Reseñas: Los Defensores: Marvel Limited Edition 7: “Cenizas, Cenizas” (1982-1983)

Segunda entrega correspondiente a la etapa de los Defensores guionizada por J. M. DeMatteis y dibujada por Don Perlin. Un tomo, como el anterior, cuya estabilidad creativa es casi absoluta, quitando un solitario número dibujado por Sal Buscema y un par de colaboraciones puntuales en los argumentos a cargo de Mark Gruenwald y Steve Grant. El único apartado donde el baile es constante es el referente a los entintadores.

El anterior volumen finalizaba con un potente cliffhanger, pero el misterio deberá esperar puesto que iniciamos esta nueva entrega con dos aventuras individuales protagonizadas por sendos defensores. Dos episodios que ya avisan por dónde van a ir los tiros en buena parte de la etapa recogida en el tomo: las dudas existenciales e identitarias por parte de los diferentes protagonistas.

El primero de ellos significa la despedida de la colección del Exterminador de Demonios. Un Eric Simon Payne paranoico perdido que intenta buscarse a sí mismo en este episodio solista.

Y en el segundo algo parecido ocurre con una Gata Infernal en busca de su verdadero padre. Un episodio más interesante, más que nada por la conversación que Patsy mantiene con quien se presentaba como su supuesto padre en el anterior tomo, el mismísimo Satán.

Antes de sumergirnos en la línea argumental a la que apuntaba el final del volumen precedente, todavía queda espacio para un anual correspondiente a la colección de los Vengadores. Un número, incluido aquí por la participación de los Defensores como invitados, que ya dispone de su pertinente análisis en el correspondiente volumen de los Vengadores. Así que lo pasaremos por alto puesto que tampoco tiene incidencia en la colección que nos ocupa.

A lo que vamos. El tomo anterior terminaba con la búsqueda de los extraviados Namor, Hulk y el Hijo de Satán por parte del Doctor Extraño, concluyendo en una potente viñeta final en la que irrumpía el supuestamente fallecido Halcón Nocturno. De aquí parte lo que va a significar la saga más extensa de todo el volumen, siendo los restantes Defensores en activo, es decir, la Valquíria, la Gárgola, la Bestia y Estela Plateada, además de los visitantes la Visión y la Bruja Escarlata, invitados a unirse a la fiesta por parte del Doctor Extraño.

El caso es que la acción se traslada a otra dimensión, concretamente a la de la llamada Otra-Tierra o Tierra-S, el planeta en el que existe el Escuadrón Supremo.

Efectivamente, Halcón Nocturno presenta a los Defensores al líder del Escuadrón Supremo, Hiperion, mientras cuenta como el Kyle Richmond de esta realidad alternativa es el presidente de los EEUU. Un presidente que cayó bajo el influjo del supervillano Mente Suprema, conocido de la serie de los Cuatro Fantásticos, en su plan de conquista del Universo. El propio Escuadrón Supremo, con la excepción de Hiperion, también yace bajo el control mental de Mente Suprema, lo que nos lleva a la inevitable batalla entre Defensores y Escuadrón Supremo.

Hasta aquí la primera parte de esta saga que, de momento, ofrece guiones bastante básicos, muy de la Marvel clásica, y un trabajo narrativo igualmente básico por parte de Don Perlin. Además, el dibujante ya no cuenta con el entintado de Joe Sinnott y eso se nota negativamente en los acabados.

Recordemos que el Escuadrón Supremo es un grupo de superhéroes que fue creado por Roy Thomas a imagen y semejanza de la JLA de DC. Además de Hiperion, sus integrantes son Doctor Espectro, Lady Alondra, Princesa Poder, Nuke, Zumbador, Arcana, Arquero Dorado, Pulgarcito, Anfibio y Capitán Halcón. Bueno, y Halcón Nocturno.

Porque sí, el renacido Halcón Nocturno resulta ser, en realidad, el del Escuadrón Supremo, cosa que era bastante previsible. El caso es que el Kyle con uniforme sufre un inexplicable cuadro de amnesia, mientras que el presidente Richmond es en realidad un alienígena que ya fue presentado en el tomo precedente: Null, la oscuridad viviente.

