Cineclub Marvel: X-Men: La decisión final (2006)

xmen3_poster3Después de que “Spider-man 2” perdiera el récord de película más cara de la historia a manos del “King-Kong” de Peter Jackson, éste volvería fugazmente a Marvel gracias a los 210 millones de presupuesto de la tercera entrega de la saga mutante. Aún así, ni tan abultados recursos bastaron para evitar que muchos echaran de menos la grandeza de los dos capítulos anteriores, que costaron juntos 25 millones menos. Del mismo modo, puede que se trate de la adaptación superheroica con más guiños al cómic, pero fuimos los propios lectores quienes más protestamos por su falta de fidelidad. Y también se le criticó una excesiva comercialidad, por mucho que se hubiera atrevido a derrumbar algunos de los más inamovibles tabúes del género. Obras mucho más reconocidas de su género envidiarían su ritmo y su densidad, aunque se la considera en suma una cinta menor, casi infantil, quizá entretenida pero olvidable.

Y es que Brett Ratner consigue en esta película hacer parecer sorprendentemente fáciles logros que en realidad eran muy difíciles. Este mérito acabó siendo su peor defecto. La sombra de Bryan Singer era demasiado alargada.

Lo que pudo ser… Con la taquilla de “X2” casi cuadriplicando sus 110 millones de prepuesto y un final abierto, no fue ninguna sorpresa que la 20th Century Fox volviera a contar con el mismo equipo técnico y de producción  para su secuela. Hasta se llegó a hablar de rodar dos entregas simultáneamente. Bryan Singer comenzó inmediatamente a desarrollar un primer tratamiento del guión junto a los guionistas de la segunda película Dan Harrys y Michael Dougherty, centrándose como ya anunciaban al final de aquella en la resurrección de Jean Gray.  La principal novedad hubiera sido una Emma Frost encarnada por la mismísima Sigourney Weaver, que intentaría manipular a una Jean a la que Magneto pretendía atraer a su Hermandad. Como en el original, ésta hubiera acabado suicidándose tras perder el control de sus poderes, para emerger después reencarnada en un ser de energía pura como fase final de su evolución (¡yo soy Tetsuo, digo Fénix!).

También pretendían recuperar a los centinelas, eliminados en plena producción de la  primera secuela por restricciones presupuestarias, así como a Dazzler y a Gambito, para los que se consideraba a Beverly Mahood y  a Channing Taum. La propia Marvel anunciaba la futura llegada de su director Bryan Singer a los guiones de Ultimate X-Men (acompañado de Bryan K. Vaughan), la misma jugada que después intentarían con el inconcluso Iron Man: Viva las vegas de Jon Favreau. Todo parecía anticipar una gran conclusión para la trilogía que se iniciara casi inadvertida, improvisadamente, en 2000 con X-Men”, para acabar marcando el renacimiento de todo el género.

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….y lo que fue. La noticia saltó en julio de 2004: Singer abandonaba “X-Men 3” en favor del proyecto estrella de la rival Time Warner / DC, “Superman Returns”, y se llevaba además consigo a casi todo su equipo. El director intentó convencer a la Fox de que esperara a que volviera a estar libre, pero el estudio, sin ocultar su despecho y considerando su propio calendario para seguir explotando la franquicia mutante más allá de la primera trilogía, se lanzó a una auténtica carrera para llegar a la cartelera antes que el hombre de acero. De hecho, no tardó ni un mes en contratar a Simon Kinberg como nuevo guionista. Con su elección se pretendía añadir espíritu palomitero a una franquicia hasta entonces más bien sobria, pues el escritor sólo había firmado anteriormente dos libretos tan puramente escapistas como los de la segunda entrega de “xXx” y “Sr. y Sra. Smith”, tónica que ha seguido manteniendo después con cintas como “Noche y Día”. Kinberg ya había colaborado con la Fox, aunque sin acreditar, en el desarrollo del guión de “Los 4 Fantásticos”, y más adelante volvería al género escribiendo junto a David S. Goyer “Jumper”. Su pista es relevante porque en la actualidad está co-produciendo la inminente “X-Men: Primera Generación” junto al retornado padre pródigo Bryan Singer. A comienzos de 2005 se le uniría Zak Penn, quien ya había planteado el argumento de la anterior entrega (junto al guionista de la primera, David Hayter). También él estaba en Marvel para quedarse, habiendo escrito desde entonces “El increíble Hulk” y la futura “Los Vengadores”, pero lo único que los aficionados sabíamos en aquel momento era que se trataba del responsable del endeble guión de “Elektra”, también de la Fox.

