que hizo grande a esta colección para volver a hacerla atractiva? De este modo, Moench trae de nuevo a algunos de los principales personajes que usó Jim Starlin en su mítica epopeya. En primer lugar, Drax el Destructor y, posteriormente, Mentor y Eros, vuelven a cruzarse en el camino de Mar-Vell. Drax, de hecho, es el detonante para el largo ciclo argumental que ocupa la totalidad de esta etapa guionizada por Doug Moench. El poderoso ser de piel verde ve frustrada su razón existencial al descubrir que alguien ha osado librar al Universo de Thanos antes que él.

A quien Moench no se atreve a resucitar es precisamente a Thanos. Sin embargo, el escritor se las arregla para que el titán loco siga presente en todo momento mediante su legado. Un legado representado por ISAAC, el computador mundial de Titán reprogramado en vida por Thanos para seguir sus planes. Una hábil maniobra de Moench con la que creo que evita adulterar otro legado, el dejado por Jim Starlin con relación al destino final de Thanos.

Sea como fuere, Doug Moench se atreve con algo radicalmente opuesto a sus reconocidos trabajos en Shang-Chi y en Caballero Luna.

Creo que el guionista se adapta razonablemente bien al género cósmico, por lo menos en el uso de diálogos grandilocuentes y en el sentido de la épica, pero también es cierto que se percibe una sensación de improvisación en sus guiones. Hay algo de desorden argumental, de sobrecarga de personajes, incidentes y giros, que crean cierto desequilibrio.

El escenario se traslada a Titán, la luna habitada de Saturno, donde las presentaciones de los servidores del régimen instaurado por ISAAC, y del legado de Thanos, se suceden una tras otra. La lista es larga: Stellarax, ser de inmenso poder; Elysius, señora del paraíso de Titán; Lord Gea, una especie de habitante del subsuelo; Dioniso, un gracioso fauno bebedor de vino; y Caos, Dios del espacio. Sin embargo, y pese a haber sido creados por el propio ISAAC, la mayoría de ellos no están muy por la labor y a los dos minutos ya se nos aparecen traicionando o desobedeciendo a su creador. Concretamente Stellarax, Elysius y Dioniso.

Por otro lado, la obsesión infantil de Drax respecto a Mar-Vell acaba derivando en lo superfluo.

En cualquier caso, entre Moench y Broderick son capaces de desarrollar, y en buena medida concebir, el universo interior de Titán y su entorno. Los autores imaginan parajes y ambientes hasta ahora inéditos como el Paraíso, el Abismo o incluso el propio planeta Saturno.

La saga en cuestión queda extrañamente partida en dos cabeceras distintas. El título del Capitán Marvel resulta cancelado en su número 62, pero con la particularidad de que ello no representa el fin de sus aventuras. Sin mediar pausa abre una nueva cabecera, el segundo volumen de Marvel Spotlight, en la que Moench y Broderick siguen narrando su ciclo argumental. Una nueva serie genérica que el Capitán Marvel protagonizará en sus cuatro primeros números más un aislado número 8, de los cuales sólo los tres primeros son parte de la epopeya espacial de Moench-Broderick.

En el acto final de la saga podríamos decir que se nota cierta mejora. La trama se divide en tres frentes. Uno de ellos en la Tierra, donde Marvel intenta reprimir a Stellarax. Una parte en la que notamos como Moench aplica un ligero tono de parodia con resultados discretos.

Luego está la escena en la órbita terrestre, en la nave de Stellarax, con Drax y un recién incorporado Rick Jones, y su novia Gertie, como protagonistas. Un papel, el de estos dos últimos, francamente prescindible.

Y finalmente, en Titán, Mentor, Eros y Elysius intentan reprogramar a ISAAC sin éxito.

La batalla final en Titán, con todos los elementos en juego, ofrece buenas dosis de acción. Acción un poco a lo loco, pero apetecible por la espectacularidad y los fuegos artificiales.

El último número, a modo de epílogo, representa el regreso a la Tierra de los protagonistas residentes en nuestro planeta, más el acompañamiento de Elysius, que se ha encaprichado de Mar-Vell. Un episodio con notable componente filosófico propiciado por la aparición de Eón, la entidad responsable de conceder consciencia cósmica al Capitán Marvel.

El resto de números incluidos no tienen nada que ver con lo realizado por Moench y Broderick, hasta el punto de pasar olímpicamente de lo que empezaba a perfilar el último episodio.

Primero está un relato, obra de Marv Wolfman, Archie Goodwin y Steve Ditko, en el que Mar-Vell es trasladado a otra dimensión con el fin de salvar a una comunidad de seres de su particular amenaza. Como relato de ciencia ficción de los primeros sesenta puede ser válido, pero el guion está fuera de contexto con relación a la continuidad de la colección, mientras que el dibujo de Ditko está todavía más fuera de lugar.

A continuación, otro episodio que también va por libre con guion de Mike W. Barr y Dick Riley y dibujo de Frank Miller. El Capitán viaja a otro planeta en busca de unos científicos desaparecidos, en otro relato con componente filosófico que pasa sin pena ni gloria.

Finalmente, el tomo cierra con un episodio póstumo, una historia jamás contada del Capitán Marvel publicada ya en 1990, en la colección Marvel Super-Heroes. Obra de Peter Gillis y Jerry Bingham, Mar-Vell se ve mezclado con Appala, encarnación viviente del Sol, en lo que no pasa de ser una historia más.

Conclusión.

Un volumen mejor que los dos anteriores, cosa que tampoco era muy difícil.

La etapa Moench-Broderick no es que sea ninguna maravilla, para nada, pero por lo menos intenta ofrecer lo que te esperas de esta colección.

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rockomic

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on “Reseñas: Capitán Marvel: Marvel Gold 6: «La Tormenta de Saturno» (1978-1990)
7 Comments on “Reseñas: Capitán Marvel: Marvel Gold 6: «La Tormenta de Saturno» (1978-1990)
  1. Cuando llegó la orden de cancelación ya había bastante material adelantado (creo recordar que solo faltaba dar un cierre a la saga de Moench), de ahí que se le buscara alojamiento en la nueva serie miscelánea Marvel Spotlight (obviamente meter ahí una serie recién fracasada no era lo más comercial del mundo, pero eran números que ya habían acabado y pagado y tampoco pensaban mandarlos todos a la papelera). Los números de Ditko y Miller, simple relleno, eran incluso anteriores. El fill-in de Jerry Bingham fue lo único que se quedó inédito.

    • Supongo que imaginarían que camuflando los «sobrantes» en una nueva colección (pese a que fuesen exactamente las mismas páginas) no podían vender ya menos (hubo una sangría progresiva de ventas tras la marcha de Starlin). No es nada lógico, pues seguía siendo lo mismo, pero probaron a ver si funcionaba un poco mejor dentro de otra cabecera (aunque la intención no era continuarlo así, solo publicar lo que ya estaba hecho y darle carpetazo), peor ya era difícil que fuera.

  2. Pues al de Ditko le arreglaron algún diálogo para que pareciera que era posterior al último de Moench. Se nota pegote, la verdad.
    Y el de Bingham no es de extrañar que fuera también de la época, pero veo que les costó lo suyo decidirse a editarlo.

    • El de Bingham era otro fill-in, pero ese ya se lo dejaron (hubo otros por el estilo de personajes varios que se quedaron en un cajón y no se acordaron de ellos hasta finales de los ochenta o comienzos de los noventa pese a ser de los últimos setenta o primeros ochenta …Al Milgrom, como editor, por ejemplo, siempre buceaba en los archivos en busca de inéditos que repescar).

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