El giro argumental está servido. Null es el verdadero villano al tiempo que Mente Suprema no es más que el peón del que se alimenta.

No contento, además de traerse de nuevo a Null, DeMatteis le vuelve a tirar de otro hilo del anterior volumen, el que precisamente desembocaba en la muerte de Halcón Nocturno. La cuestión es que el antiguo amor de Kyle, Mindy Williams, y los otros cinco telépatas con los que sumaba fuerzas renacen ahora en forma de ente de consciencia cósmica, una especie de divinidad que se hace llamar Coro. Coro viene a representar la pureza frente Null que definitivamente toma la forma física de todos los males del Universo. DeMatteis y Perlin ilustran así la clásica batalla entre el bien y el mal. Por un lado, la fuerza pervertida, que representa Null, que drena de Mente Suprema el poder de los mil millones de seres llenos de odio que habitan en su mente. Por el otro, la fuerza limpia de Coro en unión psicoespiritual con los buenos de la película, es decir, los Defensores y el Escuadrón Supremo. En definitiva, una segunda parte de la saga que deambula por terrenos cósmico-psíquicos que resulta bastante más interesante que la primera, o al menos más entretenida.

Por su parte, Coro pasa a habitar el cuerpo inerte de Mente Suprema, pero lo más sorprendente es que se queda con los Defensores como un “no-miembro” más. Una novedad en la plantilla que muestra la cara de un supervillano, pero que en realidad alberga la consciencia de seis telépatas.

Cambiando de tercio, aprovechando el camino de regreso a casa DeMatteis inserta una fábula en clave de humor. Una aventura protagonizada por cuatro defensores, Namor, Valquiria, la Bestia y la Gárgola en un mundo cuyos habitantes parecen extraídos de un cartoon.

De camino a unos Nuevos Defensores.

En la segunda mitad del tomo el guionista se lanza definitivamente a perfilar la personalidad de los protagonistas y profundizar en las relaciones entre ellos.

En primer lugar, acomete un episodio con un marcado trasfondo romántico. Mente Suprema psicoanaliza al Doctor Extraño mostrándole los devaneos de cuatro parejas, naturales o improvisadas, formadas en el seno del grupo. En forma de pequeños relatos pasan por delante nuestro los inestables romances entre la Bestia y su novia Vera Cantor, Valquiria y Namor, y el Hijo de Satán y la Gata Infernal, para finalmente ser los ancianos Gárgola y Dolly Donahue, la atenta sirviente del grupo, quienes dan la clave que buscaban los dos observadores. Un bonito relato sobre amor y amistad.

Luego es Mente Maestra quien centra la atención, en un viaje al pasado de cada uno de los seis telépatas que habitan su cerebro. Y a continuación es el turno para el Hijo de Satán, que también protagoniza un número por entero. En una de las historias más interesantes de esta etapa, Daimon desenmascara a un demonio que ha estado suplantándolo y ocupando su propio espacio en la Tierra. Sin embargo, nuestro hombre descubrirá amargamente como ese descendiente del diablo ha logrado vivir la vida de amor como hombre que él mismo nunca ha podido alcanzar.

El episodio del Hijo de Satán acaba siendo la antesala para el cambio de rumbo del personaje. La insistente búsqueda de sí mismo lleva a Daimon Hellstrom a ingresar en un monasterio, pero allí resulta ocultarse otro supervillano de los Cuatro Fantásticos un tanto olvidado, el Hombre Milagro. El poderoso villano absorbe el alma oscura de Daimon y, por tanto, sus poderes, con el fin de transformar al mundo en un paraíso por imposición. El problema es que no contaba con que el alma oscura absorbida acabara corrompiendo sus intenciones.