giftedEstos miedos no hicieron sino acrecentarse a medida que el desfile de sucesivos directores no pasaba del rumor. El primero en perfilarse para sustituir a Singer fue Joss Whedon, quien ya había trabajado años atrás en el guión de la primera película, y ahora estaba escribiendo la serie Astonishing X-Men, muy influyente en el nuevo guión. Pero el futuro director de “Los Vengadores” declinó la oferta porque ya estaba comprometido con la frustrada adaptación de “Wonder Woman” de la Distinguida Competencia. Paralelamente, Hugh Jackman se había convertido en el verdadero corazón de la franquicia al firmar por dos películas más como Lobezno, y su flamante nuevo contrato la daba incluso la capacidad de vetar a cualquier director que se le propusiera. Por eso no extraña que el siguiente al que se le ofreciera el puesto fuera a Darren Aronofsky, con quien el intérprete estaba entonces rodando “La fuente de la vida”, y que de hecho va a dirigir el próximo spin-off del personaje. Y también se le planteó a Alex Proyas, que acabaría dirigiendo en su lugar “Yo, Robot” igualmente con la Fox. Sonaron aún más nombres, como Zack Snyder que prefirió adaptar “300”, Rob Bowman, Peter Berg, Francis Lawrence o John Moore… Pero lo único cierto es que casi un año después de la marcha de Singer y a menos de otro del estreno, su antigua silla seguía vacía 4 meses antes de la fecha programada para iniciar el rodaje.

x-men_primera_clasePor fin, se anunció la contratación de Matthew Vaughn. En la actualidad, el director británico cuenta con “Kick-Ass” y “Stardust” como tarjeta de presentación y está a punto de estrenar la ya mencionada “X-Men: Primera generación”, y estuvo a punto también de hacerse hecho cargo de “Thor”. Pero volviendo a 2005, sorprende que se le confiara semejante superproducción a un director casi novato, que tan sólo había filmado una pequeña cinta inglesa de género negro, “Layer Cake, Crimen organizado”, literalmente 50 veces más barata. Su verdadero aval era más bien haber producido las películas de su amigo Guy Ritchie, lo que en cierta forma acercaba su perfil al de Bryan Singer cuando afrontó la primera parte. Sin embargo, pese a las buenas vibraciones que despertó su llegada, Vaughn sólo aguantó 9 semanas al frente del proyecto. Se retiró a apenas unos días de comenzar el rodaje, con los departamentos de efectos especiales ya incluso en plena tarea. Puede que semejante aventura aún le viniera grande, pero todas las partes descartaron ninguna diferencia creativa. Al contrario, la explicación oficial fue que no quería estar un año entero alejado de su familia en Reino Unido, aunque posteriormente ha declarado que la verdadera causa era la excesiva presión de los productores para cumplir la fecha de estreno, porque en esas condiciones no hubiera sido capaz de mantener el nivel del trabajo previo de Singer. Tampoco ha dudado en criticar el desempeño de su sucesor, asegurando que a la tercera parte de la saga “le falta corazón”. El próximo 3 de junio sabremos cómo late el suyo.

Dos abandonos son demasiados. La palabra cancelación estuvo en boca de todos, junto a todo tipo de rumores sobre nuevos directores. La sensación general era de desánimo. Parecía imposible superar la ausencia de Singer, ni faltaron voces reclamando su vuelta, parcialmente atendidas 5 años después al coproducir la precuela. Tal vez lo ideal hubiera sido paralizar la producción y replanteársela de nuevo como pretendía Vaughn, pero mientras no tengamos acceso a los cálculos de costes de semejante decisión, muy probablemente por encima de cualquier umbral de rentabilidad, sería simplista pretender racionalizarla como un mero pique para adelantarse al Superman de Singer, quien no dejaba de ser en última instancia el primer responsable de esta situación. Lejos de calmar la situación, el anuncio de que Brett Ratner sería el nuevo reemplazo activó  todas las alarmas. Tras el descontento de muchos fans después de las últimas adaptaciones de la Fox, “Los 4 Fantásticos” y “Elektra”, de las que venían además los escritores de ésta, y desesperados por el culebrón de directores, lo último que se esperaba era al responsable de “Hora punta”. Tan desalentador contexto debe tenerse en cuenta para comprender el descrédito que acabaría sufriendo la película aún antes de su estreno, y que en buena medida sigue lastrando sus valoraciones.

