Reseñas: Iron Man: Marvel Gold 2: «El Demonio en una Botella» (1979)

Si hay una etapa que signifique un antes y un después en la trayectoria de Iron Man no hay duda de que es la realizada por el equipo Michelinie-Layton-Romita Jr. Este segundo tomo representa la culminación de lo iniciado en el estupendo anterior volumen. Culminación que obtiene como resultado el necesario reajuste del título y, sobre todo, del protagonista.

Pero vayamos por partes.

Si en el anterior volumen Tony Stark veía como la mismísima SHIELD intentaba adueñarse de su propia empresa, en esta nueva entrega se estrena un nuevo oponente dispuesto a hundir Stark Internacional. Ese hombre es Justin Hammer, un magnate propietario de un imperio industrial, que ve a Stark como una piedra en el camino en su desmesurada ambición por comerse el mundo. Hammer pretende desestabilizar a Stark tomando el control de la armadura de su supuesto guardaespaldas.

La primera ocasión en la que Tony, enfundado en su traje acorazado, ve como su armadura no responde a sus órdenes sucede en el arco que abre el tomo. Un arco cuya trama, en realidad, sigue por otros derroteros. En esta ocasión es otra sociedad de dudoso currículum, la petrolera Roxxon, quien ejerce de antagonista. Namor es el héroe invitado en uno de esos papeles que le van al dedillo, entre defensor ecológico y protector de los más indefensos frente a la tiranía del dólar. Una notable aventura de pura acción y componente emotivo, rubricada con escenas de las que dejan huella, como ese tanque impactando contra un 747 o el aterrizaje de emergencia en pleno mar.

Antes de pasar al meollo de lo que lo que tenemos entre manos, John Romita Jr. se toma un pequeño respiro, probablemente obligado por los plazos de entrega. Carmine Infantino pone los lápices en lo que no deja de ser un relato de emergencia en el que David Michelinie actualiza el origen de Iron Man. Un relato de origen un poco más detallado que no deja de ser interesante.

Si en el primer arco Iron Man ha tenido que hacer frente a la Roxxon Oil, el turno es ahora para Justin Hammer y su imperio, la Hammer Industries. De esta forma, se confirma la idea de los argumentistas, ya intuida en el anterior tomo, de aparcar a los antagonistas dotados de poderes y llamativos disfraces, y optar por villanos más propios del mundo real.

Los llamados supervillanos sobreviven aquí como meros mercenarios al servicio del magnate encorbatado de turno. Y desde luego no se puede decir que sean pocos. En este mismo arco, el propio Hammer dispone de una larga lista de supervillanos de segunda a su servicio. Viejos conocidos como son Ventisca, Látigo, el Fundidor, Puercoespín, Constrictor, Maestro Espía, el Escarabajo, Disco, Estilete, Rana Saltarina, la Asesina de Hombres y Mago Acuático. Esta particularidad no hace más que engrandecer la figura de Justin Hammer como todopoderoso adversario a golpe de talonario.

Hammer, por cierto, es la viva imagen de Peter Cushing. Una fisonomía no casual cuando el apellido del villano está sacado de la productora Hammer Films.

Parece evidente que la idea de Michelinie y Layton era la de imprimir un mayor realismo a la colección, tanto a los antagonistas como al propio Tony Stark, así como a la naturaleza de los conflictos a los que debe hacer frente nuestro protagonista.

El género por el que transcurren las aventuras que aquí podemos leer se sitúa principalmente en el thriller de acción y espionaje de inspiración «jamesbondiana». Luchas de poder, sociedades bajo la sombra de la criminalidad o intereses de Estado, siempre dentro de un marco de heroicidad y entretenimiento. Ahí están escenas de vibrante acción en espacios como un casino o un complejo turístico en Mónaco, que bien valdrían para un episodio del Agente 007. Mención aparte para John Romita Jr., artífice narrativo fundamental y estrella absoluta en este tipo de escenas.

En lo que respecta a Tony Stark, el logro de los autores está en sacarlo de dentro de su armadura y convertirlo en alguien de carne y hueso como nunca hasta ahora. Fiel al modelo de héroe imperfecto que caracterizó a la era Marvel de los Cómics desde su arranque, Tony Stark pasa a ser un personaje vulnerable. Y lo es, no por factores externos, sino por la condición que pone nombre a esta saga y que marcará la trayectoria del empresario de aquí en adelante: su alcoholismo.

