Aviso de posibles spoilers si nunca has leído estos cómics.
En el anterior volumen de esta Biblioteca Marvel que recopila la colección de Iron Man, el diseño de la armadura llegó, al fin, a su versión definitiva. Por lo menos la que llevará nuestro héroe durante más largo tiempo, a excepción de un pequeño periodo en que el dibujante de turno incorporó una nariz a su casco.
Sin el aliciente que aportaba la evolución del aspecto externo del protagonista, el interés queda ahora centrado en la evolución intrínseca, la de Tony Stark y su entorno, y la de las contrariedades que debe resolver como superhéroe. El problema es que la serie pasa por uno de los periodos más bajos de su historia, del que poco se puede rescatar.
El presente tomo, por lo menos, es el que marca un notable cambio en el equipo creativo, al entrar Gene Colan en sustitución de Don Heck como dibujante. Los guiones, por su parte, siguen siendo propiedad de Stan Lee.
Los últimos episodios de la etapa Don Heck son francamente flojos, empezando por los dos que abren el tomo, que tienen al Conde Nefaria como antagonista. Dos números que parecen hechos con total desgana, en los que, sorprendentemente, el villano cambia de personalidad y de nombre de batalla de un número a otro sin ninguna explicación. Lo mismo vale para el número en el que Iron Man se enfrenta al Pensador Loco y su androide, también muy flojo.
Lo único resaltable de estos números es la primera aparición de uno de los villanos clásicos de Iron Man, el Hombre de Titanio, aunque los tres números que protagoniza no son mucho mejores que el resto. La trama es un capítulo más de la amenaza comunista, un recurso argumental especialmente trillado en esta colección.
En estos números de despedida de Don Heck, Stan Lee intenta introducir nuevos personajes secundarios que acabarían quedando en casi nada. Son, el primo rastrero de Tony, Morgan Stark, la Condesa de la Spirosa y el senador Harrington Byrd, elemento, este último, que al menos sirve para introducir algo de política en la trama.
Con la entrada de Gene Colan, el apartado gráfico, obviamente, gana enteros, pese a no estar entre los mejores trabajos del dibujante. Aunque el entintado del flojo Gary Michaels seguro que no ayuda.
En cualquier caso, los guiones de Stan Lee siguen a lo suyo. Tramas francamente discretas, señal de que el arquitecto del Universo Marvel no acaba de dar con la tecla en esta colección. O bien que no la trata con el mismo mimo que a otros títulos de su autoría.
El regreso del Caballero Negro, el villano, da paso a la presentación de un adversario de corte dramático, más que nada porque se trata de un alter ego monstruoso de Happy Hogan: el Freak.
Al bueno de Hogan, que había quedado en coma en el anterior arco, se le aplica un enervador, un invento de Tony Stark que convierte a Happy en un ser gigantesco y sin cerebro. La idea, no especialmente original, recuerda a las leyendas de la Momia o Frankenstein, especialmente cuando el monstruo despierta sus sentimientos al encontrarse con Pepper.
El episodio que cierra el volumen marca el inicio de un nuevo enfrentamiento con el Mandarín, un aprieto que obtendrá pleno desarrollo en la siguiente entrega. El villano oriental nos presenta aquí su nueva arma para conquistar el mundo, un androide gigante al que bautiza con el nombre de Último. De momento, llama la atención el parecido entre Último y el Freak. Ambos diseños, obra de Gene Colan.
Conclusión.
Un cuarto tomo que vuelve a situar el listón de la parte escrita en lo más bajo.
Por fortuna, Don Heck desaparece de la colección, entrando a los lápices Gene Colan. Eso y la presentación del Hombre de Titanio son lo más resaltable de este flojo tomo, de una colección que poco a poco irá mejorando.
Enlace a la ficha:
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Flojito todo. La poca mejora que tenemos se debe solo al arte de un Colan a medio gas (y con un pobre entintador).