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Sin embargo, Ratner era perfecto para ponerse a los mandos de un proyecto ya en marcha, asumiendo un reparto, un equipo y una preproducción realizadas exclusivamente por el estudio, precisamente por carecer de un sello propio como autor. No en vano, ya había salido airoso del reto de emular a Jonathan Demme y Ridley Scott como director de “El Dragón Rojo”, la precuela de “El Silencio de los Corderos” y “Hannibal”. Y también podía presumir de haber firmado una pieza tan potente como el piloto de “Prison Break”. Tampoco debe olvidarse que Ratner había sido precisamente la primera opción de la Warner para dirigir “Superman Returns”, aunque su proyecto no acabara prosperando por su excesivo costo, con lo que de alguna manera la Fox le pagaba a su competidora con la misma moneda (después de haberlo intentado también con Whedon). Una vez más, el director vuelve aquí a adoptar un estilo continuista al de Singer, huyendo de las tendencias videocliperas del momento en favor de una realización lo más neutra posible, manteniendo la coherencia de la trilogía. Puede carecer de la fuerza estética de su antecesor pero lo compensa con un mayor sentido del ritmo y apostando en su lugar por el espectáculo. Donde Singer se apoyaba en los efectos especiales para contar su historia, para Ratner la épica prima sobre el argumento, y se apoya más bien en el relato para exhibir los efectos especiales, pero al final ambos son dos caminos para llegar a un mismo sitio. Pese a quien pese, su entrega se acopla perfectamente a las anteriores, manteniendo su tono verista y el equilibrio entre drama y acción. Si acaso, Singer suele pecar de cierto estatismo, y la conclusión de la trilogía, con los deberes ya hechos y los personajes perfectamente presentados en los capítulos anteriores y situados para el gran enfrentamiento, era la hora de las explosiones. Recuérdese que los clímax de las dos primeras partes eran hasta cierto punto fallidos, respectivamente por defecto y por exceso, mientras que esta tercera entrega, con todos sus defectos, no desfallece ni por un momento y deja incluso con ganas de más. Por supuesto que Ratner difícilmente hubiera podido construir por si mismo el mundo que heredó, y nadie puede negar la mayor entidad cinematográfica de Singer, pero el relevo ofreció a la saga mayor dinamismo y entretenimiento puro, en el momento justo.

La Fox había decidido darle un final a la saga. Sus recaudaciones, aunque crecientes, no seguían la misma progresión que sus exponencialmente crecientes presupuestos, y estaban muy por debajo por ejemplo de las de “Spider-Man”, pero no así las inversiones precisas para poder seguir contando con un reparto coral lleno de estrellas de crecientes cachés cada más difíciles de renegociar. Marvel Studios aprendió esta lección y ha comprometido a los integrantes de su nuevo universo fílmico a largo plazo y desde el principio. Esta escalada de costes amenazaba con llegar a ahogar su rentabilidad, pero a diferencia de otras licencias superheroicas, aquí el verdadero protagonista es la propia especie mutante y no unos personajes concretos. La mejor manera de seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro, era por tanto explorar otras direcciones del mismo concepto que permitieran presupuestos más ajustados, bien hacia los lados en forma de spin-offs o bien hacia atrás mediante precuelas, como estamos viendo desde entonces. Y para eso, esta tercera película debía cumplir un doble objetivo: cerrar la trilogía (dejándola por supuesto calculadamente entreabierta a una potencial continuación), y servir de germen expansivo de la franquicia mutante. ¡La saga ha muerto, viva la franquicia!

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En tanto que tercera parte de una trilogía, a Ratner le tocaba poner sobre la mesa las cartas que había barajado Singer. La relación entre humanos y mutantes se ve sacudida irreversiblemente por el anuncio de un tratamiento que puede suprimir el gen mutante y devolver a su portador a su propia humanidad previa a su mutación: la “Cura”. Su referente principal es el ya mencionado primer arco de Astonishing X-Men, “El Don”, de 2004, con lo que  la saga salta hasta los cómics contemporáneos tras dos entregas más centradas en el pasado de la Patrulla. Shohreh Aghdashloo pone rostro a la creadora del tratamiento, una doctora Kavita Rao que parece directamente salida de los lápices de Cassaday, pero los cambios también son notables: en primer lugar, ya no trabaja en Benetech sino en las Laboratorios Worthington. Esto permite omitir el complot alienígena del original y relacionar más directamente la Cura con la problemática integración de los mutantes, ya que Warren Worthington II (Michael Murphy) financia las investigaciones de Rao porque es incapaz de aceptar que su hijo y heredero Warren III sea un mutante, similarmente al General Stryker de “X2”. En efecto, su mutación siempre había separado al Ángel de su familia, hasta el punto de que no hizo pública su condición hasta el fallecimiento de su padre. La fortuna de los Worthington nunca tuvo originalmente nada que ver con la industria farmacéutica, pero su vinculación con la Cura no es tan arbitraria como pueda parecer. Vienen a asumir el esquema original de la familia Maddicks casi 20 años antes de que Whedon creara siquiera a la doctora Rao, con el Ángel en el lugar que ocupara  Artie en los primeros números de Factor X por Bob Layton y Jackson Guice.

A Artie Maddicks (Bryce Hodgson) ya le habíamos visto como uno de los alumnos más jóvenes de la Escuela en la segunda película, y vuelve a asomar en esta tercera por los pasillos de la Mansión, pero a diferencia de las películas, su mutación lo había deformado terriblemente en los cómics. Su horrorizado padre, el ingeniero genético Carl Maddicks, había llegado a ocultar su existencia e intentó desarrollar un compuesto mutagénico que anulara sus efectos, aunque esta vez sin éxito; el segundo cambio de la Cura cinematográfica respecto a la de Astonishing es su origen: Rao usó varios especímenes mutantes para sus estudios, fundamentalmente a un resucitado Coloso infectado con el Virus de Legado, pero su vacuna no dependía de una fuente viva como en la película. Curiosamente, este papel recae precisamente en el mejor amigo de Artie, Sanguijuela (Cameron Bright), cuyo poder era efectivamente anular los poderes (mutantes o no) de quienes le rodean. También pierde su deformidad, así como su afiliación original junto a los Morlocks, y es una pena que no lleguemos a verles juntos cuando por fin coinciden en la Escuela al final de la película.