Lo importante para el caso es que el alma demoníaca de Daimon ya no regresa a su cuerpo, dejando via libre a su relación con Patsy. Y via libre también para que la colección se inmiscuya en el culebrón romántico, pero hasta extremos demasiado azucarados, creo yo. Tras la peliculera declaración de amor de los dos tortolitos, para sorpresa de propios y extraños Patsy y Daimon deciden pasar por la vicaría, cerrando así su trayectoria en los Defensores. Entre las felices reacciones de sus compañeros de grupo contrasta la de una Val enfurruñada porque se considera abandonada por su amiga, pero vamos, bastante discreto todo en general. Tampoco Don Perlin está en sus mejores números. En medio del barullo se presenta por sorpresa el viejo amigo de Hank, el Hombre de Hielo, poniendo así la primera piedra para la última transformación de los Defensores.

Para la última saga que incluye el presente tomo, J. M. DeMatteis vuelve a echar mano de otro hilo argumental del pasado de la colección. Un hilo que esta vez no es suyo, sino que viene de muy lejos concretamente de los tiempos de Steve Gerber. Seguro que recordaréis como, a lo largo de varios episodios salteados, en sendos interludios veíamos aparecer la figura de un elfo armado con una pistola que parecía sembrar el terror. Escenas sin ningún tipo de conexión con las tramas en curso que finalmente parecieron quedar olvidadas en el limbo. Es DeMatteis quien decide dar algún sentido a esas apariciones del extraño elfo, si bien el episodio de reinicio es el que cuenta con el guion de Steve Grant, además del dibujo de Sal Buscema.

El caso es que DeMatteis involucra en la trama a la que fuera enfermera de Kyle Richmond, Luann Bloom, que resulta ser un androide al servicio de una extraña organización que se hace llamar el Tribunal. Organización a la que sirve el susodicho elfo, que pronto descubriremos que no es el único. Un primer episodio en el que los guionistas miran todavía más al pasado en la elección del villano de turno. Ni más ni menos que Yandroth, el primer oponente al que se enfrentaron los Defensores, cuya alma en esta ocasión ocupa el cuerpo de una mujer.

La saga que desemboca en la creación de los Nuevos Defensores parte de dos líneas argumentales que transcurren en paralelo. Una de ellas está protagonizada por los que fueran los cuatro primeros integrantes del no-grupo, los tres fundadores, Namor, Hulk y el Doctor Extraño, más Estela Plateada. Una trama que simboliza el pasado que definitivamente va a quedar atrás, frente al otro hilo, protagonizado por el resto de los integrantes, que representa a los Defensores que vienen, un grupo formal, de verdad, en el que manda la estabilidad de sus integrantes. Lo que representa una novedad dentro de la propia colección, es también un planteamiento tan poco original como reiterativo en un Universo Marvel infestado de supergrupos en el que la idea de un no-grupo al menos significaba una propuesta diferente.

Pasando a analizar las dos líneas argumentales, Namor, Hulk, el Doctor Extraño y Estela Plateada resultan transportados a una realidad alternativa que es el tiempo en sí mismo. Es la dimensión que rige el Tribunal, que se destapa como un ente de seres todopoderosos que existen fuera del tiempo y en todos los tiempos. Una especie de sanadores del universo cuya misión es taponar sus heridas, mientras que los elfos son agentes enviados para eliminar a ciertos humanos de la corriente temporal con el fin de evitar un cataclismo vaticinado por el propio Tribunal. Los cuatro Defensores, por su parte, deben rendir cuentas por ser el necesario hilo conductor causante precisamente del cataclismo que convertirá a la Tierra en un aterrador paisaje sin vida.

Desconozco cual era la intención de Steve Gerber cuando se sacó de la manga al elfo con pistola, pero considero que la historia que escribe DeMatteis está muy bien hilada y no chirría, al menos hasta este punto. El guionista incluso mete en el cóctel lo acaecido en un extraño episodio de la etapa Ed Hannigan que toma aquí sentido.