Una adicción al alcohol que no aparece tanto como consecuencia de sus problemas, como que sus problemas son consecuencia del alcohol. Stark empieza a beber ya en el anterior tomo, y lo hace siempre en relativa calma, no en estado de desesperación. Incluso en gran parte del presente volumen así ocurre. Claro que Stark tiene sus preocupaciones, caso del abandono de Whitney Frost o del intento de expropiación de Stark Internacional por parte de SHIELD, pero como tantas otras en sus años de aventuras. En el presente volumen las contrariedades no hacen más que agravarse a causa del control externo de su armadura por parte de Justin Hammer, en especial cuando ese control termina con el asesinato de un diplomático, en una de las escenas más memorables de la Marvel de esos años. Pero la consecuente acusación de asesinato queda aclarada con bastante celeridad, incluso el cuerpo policial da un voto de confianza al vengador dorado tras lo ocurrido.

El caso es que nada de esto sume a Tony Stark en un estado de depresión manifiesto, entre otras cosas porque estamos, por encima de todo, ante un cómic donde reina el entretenimiento y el tono distendido.

La caída en desgracia de Stark no sucede, en realidad, hasta el final del tomo. Un hundimiento personal provocado por su alcoholismo, tras haber estado jugando con la botella de forma reiterada. Y creo que es mejor que la caída en el infierno de la bebida se produzca de este modo, paulatina e inconscientemente, y no como vía de escape a una situación desesperada. Un alcoholismo social, más real, como el que pueda afectar a cualquier ciudadano de a pie, quizás a un lector de las aventuras de Iron Man.

Pasando al plano de los personajes de apoyo, este tomo no puede más que confirmar lo avanzado en su precedente.

Jim Rhodes emerge aquí como un secundario de altura. No sólo aparece como el piloto de Tony Stark sino también como el amigo de mayor confianza del empresario, incluso en plena acción codo a codo contra los malos.

Bethany Cabe es otra pieza que se hace grande en esta saga. De profesión guardaespaldas, el nuevo amor de Tony muestra su carácter ante Mrs. Arbogast, la secretaria de Stark, con quien tiene sus diferencias, y es capaz de plantarle cara al mismísimo Iron Man.

En cuanto a invitados especiales, los Vengadores disfrutan de una breve aparición, lo mismo que el nuevo Hombre Hormiga, Scott Lang, a quien volveremos a ver por estas páginas.

El número final los deja un interesante cliffhanger de cara al próximo volumen, que promete recuperar el hilo sobre la apropiación de Stark Internacional por parte de SHIELD.

Conclusión.

Un tomo altamente recomendable, totalmente imprescindible en la trayectoria de Iron Man. Dentro de la que sin duda es la mejor etapa del vengador acorazado hasta el momento, y con diferencia.

Además, la trama sobre el alcoholismo sobrepasa con mucho la relevancia que pueda tener en el Universo Marvel. El realismo con el que se desarrollan los acontecimientos también lo convierte en un serio documento de advertencia para el mundo real.

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rockomic

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on “Reseñas: Iron Man: Marvel Gold 2: «El Demonio en una Botella» (1979)
10 Comments on “Reseñas: Iron Man: Marvel Gold 2: «El Demonio en una Botella» (1979)
  1. Etapa mítica. Y la saga más célebre de Iron Man todavía. Merecidamente alabada. Bob Layton, David Michelinie y bocetos y narrativa de John Romita Jr. Y Bethany Cabe, Jim Rhodes «Rhodey», Bambi Arbogast, Scott Lang, el avaricioso Justin Hammer y la botella…la botella! El resto es historia.

  2. Lástima que lo hayan sacado en esa horrible edición de OMM a la holandesa…de momento me quedare con los denostados MG TB a la espera de que se edite en OMG o OMB o BM…buena reseña para una etapa memorable…

      • No tanto, al ser bastante moderado con el alcohol no he tenido nunca problemas de salud. Con lo cual y exceptuando el vino en las comidas (que es sagrado) apenas lo toco exceptuando si sociabilizo con amigos y conocidos. Nunca me ha dado por beber mucho estando solo.
        Aunque lo que narra O’Neil es muy desgarrador y no tiene nada que envidiar a un buen libro que toque el tema

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