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La Cura establece por tanto el conflicto básico ante el que todos los personajes han de posicionarse: ¿es la asimilación la respuesta a la exclusión? ¿Debe ser una opción voluntaria de cada mutante, o ha de serles administrada forzosamente a los que representen un peligro para la sociedad? ¿Es legítimo que el gobierno la use como último recurso ante los mutantes supremacistas, convirtiéndola en un arma, o deben dar los mutantes por el contrario el primer paso para evitar el exterminio potencial que representa? ¿Cómo garantizar que no se abuse de ella, o ningún mutante de sus poderes? ¿Se trata del primer paso hacia la paz entre especies o hace inevitable la guerra?… no se trata de una cinta filosófica ni pretende elaborar ninguna profunda tesis al respecto, pero consigue reflejar todas estas posturas sin restarle agilidad a la trama, y acierta con la postura más natural de cada personaje. Evita además la maniquea pretenciosidad de las dos cintas previas de Singer, que sí indicaban claramente al público qué bando era el más noble, mientras que aquí Ratner no huye de las zonas grises de cada posición, como la defensa del terrorismo por parte de Magneto o que la Patrulla se alinee con los defensores de la Cura contra los propios intereses de su especie. Suya es la decisión final que da título a la cinta, cuando tienen que elegir si administrársela o no a su peor enemigo. Lo único criticable es que se acabe recurriendo a una cobarde elipsis para saltarse el verdadero desenlace: vemos a Sanguijuela comenzar el nuevo curso en la Escuela-X, con lo que podemos deducir que se ha derogado la Cura, pero no se nos cuenta si  el gobierno lo ha apoyado o si por el contrario la Patrulla lo ha escondido de las autoridades aprovechando el caos de la batalla final.

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El eje central del proyecto original de Singer hubiera sido en cambio la irrupción del Fénix, finalmente secundaria en la versión de Ratner no tanto por espacio ni relieve (Scott y Logan desde luego no estarían de acuerdo),  sino por su función subsidiaria respecto a la trama principal. Esta Jean es sólo una pieza de este gran ajedrez, quizá la reina pero una ficha más al fin y al cabo, y ya no el destino final de la evolución humana que planteaba Singer. No obstante, Kinberg y Penn mantienen la misma estructura básica que aquel: la pasional Fénix ya no es una entidad cósmica que ha poseído a Jean Grey sino la externalización de una personalidad reprimida de Jean Grey, bloqueada por Xavier cuando era niña (una inquietante Haley Ramm) para impedir que manifestara un inmenso poder que su mente humana no podía controlar. Dichos bloqueos habrían comenzado a derrumbarse ya en la primera película a consecuencia del ataque de Magneto a Liberty Island y la exposición a su máquina mutadora, provocando tanto su incremento de poder en la segunda como sus problemas para controlarlo, hasta que es Fénix quien emerge definitivamente tras el trauma de su “muerte”. Una lectura radicalmente rupturista pero que ya venía siendo ensayada (con cierta ambivalencia) en el Universo Ultimate, y que encaja mucho mejor en el contexto de la adaptación que la tradicional. Si acaso, personalmente hubiéramos preferido mantener la incertidumbre de la Fénix Ultimate respecto a si la explicación racional es correcta o bien Xavier nunca comprendió la verdadera naturaleza mística del Fénix, y por supuesto, haber mostrado el efecto Fénix más allá de su reflejo en la despedida de  Singer. Ni tampoco nos parece un acierto el vestido de noche que le planta la encargada de vestuario Judianna Makovsky. Pero todo eso no quita para que esta relectura funcione dramáticamente y sea coherente con la saga. En todo caso, respeta los elementos definitorios del concepto clásico, que nunca fueron la mitología cósmica de la Fuerza Fénix sino el drama de Jean Grey y la situación imposible en la que coloca a sus seres queridos.