Al otro lado de la balanza, la Bestia, la Gárgola y el Hombre de Hielo están de visita a la sede de los Vengadores cuando se nos presenta a un grupo de tres villanas a las órdenes del Imperio Secreto. Un trío que lleva los nombres de Harridan, Seraph y Nube. Tres superpoderosas mujeres que vienen a representar a tres generaciones que, por alguna razón que queda sin explicación, irrumpen con la intención de llevarse a la Visión por la fuerza.

La Valquiria, por su parte, viaja a Asgard reclamada por Odín. Allí, el dios padre tiene recluida a la ex-vengadora Dragón Lunar que últimamente había regresado a su rol de villana. La conflictiva diosa de Titán recibe la bendición de un compasivo Odín a cambio de que acompañe a Brunilda con el fin de recibir lecciones de humildad que hagan de contrapeso a su divina arrogancia. Además, una diadema ajustada a su calva restringirá sus poderes psiónicos para evitar así indeseados controles mentales. La llegada de un tercer miembro fundador de la Patrulla-X, el Ángel, suma la última pieza de los Nuevos Defensores para el inicio de una nueva era en la colección. Una estructura argumental, ésta que desemboca en la creación del nuevo grupo, que no está nada mal.

Otra cosa ya es la consistencia de lo que nos vamos encontrando por el camino, empezando por el capítulo final referente a los Defensores originales. Porqué, tras una explicación farragosa y retorcida sobre una raza alienígena, resulta que el remedio para salvar a la Tierra consiste en que los cuatro Defensores jamás vuelvan a reunirse bajo ese nombre. Una resolución que tiene más que ver con dar el carpetazo definitivo a la condición de no-grupo de los Defensores que con un planteamiento trabajado.

El susodicho elfo, por su parte, acaba como improvisado vehículo humorístico reciclado a narrador de todo lo que ocurre, a falta de otra utilidad.

Tampoco el episodio que pone a prueba por primera vez a los Nuevos Defensores es especialmente satisfactorio. El escenario se sitúa en plena boda entre Patsy y Daimon, mientras que el oponente vuelve a ser el Imperio Secreto. Sin embargo, el objetivo de la organización criminal ya no es la Visión, sino que ahora quieren capturar a los Defensores, no sabemos por qué razón. Además, los agentes enviados no son las tres mujeres de la anterior intervención, sino un supervillano bastante lamentable llamado Perro Loco y el supergrupo Fuerza Mutante, también recuperado de la etapa de Ed Hannigan, que ahora resulta estar a las órdenes del Imperio Secreto. Y ya para dar la estocada definitiva al culebrón, el tal Perro Loco no es otra cosa que el ex marido de Patsy, que no está precisamente conforme con la boda.

En cualquier caso, el volumen termina con la confirmación de la nueva formación de los Defensores como supergrupo estable, a propuesta de la Bestia. Nacen así los Nuevos Defensores, integrados por la propia Bestia, el Hombre de Hielo, el Ángel, la Gárgola, Valquiria y Dragón Lunar. Habrá que esperar a la siguiente entrega para ver qué nos depara esta nueva etapa de la colección.

Conclusión.

Seguramente el tomo más irregular hasta el momento. Creo que está un poco por debajo del anterior, sin llegar a ser un mal tomo ni mucho menos. Algunas líneas argumentales son más bien discretas, pero también es razonablemente entretenido en muchos tramos, y tampoco se puede negar que DeMatteis pone esmero en el desarrollo de personajes.

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rockomic
3 comments to “Reseñas: Los Defensores: Marvel Limited Edition 7: “Cenizas, Cenizas” (1982-1983)”
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  1. A mí todavía me gustó bastante. DeMatteis le pone ganas, tiene sus momentos, usa un montonazo de personajes y es uno de los tomos más viajeros del llamado “no-grupo”. Además, tenemos a Nube (personaje lamentablemente desaprovechadisimo durante décadas), posteriormente muy relevante. Y el momento revulsivo de cambio de alineación (aunque no es que está se mantuviese precisamente fija en los últimos años pese a los retornos de Extraño, Namor o incluso eventualmente el Surfista, más bien llevaba un tiempo mutando mucho).

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