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Cuestión distinta es cómo se engarzan dos tramas tan potentes en una misma película. La Cura y Fénix no se estorban pero tampoco se retroalimentan, y posiblemente ambas hubieran funcionado mejor por separado. Se las ha unido por la necesidad de ponerle punto y final a la saga, pero en el fondo avanzan en paralelo y conducen a sendos finales independientes: Magneto hubiera intentado atraer a Jean a su causa igualmente de no haberse anunciado la Cura, y hubiera sido igualmente derrotado sin ella. Por el contrario, insertar al Fénix en una historia mayor le quita el espacio necesario para explorar la evolución de Jean (lo que hubiera sido la función de la Reina Blanca en el proyecto original). Y con ello perdernos además la oportunidad de haberle prestado al fin la debida atención a Cíclope, una de las grandes deudas de la trilogía. Ambos elementos tuvieron que resolverse en una única escena, dándole un dramático giro a un momento muy representativo de la historia original. El tratamiento de Scott fue muy protestado por los aficionados, pero es justo reconocer que, adaptación aparte, se logra una secuencia de gran intensidad, muy por encima del resto de su participación en toda la saga. Debe tenerse en cuenta también que la causa última de su desaparición fue en realidad que James Marsden decidiera seguir a Singer a “Superman Returns”. La Fox estuvo incluso a punto de haberlo matado fuera de pantalla, si Kinberg y Penn no hubieran insistido en que era necesario vincularlo con el renacimiento de Jean y el actor estuviera dispuesto a forzar su agenda para simultanear ambos rodajes, según dijo hasta si hubiera tenido que hacerlo gratis. Si esta escena ya saltaba por los aires todas las reglas del género, el duelo entre Fénix y Xavier nos dejó a todos literalmente sin palabras. Sí, puede cambiar el resultado del mismo enfrentamiento en los cómics, pero después de la despedida de Cíclope habían cambiado las reglas. Y aún así logra volver a pillarnos desprevenidos. La grandeza de Patrick Stewart, una Famke Janssen terrorífica, y la brillante coreografía de un Ratner que no pierde el pulso, la claridad narrativa  ni el centro de la acción en una complejísima batalla a tres bandas (especialmente en la versión extendida), consiguen crear el mayor crescendo de toda la trilogía. El público es repentinamente consciente de que el título de la película no iba de farol, de que éste podría ser realmente el final de la historia, y que no habrá ganadores… Pero aún había que desarrollar la otra línea argumental. La mejor prueba de la falta de comunicación entre ambas tramas es que para ello hubiera que dejar a Jean medio catatónica durante todo el segundo tercio de la cinta, en espera del desenlace. Al final, la lucha de Jean está mucho mejor reflejada que el triunfo del Fénix, por apabullantes que sean sus manifestaciones.

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El resto de personajes tampoco escapa a esta congestión de tramas. Kinberg y Penn apenas dan a basto para integrar el enorme reparto y la gran cantidad de cabos sueltos que heredaban. La mayoría se limita a entrar y salir del primer plano apenas para su pequeño momento de gloria, sólo para volver al fondo antes de robarle demasiada presencia a las verdaderas estrellas, a las que apenas sirven de coro. La omnipresencia de Lobezno es molestamente reiterativa, menos justificada argumentalmente en cada entrega. Hasta se llegó a rodar un corte postcréditos (eliminado del montaje final pero disponible en los extras del DVD) promocionando abiertamente su futuro spin-off. Tormenta también asciende a la primera división, perfilándose como heredera del Profesor-X y próxima líder de la Patrulla, pero seguimos sin saber nada más de ella aparte de que cambia de peinado en cada película. Se nota que Hugh Jackman y Halle Berry son los actores más populares de la franquicia y que supieron renegociar su cuota de pantalla para garantizarse mantener tal estatus tras sus respectivos fracasos como Van Helsing y Catwoman, pero ésos no dejan de ser factores extra argumentales. Al menos aportan un gran carisma a sus personajes, y también es cierto que, sin poder disponerse de Scott, Jean ni Xavier, poco más había de dónde rascar en las filas de la Patrulla-X.

comparativa_bestiaEn cuanto a los refuerzos, Ángel y Bestia completan la alineación original de la Patrulla-X, aunque con desiguales resultados. Un sosísimo Ben Foster vuelve a Marvel como el alado Warren Worthington, tras su paso como uno de los adorables vecinos de Frank Castle en «The Punisher«. Sus cuatro apariciones marcan el ritmo de la historia, siendo causa en última instancia tanto de la Cura como paradójicamente del renacer del sueño de Xavier. Pero esta relevancia argumental no impide que, como personaje, aunque su importancia fuera muy exagerada en la promoción de la película, sea poco más que un decepcionante cameo. No llega ni a ponerse el traje. Su mejor momento ni siquiera lo encarna el actor sino el adolescente Cayden Boyd, en el sobrecogedor prólogo. La Bestia sí que goza de un mayor peso como antiguo alumno de la escuela Xavier, en un guiño a la futura Primera Clase que contradice su breve aparición en la segunda película. Como Secretario de Asuntos Mutantes del Gabinete del Presidente de Estados Unidos (¿qué opinará Valerie Cooper de esto?), sorprende verle protagonizando la vertiente política del conflicto en lugar de su habitual papel como científico. Mantiene su complejo carácter original, cuando la Cura confronta sus principios morales con sus circunstancias personales. La única pega es que esta postura, necesaria para el discurso de la película, hubiera hecho reiterativo a un amortizado Rondador Nocturno, que es eliminado del elenco sin la menor explicación (a no ser que jugaras el videojuego oficial de la película). En realidad sí que iba a haber hecho una breve aparición, ya que Alan Cumming había firmado por dos películas, pero al final decidieron ahorrarse los elevados gastos de su maquillaje. La caracterización tampoco le desmerece: se nota la mano del gran Rick Baker, famoso por otras criaturas peludas como las de “Un hombre-lobo americano en Londres”,  “Greystoke”, “Gorilas en la niebla” o el remake de “El Planeta de los Simios”, que le valieron hasta siete Óscar y otras cinco nominaciones, incluyendo la estatuilla que acaba de llevarse este año por “El Hombre Lobo”. Pero el personaje no podría haber sido tal sin un verdadero actor debajo, antes que el previsible atleta. Aún así, sorprende que tome el rostro (es un decir) del televisivo doctor Frasier, Kelsey Grammer, que fue por cierto una apuesta personal de Mathew Vaughn en contra del criterio de la productora.

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Además, Pícara, el Hombre de Hielo, Coloso y Kitty Pride promocionan al primer grupo, aunque Lobezno planteara dudas sobre su titularidad en una de las escenas eliminadas del DVD.  Se mantienen en un excesivo segundo nivel respecto a los veteranos, paradójicamente más discreto que el de la anterior película. Llama la atención el caso de Pícara, cuyo casi protagonismo de la primera cinta se fue desinflando a lo largo de la trilogía al mismo ritmo que la carrera cinematográfica de Anna Paquin (aunque después ha encontrado un magnífico hueco en televisión). La Cura le da al menos la oportunidad de cerrar modélicamente el arco de su personaje en el conjunto de la saga. Era una opción necesaria para la que ella era la elección idónea, aunque su decisión  tal vez se deprecie por cruzarse con un  triángulo amoroso. El mismo Logan llega a advertirle que “tan sólo espero que no lo hagas por un chico”. El propio equipo debió experimentar las mismas dudas, pues se rodaron sendas escenas alternativas en las que Bobby llegaba a besar a Kitty, o Pícara acababa optando por seguir siendo mutante. Shawn Ashmore estuvo a punto de no repetir como Bobby Drake para hacer de Jimmy Olsen en “Superman Returns”, pero la Fox hizo valer su contrato previo para que concluyera la trilogía, mientras que Ellen Page, que acababa de saltar a la fama con “Hard Candy” (Ratner la contrató sin tan siquiera hacerle una prueba) es la tercera Kitty de la saga tras los cameos de Sumela Kay y Katie Stuart en los anteriores capítulos. Daniel Cudmore repite como un descafeinado Peter Rasputín, del que se esperaba mucho más. Y también es de valorar el esfuerzo de coherencia que supone poder reconocer por la Escuela al resto de “Nuevos Mutantes” de la anterior entrega interpretados por los mismos actores, como Siryn (Sauna Kain), Artie (Bryce Hodgson), Júbilo (Katrina Florece) y Jones (Connor Widdows).

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Si en la Mansión encontramos más o menos el número de alumnos y hombres-X que cabía esperar, en el bando contrario las cosas son muy distintas. Como piedra clave de la futura expansión de la franquicia, era el momento de ampliar exponencialmente la nómina de mutantes, aparte de que el canon de “El Señor de los Anillos” obligaba a concluir la trilogía con una gran batalla multitudinaria. Tras dos películas anunciando una inminente guerra, Magneto, por fin iba a contar con un auténtico ejército. Sin embargo, había acabado la anterior cinta con sólo dos miembros en su Hermandad, Mística y Pyros. Al comienzo de la tercera ya sólo le queda un lugarteniente, pues Mística ha sido apresada investigando el origen de la Cura; es una lástima que se eliminara la escena en la que se mostraba que Erik ha pasado todo este tiempo escondido bajo tierra esperando el mejor momento para actuar, con una barba que remitía directamente a su evidente paralelismo con Bin Laden, y Pyros como único contacto con el mundo exterior. Su primer paso es liberarla, en una escena que al principio parece un reflejo de su propio rescate en la segunda película, pero cuyo dramático final define mejor el fanatismo del líder de la Hermandad que cualquiera de sus discursos, lo que debería ser recordado por quienes acusan de vaciedad al despliegue pirotécnico de esta película. Mérito que bien es cierto que tuvo mucho de accidental, pues la escasa presencia de Rebecca Romijn se debió en realidad a problemas de agenda. El principal beneficiario sería un reforzado Aaron Stanford, que asciende directamente a mano derecha de Magneto, aunque lo que todos estemos esperando sea su reencuentro con el Hombre de Hielo, que se hace esperar pero no defrauda.

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El resto de acólitos de Magneto compone una extensa y variopinta colección de maniquíes sin ninguna personalidad, ni mayor objetivo que añadir ruido de fondo a las peleas. En la mayoría de los casos no llegan ni a hablar, y en los que sí lo hacen desearías que no lo hubieran hecho, como un indescriptible Juggernaut a medio camino entre su versión Ultimate (en la que al menos sí que era un mutante) y el Ram-Man de los Masters del Universo. Tan exótico desfile supone al menos un pequeño divertimento para el lector, un quién es quién con el que poner a prueba tus conocimientos mutantes, aunque ni como adaptación puede lavárseles demasiado la cara. Supuestamente vienen a refundir las distintas encarnaciones de la Hermandad de mutantes diabólicos y sus derivados con los Morlocks (porque su líder Dania Ramirez, la Maya de “Héroes”, afirma ser Calisto para reeditar su duelo con Tormenta, aunque se eche en falta su parche ni sus poderes encajen), y los Omegas de la etapa Morrison (como apuntan sus tatuajes y que Quill, Ken Leung, aparezca nombrado en los créditos como Kid Omega sin ninguna causa aparente), pero en la práctica no son más que una mezcla aleatoria de ilustraciones de un libro de fichas, sin respetar siquiera las apariencias o poderes de los originales. Si necesitaban carne de cañón, casi hubiera sido preferible que se hubieran inventado nuevos personajes, porque más que expandir el universo cinematográfico de los X-Men como pretendían, sólo limitan sus apariciones en futuras películas. Algunos por lo menos eran originalmente villanos, como Arco Voltaico (Omahyra Mota), pero muchos pertenecen incluso al bando de los héroes, como Madrox (Eric Dane), Mariposa Mental (Meiling Melançon), Spike (Lance Gibson) o Phat (Via Saleaumua /  Richard Yee). Todos desaprovechados hasta la anécdota.

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Recrear a tantos mutantes en acción requería no obstante un enorme salto de producción, y basta comparar los poderes de Tormenta en esta entrega y en la primera película para apreciar el enorme avance que ha experimentado la franquicia. Y es que 210 millones de dólares dan para mucho, como contar con los efectos visuales de Greg Strausse y su compañía  Hydraulx, que han colaborado con Roland Emmerich y James Cameron en megaproyectos como “El día de Mañana”, “2012”, “Titanic” o “Avatar”, y con Marvel en ambas partes de “Los 4 Fantásticos”, “El Increíble Hulk” y “Iron Man 2”. Logran asombrarnos con escenas tan monumentales como las manifestaciones del Fénix, o a otra escala también se quedan en la retina otras muchas como el rescate de Mística. Entre tanta infografía brilla también la vieja escuela, y muy especialmente la excelente labor del departamento de maquillaje, que ya había presentado en anteriores entregas a los notables Rondador Nocturno y Mística y aquí supera el reto mayúsculo que suponía el creciente elenco mutante con tantos medios como imaginación.

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En cambio, Ian McKellen y Patrick Stewart no necesitaron ninguna caracterización para recuperar sus rostros de hace 20 años en el flashback del prólogo. Tampoco se recurrió al habitual “cambiazo” de cabezas por un CGI, sino que los actores rodaron la escena normalmente y después se retocó digitalmente cada fotograma en postproducción. Hydraulx desarrolló un nuevo software para ello, los mismos “injertos de piel digital” que rejuvenecerían después a Brad Pitt en “El curioso caso de Benjamin Button” y a Jeff Bridges en “Tron Legacy”, así como nuevamente a Xavier en “X-Men Orígenes: Lobezno”. El acabado de esta técnica puede no resultar aún completamente natural, pero consigue transmitir fielmente la interpretación de los actores en una escena clave para definir tanto el conflicto entre ambos líderes mutantes como su íntima amistad.

La estrella de la función, omnipresente ya desde los mismos carteles, no es sin embargo  ningún nuevo mutante. El asombroso vuelo magnético del Golden Gate sobre la Bahía de San Francisco es puro cine, palomitero, pero cine. Semejante exhibición de poder remite al ataque de Xorn contra Manhattan en los Nuevos X Men, que no por casualidad asoma entre las viñetas de la cortinilla editorial de los créditos. Sólo esta escena se llevó una sexta parte del presupuesto de efectos especiales de toda la película, requiriendo de la combinación de imágenes generadas por ordenador, una miniatura del puente y una gran sección del mismo reproducida a escala real en el plató, bajo la coordinación del supervisor de efectos especiales John Bruno. Curiosamente, el guión emplazaba originalmente esta secuencia a mitad del metraje, pues Alcatraz no iba a albergar los laboratorios de Benetech sino una especie de Guantánamo mutante a imagen del Campo “Factor X” de Ultimate X-Men, que Magneto hubiera liberado a fin de nutrir su reconstituida Hermandad. Ratner decidió en pleno rodaje que no podría superar una secuencia de tal calibre, y la trasladó en su lugar al desenlace para evitar que se desinflara por comparación. Sin embargo, este cambio provocó un clamoroso fallo de raccord impropio de una gran superproducción como ésta, porque en cuanto el famoso puente se posa se hace súbitamente de noche en un solo cambio de plano, abierto a general por si no fuera suficientemente evidente. Pero nada de eso importa cuando el espectador aún no ha sido capaz de cerrar la boca.

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Las otras dos escenas de gran formato con que empieza y acaba la película generan en cambio sensaciones mucho más encontradas. Para el lector es un sueño poder ver la Sala de Peligro, no digamos ya los Días del futuro Pasado o un Centinela (un juego referencial que Ultimate X-Men llegaría a gastar), o una gran batalla multitudinaria de superseres, con un nivel de violencia por cierto, sino explícita sí letal, mayor de los esperable. Y es igualmente estimable que en plena era digital se apueste para estas escenas por escenarios reales y efectos prácticos en lo posible, y cuando no lo es, lo infográfico tampoco desentona. Pero al mismo tiempo, aún en su excelencia técnica, todo está tan coreografiado, el uso de cables para los saltos y vuelos resulta tan evidente, y los sucesivos emparejamientos son tan teatrales, que lo que debería ser una lucha orgánica, sucia y desesperada, resulta artificioso, limpio y plano. Todo lo contrario que el trágico enfrentamiento entre Fénix y Xavier: mientras que las voces en off que ya habían grabado Janssen y Stewart acabaron siendo eliminadas y da la sensación de que su duelo de voluntades hubiera funcionado incluso sin efectos especiales, la única razón de ser de la batalla final es su propia aparatosidad.

Del mismo modo, por muchos coros y apoteosis orquestales que acompañen la acción, la banda sonora apenas logra llamar la atención por encima de los apabullantes efectos de sonido. Como no, Singer también se llevó a John Ottman a “Superman Returns”, y su sustituto John Powell hace lo que puede para mantener las débiles señas de identidad marcadas por sus predecesores. Pero Ratner impone un ritmo tan frenético  que prácticamente no le deja espacio (ni tampoco al espectador) para dejar reposar suficientemente los muchos eventos que enlaza sin tregua. Una auténtica montaña rusa, pero muy bien medida para no caer en la saturación, que antepone diversión a reflexión. En ese carrusel, Powell no puede recrearse en nada más que un acompañamiento estrictamente funcional, y a la música de esta tercera entrega le vuelve a faltar un gran tema central más identificable, algo inaudito en un género tan dado a la fanfarria. Eso sí, el compositor aprovecha sobradamente la única oportunidad que tiene y consigue una brillante composición para el cierre de la cinta, que no necesita de palabras para subrayar tanto el fin del camino como la promesa de un nuevo futuro.

En conclusión, una cinta extremadamente ágil para su densidad, de lujosa producción, y mucho más equilibrada de lo que parece. El ejemplo perfecto de que el cine de encargo, incluso si está concebido bajo mandatos estrictamente mercadotécnicos, no tiene porqué perderle el respeto ni al espectador ni al material adaptado, si le perdonamos ciertos excesos en el bando de los villanos. Pero también es una obra menos ambiciosa de lo que merecía la herencia de la que partía, derrochada en una guerra de estudios cuya factura parece haber pagado sólo un director que logró convertir lo que podría haber sido un desastre colosal en la mejor obra de su carrera, y con diferencia en el capítulo más entretenido de la trilogía.

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Jata y Promethea

4 Comments

on “Cineclub Marvel: X-Men: La decisión final (2006)
4 Comments on “Cineclub Marvel: X-Men: La decisión final (2006)
  1. Es más mala que la carne de perro (los efectos digitales para rejuvenecer a Xavier y Magneto claman al cielo), igual que las dos últimas de X-men, a ver si de una vez pasan los derechos a Marvel y se dejan de ost…..s.

  2. Etretenida y bastante mejor que Lobezno Inmortal. Pampi: cada cual tendrá sus gustos, pero donde estén La Primera Generación, Días del futuro Pasado y Apocalipsis que se quite todo lo demás.

  3. Amena y espectacular pero de ritmo precipitado, le falta media hora de metraje para ser algo más que un desfile de personajes molones. La típica peli con problemas de producción que acabaron afectando al resultado final.

    Creo que una historia tan grandiosa como la de Fénix oscura merecía una película completa y no solamente una parte de ella. Tampoco me gustaron los cambios respecto a la historia original, se nota que para Hollywood Marvel es un cajón enorme de conceptos a los que echar mano como convenga con tal de hacer taquilla, no hay respeto por los autores que les precedieron.

  4. Me parece superior a las últimas tres por varias razones: tiene un ritmo frenético, los personajes son -en general- más parecidos a los clásicos de los tebeos, hay un montón de ideas en cada secuencia.
    Película muy infravalorada que por fin alguien sabe entender.
    Sinceramente, los X-Men de la última trilogía no son «mis» X-Men, como tampoco los Vengadores de la Era de Ultrón (mejor en Civil War).

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